Diciembre por lo Alto

Una particular e inofensiva arrogancia sentimos millones de quienes no nos cerramos a la banda por pertenecer a la especie humana cuando, casi que, con gritos estentóreos, nos deseamos en plenas fiestas y comilonas, ¡Feliz Navidad! y ¡Feliz Año! No deben ser las únicas expresiones bonitas existentes en el planeta, pero son bellas y descorazonadoras. Esta época, sea como la quieran llamar, tradición, embrujo, enajenación, engaño, o envenenadora de gente, es la cúspide de esos labios estirados que añoran la materialización de sus espejismos. Diciembre es cosmopolita, la mayoría lo quiere, lo odia, o lo considera un bálsamo. Diciembre saca la cara por muchos desconsolados, o podría acabar con las ilusiones de un sinnúmero de adoloridos. Calles y parques alumbrados que, de todas maneras, les pertenecen a todos. Caminamos con orgullo por entre luciérnagas fantaseadas, y agudizamos los oídos hacia tamborileros y ropompones. Son tolerables los contradictores de este mes. Pululan los testarudos y los quemadores de bengalas. Y los pilotos de globos multicolores alardean por los besos y baboseos que les envían a los luceritos recónditos que están más arriba de los nublados. En las lumbres del último mes es cuando más quebranto ridiculeces. Me hago el que vuelo, para pasearme por la memoria de diciembre que convierte los puntos cardinales en uno. Caos y aventuras abordo. Camas revueltas y madres fregonas. Piernas y pechos contra uno. Desatasca o jode los caminos. Es recelo, desconfianza, suspicacia y ensoñación. Lo amo porque aquí está mi sangre involucrada. El 31 es día de desbarajustes. Me animalizan los chisporroteos de las luces y lo desconocido de las montoneras en las tiendas. Adoro el aurea nórdica del nacimiento, el pesebre de mi tía y las presunciones de los niños que reclinan la cabeza en los regalos al día siguiente de Belén. Amo diciembre porque engaña mis destierros y lo obliga a cumplir sueños encumbrándolos trepados en globos de colores. Es un mes fácil, o difícil. Mucha añoranza, mucha humanidad. Por los buenos tiempos es que la gente querida de las familias vuelve a andar por ahí. Llegan para alargar las Navidades y hacer felices a los demás. Con ninguna otra cosa, en ninguna otra época, me convierto en dios. **

AUTOR: JOSÉ LUIS RENDÓN (COLOMBIA)
© DERECHOS RESERVADOS AUTOR (A)

Entradas relacionadas

Deja tu comentario