Julián se quitó los pantalones y dejó su pene ante la vista de todos, el cual sacó un suspiro a la profesora y a algunas chicas del salón. La maestra casi siempre se valía de Julián en sus exposiciones porque todos sabían que a ella le llamaba la atención. Algunas compañeras de la clase suspiraban por él, y las que habían sido sus amantes divulgaban el rumor de sus considerables medidas.
—¡Atención, por favor! —y después de que el silencio se hizo presente continuó—. Este es el órgano reproductor masculino o pene, constituido por una cabeza o glande, un cuerpo o tallo, y formado por cuerpos cavernosos que al llenarse de sangre permiten la erección. Abajo está el escroto, en donde se encuentran los testículos, en cuyo interior están los espermatozoides —la pedagoga indicaba con sus dedos cada una de las partes de las bien dotadas características del modelo Julián.
—Cuando no está excitado —continuó—, el pene se pone flácido, como lo pueden ver, pero en cuanto se estimula… —y empezó a mover la mano de arriba hacia abajo por el miembro de Julián—… va creciendo. Ahora, si el estímulo es mayor… —y procedió a agacharse, lo introdujo en su boca y le dio unas buenas succionadas.
Julián reflejaba en el rostro mucha satisfacción. La educadora permaneció algunos minutos degustando centímetro tras centímetro. Algunos alumnos aprovecharon ese momento para hacer otros menesteres, como escribir, dibujar o dormir. Milton era uno de los primeros, y así empezó una historia que le estaba dando vueltas en la cabeza.
—…se pone así, como lo pueden ver —retomó la profesora.
Luego se limpió un poco la saliva del labio y prosiguió:
—Ahora vamos a elegir a una de ustedes, chicas, para continuar con la explicación. Veamos… —la mayoría de las compañeras de clase levantaron la mano—… a ver tú, Sandra, ven y nos colaboras.
La satisfacción que se veía en el rostro de Sandra no era para menos, porque chorreaba la baba por Julián, aunque él nunca le prestaba atención.
—¡Caray, niña, llegaste como si te hubiera ofrecido dinero! —la profesora bromeó y algunos celebraron el chiste—. ¿Quieres empezar de una vez con lo que vamos a hacer o prefieres deleitarte un poco antes?
Sandra movió la cabeza y de inmediato se arrodilló.
Milton miró por un instante lo que ocurría. Regresó a lo que estaba haciendo, y varios de sus compañeros lo imitaron.
—Muy bien, suficiente. Continuemos, o si no nuestro semental no va a aguantar mucho —un nuevo chiste que fue celebrado solo por algunos.
Julián se limitaba a asentir cualquier cosa que se decía. Sandra obedeció a las indicaciones de la profesora, quien le pidió que se quitara la ropa interior, se levantara la falda y se recostara en el escritorio con las piernas como si fuera a dar a luz.
La mayoría de los alumnos bostezaba y recostaba su cabeza en el pupitre, mientras uno que otro dirigía sus manos a sus respectivas partes pudendas para acariciarse.
—Esta es la vulva, por si no lo sabían —un chascarrillo más, y otras escasas celebraciones—. Está formada por los labios mayores, los menores, el pubis, los bulbos vestibulares, las glándulas vestibulares mayores, la uretra y un punto llamado clítoris, encargado de proporcionar mucho placer cuando se le estimula, ya sea con la mano, la lengua, el pene o con el objeto que sea. Desde el orificio por donde entra el pene, hasta la matriz es lo que se conoce como vagina.
Ante cada palabra pronunciada, Julián ejecutaba alguna acción que hiciera gráficas, en la medida de lo posible, las explicaciones de la pedagoga.
Para percatarse de que le estaban prestando atención, la profesora giró la cabeza hacia los alumnos y descubrió a cuatro de ellos durmiendo: a dos los hizo pasar al frente para que le señalaran las partes de la vulva e hicieran lo que Julián había indicado; y a las otras dos les dijo que avivaran el pene del modelo, porque ya se estaba escondiendo en su estuche. Después sorprendió a Milton concentrado en su escritura. Él le dijo que solo estaba tomando apuntes.
Los dos compañeros terminaron por estimular oralmente a Sandra, preparándola para lo que venía después; y las dos compañeras lograron poner firmes de nuevo el pene del modelo.
—Ahora pasemos al acto en sí —y le indicó a los cuatro alumnos que regresaran a sus lugares—. Un momento, ¿Sandra, no estarás ovulando, o sí?
—No, maestra.
—Muy bien. Ahora sí, Julián, es toda tuya.
