Permanece sentado en el andén de un agitado meandro de metrópoli por donde se entrecruza toda la caballada social. Por ahí pasan salvajes con dos pies y gente de esa que llaman “gente bien”. Cualquier cosa pasa por ahí. Es una esquina como casi todas las esquinas de una ciudad loca que se sobrepasa albergando inmigrantes de municipios de la misma nación y de país vecino. Esta esquina se atesta de historias y miserias. Paúl intenta ocultarse entre flecos humanos en movimiento. Se mantiene impasible y está barbado y consumido. Es de ojos saltones, cuello largo y canela la piel. Habla poco, y cuando habla es lento pero lírico. Está aseado y se nota que su sombrero de ala corta es fino y limpio. Esa prenda sobre su cabeza, le da un toque seductor. Sin embargo, su expresión es dura. Teme uno acercársele. Pero nos hicimos amigos en Basilea. Fue hace poco cuando se percató que yo lo escudriñaba de manera reverente y a prudente distancia. Casi nadie lo mira tan detenidamente, salvo para espiarle el cuello y el sombrero. Hay algo inestimable en él. Quizás, ese truco desprevenido de la sencillez y la gracia impecable de su vestimenta. La esquina donde lo conocí se llama Basilea. Cuenta un improvisado historiador de esta calle que el nombre se debe al ilustre Koloman Botta, un ciudadano suizo, nacido en Basilea, conocida como la capital cultural de Suiza. El señor Koloman era el propietario de la casona más romántica y linajuda de esa vía. Aunque de buena familia, Paúl duerme en la periferia, en una casucha hecha con estacas de potrero, paredes de tablas encenizadas y un techo de tela asfáltica hundida. Para ir hasta allá se serpentea entre pantano y maleza. Eso sí, la choza, aunque de mala muerte, es un balcón privilegiado que le ofrece una vista encantadora de la ciudad. Tanto así, que hasta le montó una buhardilla. Y a través de esa reducida ventana por encima del techo, se recoge para alucinarse con las luces de la urbe. Sabe tocar el saxofón, y quién sabe, si por esas dotes de artista, es que hay cierto lirismo en sus afligidos susurros. Esta es la historia huraña de Paúl que me hace burlar de la idea de “estado” que me metieron en la secundaria. Una recurrente miseria que confirma que para los gobiernos borrachos y azuzadores de turno, el pueblo es mierda. Y no crean, todos somos tajada
AUTOR: JOSÉ LUIS RENDÓN (COLOMBIA)
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José Luís Rendón C. Nació en el Municipio de Argelia (Antioquia) – Colombia. Titulado como Profesional en Comunicación Social. Ha sido corresponsal de prensa alternativa independiente, cronista, periodista y locutor de radio. Cuentos: LEOCADIA, obra ganadora del primer puesto del concurso de cuento “Carrasquilla Íntimo” convocado por El Colegio de Jueces y Fiscales del departamento de Antioquia-Colombia y publicado en la revista Berbiquí. Cuento: EL MONSTRUO DE LA PLATANERA (inédito).
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