Durante aquéllos días decembrinos en las estribaciones de territorios de Urabá, al occidente de Colombia, había unas chimeneas tan fascinantes que me ensimismaba viendo los penachos de humo blanco extendiéndose a lo lejos, entre el verdor infinito de las hojas de las plataneras. Algunas aves sobrevolaban esperando la madurez de la fruta. Las bocanadas de humo escapaban del crujir de la leña en cuyo fogón una paila burbujeaba con los buñuelos de Nochebuena. Los buñuelos daban vueltas y vueltas mientras los lugareños atizaban el fogón que no paraba de despedir chisporroteos entre las cabezas y los sombreros calientes. Bramares y maullidos al fondo. Eso era lo que nos despertaba, el “múuu” de las vacas, las canciones de las aves y el aroma del borboteo del aceite con buñuelos danzando en una sartén enorme. Una sinfonía de contrastes campesinos y platos que se repite en la semana. La encantadora María del Mar era la encargada de atestar cestos y bateas de madera con tan humeante comestible. De un rincón de la cocina, colgando de un garabato, un abultado talego de tela hace alarde al guardar manjares, bocadillos, primores de sabor y latas de conservas. Esos buñuelos unían personas, desganaban ofuscaciones y hacían beber café y limonadas. Cada vez son menos los románticos que, como María del Mar, dejaron huella en una época. Solo necesitó de un festín horneado por ella misma con quesos y harinas. Después de los buñuelos, se perseguían mariposas por potreros y plataneras. Del océano escapaban brisas para refrescar el ambiente. Escasean manos pasionales que sigan amasando y moldeando todo este panorama con el mismo esmero. Quién sabe cuál sea la mejor forma de proteger las tradiciones y los platos, pero no creo que sea enviándole cartitas al Niño Dios pidiéndole que traiga de vuelta la fascinación de la nostalgia. La Navidad no es solo convertirse en Papá Noel, sino lo que usted quiera que sea. Son sensaciones hogareñas, es lo que se recuerda y lo que se siente; viajes tropicales, amplias chimeneas en las salas y globos encumbrándose. Navidad era mi madre a mi alcance tarareando “Los peces en el río”. Navidad no eran solo árboles cubiertos de campanillas. La Nochebuena eran más que buñuelos y que un puto brindis con un fino Michael Chapoutier. **
AUTOR: JOSÉ LUIS RENDÓN (COLOMBIA)
© DERECHOS RESERVADOS AUTOR (A)

José Luís Rendón C. Nació en el Municipio de Argelia (Antioquia) – Colombia. Titulado como Profesional en Comunicación Social. Ha sido corresponsal de prensa alternativa independiente, cronista, periodista y locutor de radio. Cuentos: LEOCADIA, obra ganadora del primer puesto del concurso de cuento “Carrasquilla Íntimo” convocado por El Colegio de Jueces y Fiscales del departamento de Antioquia-Colombia y publicado en la revista Berbiquí. Cuento: EL MONSTRUO DE LA PLATANERA (inédito).
Email: al.paraiso56@gmail.com
Facebook: José Montañero