El aludido procedió a introducir su pene en la cavidad de Sandra, la cual dejó escapar un pequeño grito cuando sintió los primeros centímetros pugnando por abordar sus entrañas.
—Sandra, ¿eres virgen? —todos soltaron la risa, como si se dijeran: ¿qué es eso?
—No, maestra, es que… es que fue muy fuerte.
Ante la orden de la profesora, Julián empezó con sus movimientos. Los gemidos de Sandra poblaron la atmósfera del salón.
—Ah, Julián, no vayas a eyacular dentro de ella, sino aquí en el escritorio, porque necesito explicar algo más.
Mientras los dos continuaban con su acto, la educadora miraba con frecuencia hacia el lugar de Milton, quien no abandonaba su escritura, ya casi terminaba el cuento.
Al fin, Julián descargó el semen en el lugar indicado. Sandra expresó un gemido de placer que despertó a tres de los adormilados alumnos.
La profesora esperó a que los dos modelos sosegaran un poco la respiración, y después les permitió regresar a sus lugares, no sin antes pedir un aplauso por la valiosa colaboración.
Después, se dirigió al semen depositado en el escritorio y explicó que estaba compuesto por un líquido llamado seminal, en el cual nadaban millones de espermatozoides (y dibujó a uno de ellos en el pizarrón), encargados de fecundar el óvulo para dar paso a una nueva vida.
—Solo uno de ellos, de entre estos millones, logrará su objetivo, aunque a veces se dan casos especiales. Veremos mejor esto en el video que les traje.
Dos alumnos organizaron el lugar para proyectar el video. El salón quedó a media luz, y empezaron a circular imágenes de espermatozoides desplazándose por un medio acuoso entre paredes de carne hasta llegar a un óvulo y fecundarlo. Enseguida inició la división del mismo hasta mutar y tomar la forma de un bebé. La imagen cambió a una mujer en un hospital con las piernas en posición de parto. De su vagina salió una cabeza y a continuación un niño. Todo, apoyado por las explicaciones de la profesora.
—A ver, Milton, ¿qué es lo que tanto escribes? Parece que toda la clase estuviste en otra cosa. Déjame ver —y le arrebató la hoja en donde estaba el cuento.
Después de una rápida ojeada, le pidió que pasara al frente y leyera lo que había escrito. Milton se sintió nervioso, y lo tomó como un castigo, como un fuerte llamado de atención. Pensaba en sus padres. De nuevo lo regañarían porque los profesores les habían dado muchas quejas de él: Milton no prestaba atención a las explicaciones, se distraía con facilidad y siempre estaba escribiendo cosas distintas al tema de la clase.
Frente a sus compañeros, leyó el cuento en voz alta:
«La mañana era cálida y el sol pegaba fuerte en la piel. Estuve en la biblioteca un buen rato y en la tarde salí con un libro de cuentos prestado. Almorcé algo en la cafetería, y me senté bajo un árbol a leer un poco. Llevaba unas cuantas páginas, cuando se apareció Adriana, la cual es una buena amiga del colegio. Con ella comparto muchos de mis secretos y momentos. Me preguntó qué hacía. Le di que leía.
—¿Sigues con lo mismo? —ella hablaba de mi gusto por leer y escribir historias.
—Solo estaba leyendo —le contesté.
—¡Vamos, deja eso! Mejor ven y “cogemos” que me muero de ganas.
Intenté decirle que no, pero me insistió. Se quitó las tangas, se subió la falda y me dijo: “cógeme”.
—O mejor como tú dices: hazme el amor —y sonrió.
Apoyó las manos en el árbol y me ofreció sus caderas. Yo le seguí la idea y me saqué el miembro, pero no reaccionaba. Adriana se arrodilló y lo besó por unos minutos —pero no hubo respuesta.
—¿Qué te pasa?
—Es que… tengo cosas en que pensar.
—¿Otra vez? ¿Sigues con eso de la unión de dos personas para siempre?
Me molestó el tono de ironía de mi amiga, pero no contesté.
—¿O tu idea loca de tener solo una pareja sexual?
Le pedí a Adriana que se detuviera, que ya era suficiente.
—¡Solo quería hablar contigo! —levanté la voz.
Adriana se quedó silenciosa.
—Bueno, hablaré contigo, pero con una condición.
—¿Cuál?
—Hazme venir y después te escucharé todo lo que quieras.
Adriana dejó ver su intimidad presta a recibir mis caricias. La vibración de mi lengua empezó a sacar gemidos de su garganta. Pasados unos minutos, llegó al orgasmo. Luego se dispuso a cumplir con su parte.
—Te escucho —dijo.
Me limpié la boca y tomé aire.
—¿Cómo nacen los niños? —pregunté.
