COLUMNA DOMINICAL
LÁSZLÓ KRASZNAHORKAI (PRIMERA IMPRESIÓN)
Por: Julián David Rincón Rivera (Colombia)
Correo electrónico: electrónico: rinconriverajulian@gmail.com
La primera vez que leí y escuché su nombre fue al momento de ser anunciado el nobel. Hasta aquel entonces, no tenía ni idea de quién era Krasznahorkai. No había leído ni escuchado referencias suyas. No lo había escuchado nombrar ni mencionar de alguna persona, amigo o conocido. Tal parece, no estaba a la vanguardia de los movimientos literarios, y esto no me importó un bledo.

Fotografía; Escritor húngaro László Krasznahorkai, premio Nobel 2025 / Nobel Literatura
Al momento de ser anunciado el nobel, me enteré de que era húngaro, como Márai, y eso me agradó. Leí algunas reseñas, un par de opiniones. La crítica habla mucha mierda, un tecnicismo duro, corrosivo, áspero, difícil, que lo único que pretende es la “credibilidad de las opiniones”. Yo ya no me fio de esas “opiniones”, así que lo mejor era hacerme con mi propia opinión, pero en mi lista tenía otras prioridades, sin embargo, el librero me presentó una oferta especial: tres libros de Krasznahorkai, el nobel de literatura, con un 20% de descuento. No pude resistirme a la oferta, así que gasté casi 200 mil en los libros. En casa, los dejé en el escritorio, a un lado de la lectura que estaba leyendo y la que tenía pendiente. No le di a Krasznahorkai la prioridad que tal vez merecía, y eso está bien. Creo que la mejor manera de leer a un escritor por primera vez es sin expectación alguna, sin referencias, sin esperanzas, anhelos, ni opiniones previas.
No sé por qué escogí Melancolía de la resistencia como mi primera experiencia. Tal vez porque el título y la portada del libro no me decían nada, en comparación con las otras dos novelas, que algo me insinuaban, y prefería comenzar con lo más ligero, lo más suave, lo más sencillo. O puede que simple y llanamente no entendiera lo que el título y la portada me querían decir.
¿Era yo el problema?
Parecía un tanto indiferente y apático con Krasznahorkai. No tener ninguna referencia suya previa me desconcertaba de una manera extraña. Por regla general, me decanto por un escritor a razón de referencias de otros escritores. Así es como he hecho mi historia como lector, a punta de referencias de esos que más me gustan, inquietan y sacuden. Estos, en comparación con los “críticos”, casi nunca fallan. Detrás de un loco o desesperado suele haber otro peor de loco o desesperado, o ambas cosas, y eso está muy bien. De Krasznahorkai no sabía nada, solo que era el nobel de literatura y, para ser sincero, eso no es gran cosa, o no para mí. Tal vez sea esa antipatía por el “reconocimiento” lo que afecta mi infundada opinión de Krasznahorkai. Se sobreentiende que un nobel es “bueno”, por el simple hecho de ser nobel. Es lógico que un nobel encante de una u otra manera, es como ir a la fija, asegurar, con ellos nunca se pierde, casi nunca fallan, y eso creo le quita misterio, encanto, mérito y poder a su espectro narrativo. De los que más me gustan algunos son nobel, pero no todos. Curiosamente, tiendo a apreciar más a los que son buenos sin la necesidad de un reconocimiento. Así pues, Krasznahorkai tenía “todas las de perder”, por decirlo de alguna manera.
