* Nota de la Escritora Mónica Miquel Nieto con ocasión del Día Internacional De Los Niños De La Calle.
¡Hola a todos!
El Día Internacional de los Niños de la Calle se celebra el 12 de abril de cada año como una manera de denunciar la situación de calle a la que se enfrentan millones de niños en todo el mundo y donde se vulneran sus derechos educativos, económicos, sociales y familiares.
Es por ello que hoy, he decidido escribir un relato corto y reivindicativo sobre este tema. Espero que sea de vuestro agrado y que compartáis mi tristeza ante situaciones como las viven miles y miles de niños, actualmente.
EL AMOR ES LO ÚNICO QUE TENEMOS
Mi nombre es José y tengo nueve años. Soy un niño moreno, de ojos castaños y más bien delgado, aunque fuerte y muy trabajador. En mi mundo, hay que serlo.
En mi mundo,
no hay tiempo para jugar.
En mi humilde mundo,
no existe el aburrimiento,
no nos lo podemos permitir.
En mi mundo no sirve de nada quejarse.
Yo trabajo recogiendo chatarra y objetos que la gente tira, pero que se pueden vender para reutilizarlos. Mi madre y yo nos ganamos la vida así, aunque en realidad ganar, lo que se dice ganar, no ganamos nada. Subsistir, eso sí, como podemos y si la suerte nos acompaña.
Un día, al pasar con mi carro, cargado de cachivaches y trastos viejos, junto a un parque de juegos infantiles, me quedé quieto observando a un niño.
Calculé que sería de mi edad. Estaba sentado bajo la sombra de un árbol, leyendo un libro.
Estaba muy concentrado, absorto, como si estuviera en otro mundo, como si no escuchara los gritos y las risas del resto de niños que estaban jugando a su alrededor.
Sería bonito saber leer, poder ir a la escuela, como hacen esos niños uniformados que veo todas las mañanas. Se les ve felices. Seguro que ellos tienen un plato asegurado en la mesa, seguro que ellos no han sentido retortijones en el estómago por no tener algo de comida que llevarse a la boca. Siento envidia. Ellos pueden vivir eso que llaman infancia. Dicen que es una de las etapas más felices de la vida.
Tengo amigos que se han salido del camino, eso dice mi madre. Algunos roban, otros venden droga, o se drogan, o las dos cosas, incluso algunos hacen cosas mucho peores. Mi madre me felicita por ser bueno. Ella siempre dice que Dios premia a las buenas personas y me riñe cuando peleo con otros niños que intentan robarme alguna de las cosas que he conseguido a lo largo del día.
Cada mañana, al levantarme, pienso:
-Hoy será el día. Hoy Dios nos premiará por ser buenos y no salirnos del camino.
Pero el día pasa en blanco, como los demás. Nada nos permite mejorar nuestra calidad de vida. La vida que nos ha tocado vivir es una vida dura: pasamos hambre, frío, miedo…
No nos podemos poner enfermos. Mi amiga Sheila enfermó el año pasado. Tenía mucha fiebre y deliraba. Ella vivía con su hermano mayor, Jairo, y era un año menor que yo. Tenía siete años y quería ser modelo. Me decía que, cuando fuera mayor, un cazatalentos la descubriría y se haría muy famosa, que viajaría por todo el mundo, desfilando de pasarela en pasarela y saliendo en la portada de las mejores revistas de moda. Coleccionaba recortes de revistas, de las que encontrábamos en los contenedores de basura. Yo siempre le guardaba las revistas más bonitas, esas en las que aparecen supermodelos posando en lugares maravillosos, anuncios de perfumes, de ropa cara o de coches de lujo. Era todo un golpe de suerte, poder encontrar alguna limpia y en buen estado, entre toda la porquería que tira la gente afortunada, esa que tiene de todo y más.
Jairo, el hermano de Sheila, no sabía qué hacer. Estaba desesperado. La fiebre de su hermanita no cesaba, cada día estaba peor, incluso le costaba respirar. Pero él no tenía dinero, ni para llevarla al médico, ni para comprarle medicinas. Al cabo de dos semanas, mi amiga murió. Jairo decía que ahora estaba en un lugar mucho mejor y yo le respondía que eso no era tan difícil, cualquier lugar sería mejor que el lugar en el que vivíamos.
Pero, yo la sigo echando mucho de menos.