—Milton, no me digas estupideces. Todos sabemos que el pene entra en la vagina, eyacula y los espermatozoides fecundan el óvulo. Así nacen los niños.
—Sí, lo sé… bueno, creo que formulé mal la pregunta… no hablo de cómo nacen lo niños como todos sabemos, sino de una manera que nunca antes hayas escuchado.
Adriana se quedó pensativa por un buen rato.
—¡Ay, no sé! Dímelo tú —expresó con un dejo de desesperación.
—No, mejor te leo algo que escribí:
“El hijo le preguntó a su mamá:
—¿Cómo nacen los niños?
Sorprendida un poco por esa pregunta, porque sabía que en las escuelas eso se explicaba muy bien, la mamá prefirió responder de otra manera, y se imaginó una forma de decírselo que nunca antes padre alguno la había intentado:
—Mira, hijo, a los niños los trae la cigüeña envueltos en una manta que carga en su pico desde un lugar muy lejano.”
Adriana escuchó y trataba de contener la risa, pero no pudo. Yo sabía que su intención no era hacerme sentir mal. En otras ocasiones había reaccionado igual ante mis comentarios.
—Ay, Miltiton, por eso me caes bien, por tus ideas bien locas. “Los niños los trae la cigüeña”, muy buena, ¿eh?, al menos esa estuvo menos aburrida que las otras veces —y reanudó su risa.»
Milton terminó la lectura y pensó decir que hasta ahí había escrito, pero al levantar la vista de la hoja de papel, escuchó las risas de sus compañeros de clase. La profesora también se unió al coro de hilaridades; se le acercó y lo felicitó por haberle hecho pasar un momento divertido. Luego sonó la campana.
Copyright(c)Guillermo Ríos Bonilla, México, 2017.
AUTOR: GUILLERMO RÍOS BONILLA (COLOMBIA)
© DERECHOS RESERVADOS AUTOR (A)

Guillermo Ríos Bonilla, nació en 1976 en Colombia (Florencia – Caquetá), y en el año 2004 se naturalizó mexicano. Es licenciado en Letras Clásicas por la Universidad Nacional de Colombia; y maestro en Letras Clásicas por la UNAM. Ha trabajado como profesor, investigador, traductor, subtitulador y corrector de estilo.
CONCURSOS DE CUENTO GANADOS
* 2018. XIV Juegos Literarios Nacionales Universitarios de la Universidad Autónoma de Yucatán.
* 2014. Concurso de Cuento de la Universidad de Colima.
– Primer Concurso de Cuento Escríbele a “El Sol de Irapuato”.
* 2010. Concurso de Cuento Universidad de Colima 70 Aniversario.
* 2004. XI Premio Nacional de Cuento Carmen Báez.
– IV Concurso Nacional y Estatal de Cuento José Agustín.
* 1999. II Concurso de Creación Literaria, Género Cuento, realizado por la Universidad Nacional de Colombia.
Segundos, terceros lugares y menciones en otros concursos de cuento en México, Colombia, Argentina y España.
LIBROS DE CUENTOS PUBLICADOS:
* 2017. Réquiem por un polvo y otras senXualidades, e-book, por la editorial Porrúa.
* 2015. Colección “El Rapidín”, cuentos cortos Minimágenes, por la Universidad de Colima
* 2014. Burbujas de aire en la sangre, por la Editorial Samsara.
* 2011. Los vástagos del ocio, por la editorial Samsara.
* 2010. Colección “El Rapidín”, cuento El viejo, por la Universidad de Colima.
* 2008. Historias que por ahí andan, por la editorial Generación Espontánea.
ANTOLOGÍAS:
* 2023. Relatos breves. Antología colombiana, Elipsis Editores.
* 2022. Fictología. Antología del Primer Concurso de Cuento Breve “La Realidad supera a la Ficción… ¿o Viceversa?”.
* 2021. Festival Rulfiano de las Artes. Cuentos seleccionados 2021.
* 2019. Antología Zombie II, editorial Endora.
– Cuentos del sótano VI, editorial Endora.
* 2014. Cuentos del sótano V, editorial Endora.
* 2013. Cada loco con su tema, Grupo Editorial Benma.
* 2010. Leer el cuento, editorial Endora.
* 2009. Cuentos del sótano, editorial Endora.
– Un ojo al gato y otro al garabato, editada por la Casa del Poeta Alí Chumacero.
* 2007. Desde las islas, editada por la Universidad Nacional Autónoma de México.
* 2006. Antes de que las letras se conviertan en arañas, editada por el Instituto Mexiquense de Cultura.
Además, diversas publicaciones en varias páginas de Internet.