Caminar sin rumbo es la tarea más difícil que hice en toda mi vida, desprenderse de la naturaleza predictiva del ser humano para aventurarse en las inexactitudes del azar requiere de una desconexión total de la realidad. Las penas y alegrías del pasado desaparecen llevándose consigo las esperanzas en el futuro y la identidad se diluye en cada paso firme que se da hacia el camino.
Y allí estaba yo, con un gesto idiota en el rostro parecido a una sonrisa, harapos deshechos y mal puestos que habían ya perdido su color, con la piel quemada por el sol y mis pies descalzos negros de mugre para hacer juego con el resto de mi persona.
Hace solo un mes era alguien diferente, no mejor, solo diferente, atareado en los afanes del trabajo y la familia, distribuyendo mi tiempo entre la hora de despertar para correr a la oficina a anhelar la hora de salir para llegar a casa y tratar de disfrutar un poco con la poca fuerza que deja la extenuante jornada, para luego dormir temprano y repetir el ciclo cada día, cada semana.
Llegar a este punto no fue una opción, fue una necesidad, si quería vivir debía levantarme y a pasos temerosos tomar camino… hacia ningún lado.
En otro momento habría renegado de mi situación actual, habría hecho lo necesario para librarme a toda costa de este estado de miseria y abandono, pero mientras recorro ésta calle no tengo más necesidad que continuar caminando, eso… hasta cuando mi apetito corona como prioridad mi alimento por sobre todas las cosas, y cuando eso sucede recurro a la gente que encuentro en mis recorridos, a pesar de que no son muy amables en sus palabras o sus tratos, ayudan a calmar mi angurria. Jamás he sabido, desde que todo esto empezó, lo que es la saciedad.
En su gran mayoría la gente huye despavorida de mí y con justa razón, yo lo haría igual, no hay una posible interacción positiva entre las demás personas y yo, nada bueno saldría de eso.
Sin embargo no me importa, hago lo que debo y sigo caminando, tengo mis ojos en el asfalto y mi único objetivo es dar un paso más, y luego otro, y otro más después de ese, hacia cualquier lugar.
Veo la gente correr al tiempo que parecen gritar algo, pero no logro entender lo que gritan, pobres almas a quienes les atormenta el mundo, vivir en una realidad que aterroriza a cada instante es de locos irreflexivos, es justo por eso que estoy en el camino desde no se cuándo, es justo por eso que sigo aquí hoy, casi siempre tengo mis manos levantadas para sentir el calor del sol, mi mal dibujada sonrisa es prueba de mi paz y mis pasos lentos son producto de mi nuevo ser. No obstante y sin reparo, algo irrumpe fuertemente y altera esa paz de mi existencia, me veo girar sobre el pavimento sin control y un segundo después percibo como cada parte de mi cuerpo se azota despiadadamente contra la banqueta, intento reincorporarme pero el daño es grave, mi pierna izquierda desecha es símbolo del final de mis andanzas, mi brazo desplazado hacia atrás del omoplato sumado a mi mandíbula hecha pedazos son mi fin, sin embargo no soy consciente de ello, no soy de los que se rinde fácilmente así que procuro arrastrarme apoyado en la parte derecha de mi cuerpo, creo que puedo lograrlo.
Escucho en la cercanía a alguien gritar, dice con voz alarmada y colérica: “! aún vive!” “Hagan algo”. Con gran dificultad giro mi cabeza maltrecha para advertir que el automóvil que me arrolló hace unos instantes se dirige acelerando de nuevo hacia mí, no sobreviviré esta vez pero nada robará mi paz, entre lo que cuelga de mi cara que antes fuese un mentón y lo que aún queda de mi boca he querido dibujar una sonrisa, y sí, allí yacía yo, con un gesto idiota en el rostro parecido a una sonrisa que ha quedado pintada en la llanta izquierda del auto aquel.
(del autor) Nota final, 15 días después: La OMS declara formalmente el inicio de la cuarentena total obligatoria debido a la pandemia provocada por la mutación del hongo Ophiocordyceps Zm813, la gente lo conocerá en el futuro como el “virus zombie”.
CONTINUARA EP. 3 (Martes 26 de diciembre 2023)
Sacado de Relatos cortos de zombies que sueñan, Ep.2 Andrés Merchan. 2023.
AUTOR: J. ANDRES MERCHAN (COLOMBIA)
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Nací en Río de Oro -Cesar- en 1981, a 10.300 kilómetros y casi 2.500 años después de donde y cuando debería, crecí en el seno de una familia numerosa y muy unida, inclinado al arte desde joven, he encontrado en la música y la escritura una ventana de oportunidad para librarme del peso de las extraordinarias tonterías llevadas a cabo en una vida llena de alegrías y derrotas. Fui asesinado a principios de 2015 y vuelto a la vida en agosto del mismo año, tiempo aprovechado para componer un par de canciones y escribir unos cuantos versos para añadir a un buen compendio que estoy casi seguro de que al menos a mi madre le gusta.
Relatos cortos de zombies que sueñan es una crítica a la visión cerrada del mundo, son narraciones que cambian su significado y contexto depende de la perspectiva del lector, es una invitación a leer dos veces el mismo escrito y entenderlo de dos maneras diferentes.
Es un engaño disfrazado de libro.