Mientras me disponía a tomar un café caliente en plena mañana lluviosa, nada raro para un verano de enero tormentoso en zonas tropicales amazónicas colombianas; Don Jamiro, pasaba por el frente de mi casa saludándome con sus manitos en forma de maracas, tal vez porque empuñó armas durante muchos años e incluso porque aquella situación le dejó perplejos e inauditos los movimientos de su ser.
Y fue así, que durante varios momentos aquel hombre ya apaciguado por el andar de los años, pero con una sonrisa algo esplendorosa mostrando su dentadura intacta como la de un niño puberto, o tal vez como un trofeo ganado en la guerra. Sí, su sonrisa era lo único que no se encontraba afligida con el pasar del tiempo… pues pareciera que era el valor más preciado frente al mundo despellejado que le acompañaba.
Así, pasaban los días de Don Jamiro; en ocasiones triste por la lluvia que no le invitaba a salir de su viejo lecho amarrado por sogas resarcidas con la mugre expuesta durante la guerra colombo-peruana, e inclusive por pendones de contiendas políticas muy añejas.
Nunca me había detenido a observar de manera muy detallada lo que en su dentadura llevaba; hasta que un día le observé un color algo oscurezco sobre la parte lateral izquierda y fue sin anestesia que le expresé:
-¿Don Jamiro que tiene dentro de su boca?
El viejo lo único que hizo fue sonreír como un niño cuando se le abona un dulce y, en medio de su inusitada expresión me dijo:
-Hay mijo, los rezagos de la guerra. Esto fue un plomazo que me pegaron; me tiraron el diente a lo lejos… sangré demasiado. Mejor dicho, es que de “chiripa” le cuento esta historia.
-¿Cómo así que sangró?, le dije.
-Sí, fue tan duro el plomazo, que cuando me levanté me observé el hueco donde estaba el diente, estaba cerca de una ramada y lo único que hice para salvarme fue cortar con el machete un pedazo de palo, colocármelo sobre el hueco y seguir avanzando o sino… me matan.
Señaló que los peruanos le daban de baja sino se apuraba. Y así logró escapar hasta que luego se firmó la paz.
Con el tiempo, Don Jamiro falleció olvidado por el Estado, su familia, y recordado por sus vecinos y aquellos que aún viven llevándolo consigo como un héroe de aquella guerra entre Colombia y Perú, por allá en la década de los 30 del Siglo XX.
AUTOR: FRANKLIN ARISTIZÁBAL YUSTES (COLOMBIA)
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FRANKLIN ARISTIZÁBAL YUSTES, Nacido en Florencia Caquetá, Colombia el 21 de enero de 1994. Profesional en Ciencias Sociales, egresado de la Universidad de la Amazonia. Desde que estaba en la institución educativa La Salle de su ciudad natal, mostró gran pasión por la escritura apoyando en varias ocasiones el periódico El Futuro de este claustro educativo. Ha sido partícipe de varias antologías entre poesía y cuento infantil; destacándose en Editoriales colombianas, tales como Komala Ediciones y Mi máquina de Escribir.
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