A través de la ventana observaba la ciudad; bulliciosa y galopante. De manera apresurada muchas almas caminaban por la carrera séptima, cada una de ellas haciendo la tarea diaria, de vivir y construir su destino. Mientras jugaba a imaginarme los pensamientos de cada hombre y mujer de esa ruidosa selva, oía los sonidos secos de la ronca voz de aquella doctora diciéndome el libreto a seguir con los cuidados que debería tener si quería que mi vida cumpliera el limite de tiempo que ya tenía establecido.
Me despedí de ella, y continuaba aun dándome las ultimas recomendaciones. Insistía en prohibirme la mortal combinación (según ella) de la coca – cola (así fuese Zero) y el chocorramo, advirtiéndome jocosamente que cada vez que consumía esa dulce combinación, la cual era exquisita para mí, acortaba las horas para mi seguro encuentro con la Parca.
Sali del consultorio cayendo ya la tarde y fui tan obediente que entré a la primera cafetería que encontré y pedí mi mortal y deliciosa combinación. Fui en busca del Transmilenio, más me detuve un momento en el puente de la Calle 26 con Séptima junto al imponente edificio Colpatria. Me entretuve observando el atardecer. El ruido de los autos pasando por debajo del puente y los diferente colores de cada uno de los escenarios que hacen parte de este emblemático lugar me fueron hipnotizando y de un momento a otro todo fue silencio.
Como un flash, mi vida se transportó a una fiesta de cumpleaños. Sin entender que sucedía, escuche los destemplados acordes del “Happy Birthday”. Una celebración ajena, desconocida pero extrañamente cercana. Trataba de ubicarme, pero no lo lograba, hasta que se acerco ella. La cumpleañera, que entre sonrisas me preguntaba si ya me había tomado la cerveza para “traerme la otra” – Ni me había dado cuenta de que en mi mano derecha sostenía una botella ya vacía de “Cerveza Costeña”, la cual me fue rápidamente reemplazada por una llena. Mis ojos recorrieron aquel lugar buscando respuestas – ¿Quién era ella? – la cumpleañera – ¿Por qué me era tan familiar?. ¿Dónde diablos estaba?.
Uno de los invitados grito, mientras hablaba por un teléfono de disco – ¿Cuál es el nombre de este barrio? – alguien dentro de la multitud grito – La Española – Al escuchar ese nombre, sentí una chispa e inmediatamente atiné a buscar la cocina – toda cocina tiene un almanaque, pensé – y efectivamente lo encontré, señalando – viernes 26 de noviembre de 1993…
Sobrevino otro flash y el escenario cambio, Me encontraba ahora en otro lugar, una oficina, la cual si era bastante familiar para mí. Se abrió la puerta de golpe y entro ella preguntándome -¿es verdad que vamos a almorzar acá? Un descomunal temor se apodero de mi – Por Dios – ¿Es esto una pesadilla? – ¿Qué significa todo esto? – Pensando en la fiesta de cumpleaños en la cual hace tan solo unos minutos había estado tome el almanaque del escritorio, tan solo para comprobar la fecha, ya que ella, esa oficina y todo lo que allí sucedió lo tenia perfectamente grabado… y si, efectivamente, miércoles 8 de septiembre de 1999. Deje caer el almanaque y sentí un frio tan intenso que se disipo solamente cuando ella me tomo de la mano y me dijo – sentémonos entonces, hablamos y vamos almorzando – hacia años que no veía esos azules ojos – que hermosa es y cuanto la amo – fue lo ultimo que pensé antes que todo se volviese oscuro nuevamente…
Señor, señor – ya puede pasar… -se siente bien señor –exclamo una mujer vestida totalmente de blanco. Sentí paz porque creí hallarle explicación a todo lo que me estaba sucediendo… la cita con la parca se había consumado, el vaticinio de la doctora se había hecho realidad y la dulce combinación (chocorramo, coca – cola zero) al fin había hecho de las suyas.
Pero no, cerré mis ojos, tomé aire, los abrí nuevamente y vi camillas y sillas de ruedas, médicos y enfermeras – mierda, estoy en un hospital -¿ahora que será? – ¿ahora que paso? – ¿dónde estoy? – la enfermera que me había llamado inicialmente nuevamente lo hacía, desde una habitación, diciéndome que ya podía pasar… Camine lentamente preguntándome quien estaría allí… fue cuando empecé a escuchar el llanto de un bebe… un llanto que se me hacía tan familiar. Nuevamente el frio y el terror me invadieron y en mis adentros solo atine a pensar -esto no es posible, a ella la conocí cuando tenía nueve años… Agarre del brazo a un médico que pasaba por mi lado y le pregunte… ¿Qué fecha es hoy? –11 de mayo señor –me respondió. Le pregunte de nuevo -¿del año 2000? – atino a decirme que si mientras me indagaba si me sentía bien… Llegue a la puerta de aquella habitación y vi nuevamente esos ojos azules cargando en sus brazos a una recién nacida… Ella se sonrió y musito – Ven y conoces a nuestra hija… – Caminé sabiendo que la primera imagen que tenia de mi hija fue cuando la conocí a sus nueve años – Me preguntaba que clase de sueño era este, que era lo que estaba pasando – Empecé a caminar hacia ellas mientras mi corazón se agitaba y palpitaba de manera acelerada y por dentro solo atinaba a decir… Padre Nuestro que estas en los cielos….
CONTINUARÁ
AUTOR: MUNEVAR (COLOMBIA)
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Carlos Eduardo Rodríguez – Munevar. nació en Bogotá (Colombia). Creador del Espacio Digital Escritores Rebeldes. Director Ejecutivo y Comercial. Encargado del manejo de los Portales y Redes Sociales.