Otra vez la visión borrosa dificultándole posibilidades de ver de cerca al enemigo. El espejo parece abrirse y cerrarse, distorsionar su rostro golpeado, latir como el corazón de un ciervo condenado a ser viejo y permanecer impune sintiendo cómo el tiempo lo carcome ya que ese es el castigo de los dioses -tan injustos, sádicos, rapaces- para sus ansiosos lacayos. Sensación de náusea cayendo sobre sus escrúpulos que imita la onda vengadora de una bomba nuclear explotando en el mismísimo centro del imperio que agoniza. El horror de sentirse impostor…
Leer más