#dinamicarebelde
JUEGOS OLIMPICOS REBELDES DE LA LITERATURA
DISCIPLINA – ATLETISMO * CARRERAS
TEMA: CUENTOS O RELATOS DE TERROR
CUENTO – UNA APARICIÓN MALIGNA
POR: GINA SOTO CARVAJAL (COLOMBIA)

Fue alrededor del año 57, muy cerca del río aguas puras, donde vivía una humilde familia. Estaba conformada por Luis, quien era el padre de tres pequeñas niñas: Flor, Julia y Luisita. La madre de ellas había muerto en el parto de Luisita y desde entonces Luis, Flor y Julia se dedicaron a cuidar de Luisita y mientras él salía a hacer su trabajo, ellas hacían sus quehaceres y ayudaban a criarla también.
Era una familia muy cristiana, católicos de pura cepa. Rezaban todas las noches el Santo Rosario, pues así les había enseñado su madre. Él al levantarse las bendecía y antes de cada comida daban gracias a Dios y a la Virgen por el alimento concedido. Pero él como buen caminante de la zona del interior, no demoraba mucho tiempo en un solo lugar.
Una vez fueron a vivir cerca de una colina, dicha colina en la parte de atrás tenía un potrero donde muy pocas veces ellas se acercaban. A los pocos días de estar en ese lugar, se mudó al lado una familia muy extraña. Tenían solo una hija, la cual no respetaba para nada a sus papás,
Las hijas de Luis no podían creer como esa niña insultaba con tantas palabras groseras a sus padres, la mamá de aquella niña ni la voz le levantaba y el papá apenas la regañaba, era como si ella los dominará a ambos.
El señor Luis al darse cuenta de los vecinos que tenían le ordeno a sus hijas -tienen prohibido cruzar el saludo con esa niña, y salió como de costumbre con su carruaje lleno de cacharros que él vendía. Luisita jugaba en el patio mientras Flor y Julia hacían las galletas que les había enseñado a hacer su madre. Esas galletas también las vendía su papá y eran muy ricas.
Luisita tenía 10 años, Flor 14, y Julia 13. La niña vecina debía tener más o menos la edad de Julia, pero se trataba de acercar siempre a Luisita; la llamaba, le hablaba, le reía y la convidaba a jugar pero la niña siempre se negaba.
Un día mientras Luisita jugaba saltando una cabuya, la vecina le dijo: -mi nombre es Roberta, ¿por qué no quieres jugar conmigo?. Luisita le contestó, -porque mi papá no me deja. En ese momento también se acercaron sus hermanas a quienes también la niñas les hablo. -Por favor no tengo con quien jugar, ¡vamos, jugaremos las cuatro antes de que llegue su papá!. Las niñas se miraron y se sonrieron maliciosamente. Dijo Julia -¡está bien!, pero es la única vez que jugamos contigo sin que mi papá lo sepa. -¡bueno, vamos vamos! gritó la niña Roberta, vamos allá y señaló el potrero, era un día muy soleado, el sol brillaba más que de costumbre y el verde de la colina era tan bello que parecía que se hubiese escapado de un libro de cuentos.
Jugaron y jugaron hasta el cansancio, de pronto llamaron a Roberta y ella contestó muchas palabras groseras, dejando a las niñas muy asombradas. Y dijo Flor, bueno ya está bueno, vámonos nosotras porque no demora en llegar nuestro padre.
Se fueron dejando a Roberta refunfuñando contra su mamá que tenía varios minutos esperándola frente al potrero.
Pasaron los días y las niñas no le tocaron el tema a su papá, llegó el sábado y su papá les dijo, ¡Flor tienen que arreglarse muy bien para la misa de mañana porque parece que su madrina las va a acompañar y las va a llevar al pueblo!, ayer se encontró conmigo y yo les di el permiso, así que espero no se tarden mucho. Las niñas se sonrieron, pues en realidad su madrina las quería mucho. Las había bautizado a todas porque fue muy amiga de su mamá y nunca las dejo de cuidar.
