La Montaña – Parte 1

A las cuatro de la tarde de ese cuatro de septiembre logre llegar al Filo, punto de partida hacia La Montaña. Así se le llama a una vasta región en la que se agrupan varias veredas de Argelia (Cauca). Allí dormí esa noche para emprender al otro día muy temprano el camino de tres días para llegar a mi destino; es allí también donde me encontré con varias cosas que dan cuenta de las muchas realidades que se viven en Colombia y sobre todo de la clase campesina y de la agricultura del país, cosas que a pesar de ser yo un campesino no las sabia.

En el Filo esta la primera posada, antes de adentrarse en La Montaña. Desde ahí ya no hay más medios de transporte que los propios pies o el lomo de una mula. Es una casa de tablas con techo de zinc, con habitaciones para dormir y bodegas para encerrar las mulas y guardar la carga. Es el último lugar al que se puede llegar en carro y donde se puede cenar y desayunar antes de partir a la madrugada del siguiente día.

A las cinco de la mañana, emprendimos el camino rumbo a La Montaña. El propósito era llegar el primer día hasta la siguiente posada, la cual está a siete horas y en donde podríamos descansar para continuar el segundo día de jornada. Y así, atravesamos por caminos tan angostos y agrestes en los cuales inexplicablemente podía pasar sólo una mula con cuatro arrobas de carga sobre su lomo. La primera parada fue en la Y, como a eso de las 9 de la mañana, para desayunar y ajustar las cargas. Para ese momento ya me encontraba en compañía de uno de los varios arrieros de la zona, llevábamos una recua de trece mulas cargadas con víveres, químicos, herramientas y encargos hechos por los moradores de la zona.  En la Y, esta una de las posadas que los arrieros o los andariegos que entran a la montaña utilizan en sus constantes recorridos  Después de un descanso de una hora continuamos el viaje, el objetivo era llegar a la posada de Ramón como a eso de las tres de la tarde.

Continuamos por ese camino serpenteante entre las montañas con el animo de llegar a nuestra parada del primer día, dos horas después, nuestro arriero guía, Andrés o “mata vieja” como todos le decían, empezó a ir haciendo entrega de las primeras cargas. Para ese momento ya teníamos unas cinco horas de camino bien andado y efectivamente a eso de las tres de la tarde llegamos a la posada de Ramón. En esta posada, era el momento para descansar, descargar las mulas, cuidarlas, comer nosotros y pasar la noche para continuar. Acá también, ya el costo de los alimentos era más alto, ese es un tema que en estas zonas a medida que se interna uno más en La Montaña el precio de estos aumenta.

“Mata vieja” inicio su labor hacia las tres de la mañana, fue a buscar las mulas, para aparejarlas y cargarlas de nuevo, con el fin que a las seis de la mañana ya pudiéramos reanudar nuestro viaje.

La meta del segundo día era llegar a la Florida. La segunda noche antes del destino final, nuestro objetivo era llegar al Limón, una de las veredas que hacen parte del grupo de comunidades que conforman la región que todos conocen como La Montaña y trabajar allí un tiempo. Esto, como parte de mejorar mi economía personal. Lo que en principio pensé, que era tener ingresos económicos trabajando en la agricultura, que es al fin y al cabo lo mejor que se hacer, se convirtió en toda una aventura en la que adquirí conocimiento no sólo en el tema agrícola sino también del ámbito sociocultural de la región y corroboré aun más la situación de muchos compañeros campesinos y agricultores, la cual creo que muchos no conocen y otros se hacen los de la vista gorda, incluso algunos como aquellos que gobiernan y dan discursos de las maravillas de este país fantástico, el cual ni siquiera conocen, ni escuchan tampoco las verdaderas dificultades que los agricultores o quienes trabajamos en ella pasamos en un momento de la vida y otros de manera permanente.

CONTINUARÁ

AUTOR: RICARDO OCAMPO (COLOMBIA)
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