Las primeras páginas me ofrecieron algo escurridizo, truculento, con cierto grado de complejidad a la cual me costó un poco adaptarme. Uno sabe, de cierta forma, por qué un nobel es nobel. Aunque no creo ser capaz de describirlo con facilidad, es una certeza que está allí, presente en la lectura, en la narrativa, en el rastro y eco que el libro deja al ser leído. No digo que Krasznahorkai sea nobel porque es complejo, sin embargo, la complejidad está presente, se palpa, se siente en la estructura, en el ritmo, en la cohesión, en la sintaxis. Yo lo supe reconocer por dos razones. En primer lugar, mi gusto y predilección por los relatos. En estos textos, se sigue lo que yo llamo “el método Hitchcock”: relatos rápidos, dinámicos, que van a lo que van, sin rodeos o especulaciones. Personajes decididos, que no piensan mucho, sino que actúan. La acción es la prioridad, es la norma, es el pilar fundamental de su estructura creativa, en consecuencia, encontramos textos rápidos, dinámicos, de lectura rápida, fácil, amena, un tanto despreocupada. De igual forma, antes de Krasznahorkai, venía con una buena dosis de este tipo de textos, así que no es de extrañar entonces que mis lecturas previas sirvieran, de alguna forma, a desarrollar esa “resistencia” inicial a Krasznahorkai. Así pues, Krasznahorkai no sería el escritor que recomendaría a un lector cualquiera ya que, si así lo hiciera, se corre el riesgo de que el lector se pierda con facilidad y, en consecuencia, abandone a Krasznahorkai. Para este, es necesario ser un lector asiduo, de costumbre, de maña, de gusto y costra formada con el tiempo. No es de esos escritores que uno puede leer ligeramente, de forma rápida, ágil, desatenta. Si se quiere llegar a entender y, en consecuencia, disfrutar, gozar, sufrir y vivir la lectura, el lector debe entregarse a ella con algo más que simple curiosidad. En mi caso, apliqué lectura concentrada, atenta, juiciosa, lenta, pausada y en voz alta que modificó por completo ese sentimiento inicial de resistencia. Ahora, me movía con la lectura, la sentía palpitar en cada frase, cada oración, cada signo de puntuación. La vivía, la sufría, la gozaba. En ese entendimiento mutuo entre escritor y lector, encontré su estilo narrativo marcado por un grado de “maestría” que me recordó a Nathaniel Hawthorne, concretamente en su letra escarlata. Una narración donde cada párrafo, cada frase, cada oración, cada palabra, cada letra, cada sílaba, cada elemento de puntuación y ortográfico parece encajar a la perfección en la dinámica secuencial que es el texto. Pareciera como si la narración fuera un estudio juicio, esmerado, trabajado, dedicado, repetitivo y casi obsesivo para llegar a esa maestría.
Ahora bien, pareciera entonces que para leer a Krasznahorkai se necesitara mucho, pero la realidad es que solo es necesario un único elemento. Sin embargo, ese elemento puede ser una de las principales carencias y limitantes de nuestra sociedad: la atención, que cada vez es más dispersa, menos enfocada, que se disipa con facilidad dada la cantidad de distracciones y estímulos, que no dura lo suficiente como para disfrutar realmente de algo significativo, y que parece se pierde en el tiempo a medida que el desarrollo tecnológico sigue avanzando. De igual forma, varios estudios han demostrado un ligero aumento en el diagnóstico de trastornos de déficit de atención. Krasznahorkai, en este sentido, parece dejar expuesta a la sociedad y su poca capacidad para la atención. Lo hace provocando a la vez que exige al lector. Si se quiere disfrutar realmente de sus novelas, es necesario tener los cinco sentidos en ella para poder llegar a disfrutarla, sufrirla, gozarla y vivirla auténticamente en su truculenta complejidad. Krasznahorkia no quiere un lector pasivo, que se mueve con facilidad, ligereza y despreocupación por la narración. Quiere que el lector haga parte activa de la misma, lo exige, lo pone a prueba, a ver qué capacidad de aguante tiene, y si este es lo suficientemente dedicado, atento y esmerado en la lectura, el escritor lo recompensa con la integración del lector en la novela, una experiencia única que el lector no olvidará con facilidad, y puede que incluso le guste, como fue mi caso.
AUTOR: JULIÁN DAVID RINCÓN RIVERA (COLOMBIA)
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Julián David Rincón Rivera, segundo de dos hijos, nacido en Bogotá, Colombia el 7 de abril de 1994. Profesional de Cultura Física, Deporte y Recreación.
Lector apasionado, escritor por elección, músico por diversión.
Cuenta con tres publicaciones antológicas con la editorial ITA, además de dos publicaciones en proceso, también de carácter antológico, con factor literario y la editorial mítico.
Con varias publicaciones en revistas de américa latina, encuentra en la escritura el mejor sustento para su vida.
Instagram: @relatero_literal