Así transcurrió el día y ya en la tardecita se asomó Roberta por la cerca del patio diciendo: -vamos a jugar otro ratico peladas! Flor contestó -no, no, hoy no; Roberta respondió -¡hoy si, ya mañana es domingo y no podremos jugar porque me voy para el pueblo, vamos ahora y nadie se dará cuenta! Flor accedió diciendo -¡está bien pero solo un rato!
Todas fueron nuevamente al mismo lugar, al potrero, pero esta vez encontraron en los troncos de los árboles unos cabellos enredados. Ellas se pusieron a desenredarlos. -Mira, dijo Luisita, son largos y muy negros. -sí, verdad, ¿de quién serán? dijo Julia. Roberta añadió -serán de las vacas. Ellas mismas se reían de sus ocurrencias. Así pasaron las horas, ya se había oscurecido pero ellas no se habían percatado de nada, solo corrían y corrían, cantaban y se colocaban los cabellos encima. Cuando de pronto no pudieron resistirse, sintieron algo muy extraño, era un frío en el cuerpo y una voz como de lejos que les hablaba y les decía, – vengan, vengan, vengan.
Ellas levantaron la mirada al mismo tiempo y se voltearon. Descubrieron que en un peñasco muy alto se encontraba la imagen de una mujer extraña a quien no lograban distinguir, solo se veía su larga cabellera negra, tanto que le cubría todo el cuerpo como si fuese un vestido que hasta los pies le tapaba. El zumbido del viento era el que traía su voz ronca y aguda. Su mano izquierda les invitaba a seguirla. Fue tan escalofriante aquella aparición que ellas intentaban caminar y alejarse pero sus pies no respondían, al contrario, una fuerza extraña las obligaba a ir hacia ella. No podían creerlo, no podían musitar palabra alguna, estaban enmudecidas, sus lenguas estaban totalmente trabadas y sentían como poco a poco iban perdiendo las fuerzas.
De pronto sintieron como si alguien las hubiese suspendido y las arrojara al suelo. En ese instante, era como si se hubiesen conectado nuevamente al mundo. Era su querida madrina acompañada de su padre quienes vinieron en busca de ellas con el Santo Rosario y quienes combatían aquella fuerza maligna. En ese momento ellas estaban apenas reaccionando de ese trance, y veían cómo la imagen se iba desapareciendo a medida que sus salvadores se acercaban en medio de sus rezos hasta que por fin desapareció completamente. Para asombro de ellas, la niña Roberta no reaccionaba y cuando su madrina impuso la mano en la cabeza de la niña, está boto una especie de espuma por la boca y parecía como si otra persona hubiese estado dentro de ella. Nunca más se le escuchó decir una mala palabra y ni siquiera un mal gesto. Roberta empezó ir con su familia a misa los domingos, algo que hizo que sus padres estuvieran más contentos, y de mejor semblante.
Después de todo esto, Flor, Julia y Luisita no volvieron a desobedecer a su padre y gracias a su madrina que había decidido adelantar la visita pudieron salvarse de las manos de aquel espíritu maligno.
Poco tiempo después el padre y las niñas decidieron irse a vivir a otro lugar. En su nuevo hogar las niñas eran muy felices y seguían al pie de la letra las indicaciones y consejos de su papá.
AUTORA: GINA SOTO CARVAJAL (COLOMBIA)
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Gina Soto Carvajal. Nací el 04 de octubre de año 1969 en Bosconia, Departamento del Cesar, Colombia.
Creció en la ciudad de Cartagena (Bolívar), de dónde se considera hija adoptiva. Alegre y amante del romanticismo, escritora de cuentos infantiles y mucho más, madre de tres hijos y apasionada por la escritura.
En marzo de 2024 partición en la XVI Convocatoria Cuento Factor Literario donde resulto ganadora con su cuento El Tío Salomón y su Bigote de Brocha.