Sheila era soñadora y divertida, siempre sonreía y ponía al mal tiempo, buena cara ¡Para lo que le sirvió!
Quiero creer que sí, que está en un lugar mejor, quizás el mismo en el que estaba el niño del parque, el que parecía tan entusiasmado y feliz con su lectura.
Mi madre y yo vivimos en una especie de cabaña, construida con maderas viejas y otros materiales, en el barrio más pobre de la ciudad. Por dentro, nos ha quedado bastante bonita. Mamá siempre va trayendo cosas para decorar la casa. De vez en cuando, trae flores, que coge prestadas del parque. Las colocamos sobre la caja que nos sirve de mesa, dentro de un jarrón muy bonito. Tenemos hasta un colchón, bastante cómodo, por cierto, en el que dormimos cada noche, juntos y abrazados.
Hace un tiempo, justo después de la muerte de Sheila, mi madre apareció en casa con un cachorrito blanco precioso. Le pusimos de nombre Mordiscos, porque se pasaba el día mordisqueándolo todo. Mordiscos me acompañaba cada día. Yo le daba comida que encontraba en la basura y él, a cambio, me servía de distracción y compañía. Vivió con nosotros un tiempo, hasta que una noche salió de casa y ya no volvió. No lo he vuelto a ver. Quizás le pasó algo malo, no lo sé. Mordiscos era un perro muy bonito y divertido. Es posible que lo encontrara un niño, de esos que tiene una casa bonita y muchas cosas y lo adoptara. Eso espero.
Quiero pensar que quizás algún día sea el día en que cambie nuestra suerte. Así podría ser como el resto de niños, esos que juegan, despreocupados, esos que van a la escuela para poder aprender de todo, esos que van de excursión con sus padres al campo o a la playa a bañarse y a hacer castillos de arena, esos que se sientan cómodamente en el sofá de su casa para ver películas de dibujos animados, que pueden jugar con la videoconsola o leer un libro, esos que reciben regalos nuevos en Navidad y han visto la nieve. Esos niños que, incluso tienen la suerte de poder ir a un parque de atracciones y subir a la montaña rusa.
Yo soy un niño sin infancia, un niño sin futuro, y eso, no me parece justo.
Mamá dice que yo no tengo padre, pero ya soy lo suficientemente mayor como para saber que una mujer sola no puede tener hijos. Nunca me habla de él. En ocasiones, me imagino que viene a visitarnos un señor muy elegante y apuesto, en un descapotable rojo. Entra a casa y me dice que es mi padre, que se fue a buscar fortuna y que ha vuelto para recuperar a su familia y darnos la vida que merecemos.
Pero, como ya os he dicho antes, no puedo quejarme, al menos, tengo madre. Ella dice que nos tenemos el uno al otro, que el amor lo es todo.
Y tiene razón, porque el amor es lo único que tenemos.
AUTORA: MÓNICA MIQUEL NIETO (BARCELONA – ESPAÑA)
© DERECHOS RESERVADOS AUTORA

Mi nombre es Mónica Miquel Nieto, mujer de 53 años, residente en Barcelona, escritora y poetisa.
Toda mi vida he sido una lectora empedernida, de todo tipo de libros, pero sobre todo de novela histórica, novela fantástica y poesía.
De pequeña gané algunos certámenes literarios y ahí quedó todo. No he dejado de escribir nunca, pero no fue hasta el confinamiento causado por la pandemia de Covid-19, cuando decidí intentar publicar mis obras.
Escribí a algunas editoriales hasta que, finalmente, la Editorial Alvi Books confió en mis posibilidades y se arriesgó a publicar 5 de mis obras. Al ser una persona absolutamente desconocida, es algo que les agradeceré siempre.
Participo en algunos grupos literarios de Facebook y he publicado en algunas revistas (Escritores Rebeldes, Las Alas del Cóndor, CLIVAR, Netrazol Literary Magazine…).
He colaborado con algunos poemas en el canal de meditación de Youtube e Instagram Medita i Respira.
También se han escuchado mis poemas y fragmentos de mis obras en programas radiofónicos, como por ejemplo en La hora de la verdad de TuradioValencia.com, La Enamorada Radio o Radio Alfa Omega de Mexico.
Mi intención es darme a conocer y conseguir lectores para mis obras publicadas. Hay una sexta obra en proyecto.
No dejaré de escribir, porque para mí el hecho de hacerlo, es tanto una necesidad como un placer.