Todo me da vueltas. Un horizonte pintado de cerros, mañana radiante que me envuelve de chispas, 32 grados, no hay chubascos y los nubarrones están de íntima placidez veraniega. Quiero hacer de este rasguño de monte mi hábitat. Yo, un animal vivo provisional privilegiado y embelesado con las horas en este apartado barranco rodeado de pastizales, los suaves tumbos de los arroyos y el intervalo sincrónico del gluglú del caudal del río precipitándome en mis oídos. A sus 46 años y con dos hijos, Emma vive en una casita entejada, encortinada de bambú al lado del barranco. Se conserva palmeral, su cintura estrecha aún y piernas torneadas. Piel de ébano que fulgura cada que sonríe. Le estira los labios al jardín cuando lo riega, los humecta y se ajusta una fina faja tentadora en la cabeza. Una acolchonada capa vegetal circunda el barranco y lo asedia de helechos y mirlos concertistas en las copas de los almendros. Conserva recogida las mangas de su dócil y transparentado camisón que deja entrever las aureolas abenuz y los botones picudos de su pecho. Las traslúcidas aureolas terminan por sacar de quicio a la mañana haciendo que no quiera volver al gran lamedero. Pero, debía regresar a la perrería infestada de montoneras y miradas majaderas. A ella le aterrorizan los periódicos y los canales informativos. Dice que repiten el mismo mierdero y que nos someten a un recargado y vendido costal de información: inseguridad, masacres, personajes corruptos de cualquier calaña, desafueros de la dictadura y racionamientos de agua. A cada lado de su rancho corren incesantes y cristalinos dos arroyuelos. Habla pestes de las seudorreformas, aunque ella no las llama así. Les dice drogorreformas, producto del pasado y presente del borrachín. Yo medio le cuento cada que voy, lo que leo y escucho en los medios. Después me repite todo eso en un estribillo desmoralizado hundiendo un dedo rabioso entre sus rizos. Cuando me disponía a darle la espalda a esa sábana de hojarascas para regresar con la manada, ella porfió en quedarse. –Mi triunfo en la vida es vivir aquí rompiéndome el alma en mi parcela donde tengo mis raíces, mis muchachos, mis cultivos, mis arroyos y mis gallinas. Me despedí entonces batiéndole de nuevo las manos desde el otro lado de la cerca y Emma, convirtiendo las suyas en altavoz, me llamó a los gritos. El grito de mi nombre, el manso rumor del tumbo de los dos arroyos y su camisón son mi mejor compañía mientras vuelvo para alejarme de la montonera y sentir la llamada del río.
AUTOR: JOSÉ LUIS RENDÓN (COLOMBIA)
© DERECHOS RESERVADOS AUTOR (A)
José Luís Rendón C. Nació en el Municipio de Argelia (Antioquia) – Colombia. Titulado como Profesional en Comunicación Social. Ha sido corresponsal de prensa alternativa independiente, cronista, periodista y locutor de radio. Cuentos: LEOCADIA, obra ganadora del primer puesto del concurso de cuento “Carrasquilla Íntimo” convocado por El Colegio de Jueces y Fiscales del departamento de Antioquia-Colombia y publicado en la revista Berbiquí. Cuento: EL MONSTRUO DE LA PLATANERA (inédito).
Email: al.paraiso56@gmail.com
Facebook: José Montañero