La Muerte de un Hijo – EP. 5

En caso de no haberlo leído recomendamos la lectura del EP.4

Debí dejar que te marcharas cuando aún había oportunidad de hacerlo, debí haber aceptado el final cuando tu voz pausada y tierna quiso darme consuelo con amorosas palabras de despedida. 

Debí ser yo en tu lugar…

Condenada a seguir viviendo, cargo con el peso de los recuerdos que doblegan mi debilitado cuerpo. Mis ojos te ven en cada paso que doy hacia la eterna tormenta de mi culpa.

Soy un espectro sumergido en sus propios recuerdos, un cuerpo sin espíritu que camina cansado en la inmensidad de esta sala, una sombra opaca que busca descanso en el abrazo de la muerte y no lo alcanza. 

Soy el deseo de ser nada…

Me alimento de mi propia carne mientras un reflejo de tu cuerpo se tiñe en mis blanquecinas pupilas. Te veo conmigo en la sala y quiero llorar, mas ya no me quedan lágrimas que derramar ni palabras que pronunciar, solo queda este dolor que condena a dos cuerpos a estar perdidos y solos, destinados al olvido y al polvo.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde ese momento en que dejé de ser yo para ser esto que aborrezco. A veces, como relámpagos, llegan imágenes de una vida anterior a ésta, la vida de una madre feliz que descansa en el regazo de una familia unida, es un flash que me sacude con fuerza durante el instante en que la ensoñación se apodera de mí.

Solo espero el fin del tiempo sumida en este letargo constante y esta oscuridad en la que estoy desde el día en que por última vez te tome en mis manos. 

Hoy intentaré llorar una última vez e intentaré una vez más pedirte perdón.

Súbito y violento, un golpe en la puerta rompe con el absoluto silencio de mi estancia, un rayo de luz se cuela por el pequeño hueco que ha dejado el pedazo de madera que acaba de astillarse, y poco después, tras la completa caída de la puerta principal, toda la miseria de mi existencia se descubre acusada por la claridad del día. Alguien ha entrado y escudriña todo poco a poco con su mirada, como buscando respuestas en medio del desastre que hay envuelto en estas paredes. Yo, inconsciente de mi desventajosa posición intento alejarlo: “Aléjate de mí y de mi dolor” quiero gritarle, no obstante solo quejidos grotescos brotan de mi garganta reseca.

Camina con desdén hasta el escritorio, levanta y acomoda una vieja silla que encuentra allí tirada a medio lado, toma en sus manos algunas hojas y lee. Durante un interminable momento ha permanecido inmóvil, parece conmovido por el contenido de las notas halladas, desvía su mirada un poco a la derecha y se inclina con pesar, yo lo veo atónita tomar a mi hijo en sus manos y reviento en furia, he gritado tan fuerte como la desesperación me lo permite, e inmediatamente su mirada se ha clavado inquisitiva e inclemente en mi mirada, hubo un largo silencio y quietud. Al levantarse del lugar fue todo muy claro en un instante y pude reconocerlo, es apenas un poco menor que mi hijo, demasiado joven aún para cargar con el peso de una realidad tan abrumadora, es el hijo mayor de la familia que vive en el primer piso del edificio; Los Murana (pobre gente). Sin dejar de verme, me habló suavemente mientras sostenía en sus manos aquellas hojas sueltas y se acercó a mí.

Cada paso al frente fue una mezcla de ternura y odio, de piedad y terror que encendió su mirada hasta que llegó hasta donde yo estaba.

Yo no lucharé más, estoy cansada y sé que él lo sabe, necesito la paz que solo puede venir de su misericordia. Esa luz que hace un instante rompió la noche interminable en que yo existía como un ente, será mi camino a la paz que esquiva se me ha negado hasta hoy.

Ha sido muy amable conmigo, lentamente me ha dedicado algunas palabras  y ha traído hasta donde estoy la notas que halló en el escritorio apretadas entre los versos de mi viejo libro de poesía, ha señalado a mi hijo y después de eso se ha despedido de mi con el único obsequio que he estado anhelando últimamente; De su chaqueta negra ha sacado un arma, la ha apuntado a mi cabeza y, como saeta, una luz incandescente le abre camino al proyectil que en forma de piadoso verdugo me traído al fin paz.

Mezclada con la sangre que brota de mi frente, una lágrima logra resbalarse por mi rostro, perdóname, hijo.

(Del autor) Reggie Murana está de nuevo en las calles y busca un equipo, Billy, su vecino, mejor amigo y primera opción ya no será parte de éste.

CONTINUARA EP. 6 (martes 16 de enero 2024)
AUTOR: J. ANDRES MERCHAN (COLOMBIA)
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