La humanidad, una vez en la cúspide de la tecnología y la civilización, había caído en un abismo oscuro de decadencia. El colapso ecológico no llegó como una catástrofe repentina, sino como una lenta agonía que duró siglos, sin que los hombres tomaran medidas. Los océanos tomaron posesión de las veredas, los bosques murieron, y las ciudades brillantes se convirtieron en esqueletos de concreto y acero, abandonadas a merced del viento y la arena. Las grandes naciones llegaron al punto de ser incapaces de detener su propia autodestrucción, se fragmentaron en pequeñas comunidades, cada una luchando por sobrevivir en un planeta moribundo. Pero en medio de esta desolación, surgieron dos sociedades que ofrecían promesas muy distintas para el futuro de la humanidad: Edenia y Exodus.El primero era un oasis en medio del desierto, una comunidad construida alrededor de un lago artificial que brillaba con un resplandor esmeralda en un mundo perdido. Lleno de árboles frutales, jardines verticales cubrían las paredes de los edificios, y el aire estaba lleno del zumbido de abejas y el canto de aves. Para los habitantes de Edenia, la clave para salvar la Tierra estaba en restaurar el equilibrio perdido, en armonizar la tecnología con la naturaleza.
María de Lys, una joven científica de Edenia, una de las mentes más brillantes de su generación. Con su cabello rizado recogido en un moño desordenado y sus ojos llenos de determinación. La esperanza se veía amenazada por las crecientes tensiones con Exodus, la otra gran potencia de lo que quedaba de la humanidad. Exodus, en contraste con Edenia, era una ciudad-estado fortificada, construida sobre las ruinas de un antiguo centro urbano. Sus habitantes vivían bajo la ley marcial. La ciudad estaba rodeada de muros altos, vigilada por drones y patrullada por soldados equipados con armamento. El líder de las fuerzas especiales de Exodus era Gideon Bass, un hombre duro como las uñas. Para él, la única forma de garantizar la supervivencia era a través del control absoluto y no confiaba en nada que no se pudiera controlar.
Un día, Gideon recibe la orden de secuestrar a los científicos de Edenia para utilizar su conocimiento en beneficio de su ciudad-estado. Gideon, acompañado por su escuadrón de élite, se infiltra en Edenia durante una noche. Utilizando tecnología de camuflaje, los miembros de su escuadrón avanzan imperceptibles ante la mirada de los sistemas de vigilancia. Mientras tanto, María trabaja absorta en su laboratorio. Las alarmas comenzaron a sonar en toda la ciudad. Los sistemas de seguridad de Edenia habían detectado la presencia de los intrusos, pero era demasiado tarde.
Gideon y su equipo irrumpen violentamente en el laboratorio. Pero antes de que pudieran capturarla, una figura aparece en la puerta: Lía Amarna, una mujer que había vivido en los Territorios Baldíos, las zonas del planeta que pocos se atreven a explorar. Lía había llegado a Edenia como refugiada, huyendo de su pasado que aún no había compartido con nadie. Por sus habilidades le asignaron ser ayudante de María. En el momento que aparece, se dio cuenta de que María corría peligro. Con una velocidad propia de una chita, que había desarrollado en los incontables escapes de pandillas salvajes y los mismos soldados de Exodus. Lia activa un campo de fuerza que separa a la científica de los soldados de Exodus, pero no antes de que Gideon lograra dispararle a la científica un dardo tranquilizante que impactó en su brazo.
María por el shock cae al suelo, inconsciente, Lía y María desaparecen en un destello de luz. Cuando María recupera la conciencia, se encuentra en una cueva subterránea, rodeada por antiguas máquinas. Lía cura la herida de María con un dispositivo portátil. La científica intentó hablar, pero Lía la detuvo con un gesto…
«Parece que estamos en una instalación oculta», explicó la muchacha en voz baja.
María, aún aturdida, miró a su alrededor. La cueva estaba llena de terminales de computadora, pantallas holográficas y dispositivos de terraformación, herramientas diseñadas para reconstruir un ecosistema. Era la tecnología de la que Lía había oído hablar en leyendas. Mientras tanto, en Exodus, Gideon estaba furioso. El consejo supremo le llamó la atención; había fallado en su misión, y su reputación estaba en juego. Sabía que María y Lía debían estar escondidas en algún lugar cercano, y estaba decidido a encontrarlas. Lía, mientras tanto, cuenta la verdad sobre su pasado. Había sido un soldado de Exodus, pero había desertado después de presenciar las atrocidades que su propio gobierno había cometido. Vagó por los Territorios Baldíos, buscando redención, hasta que encontró la antigua instalación donde se encontraban… Y comprendió que la verdadera batalla era contra la destrucción del planeta. Ellas llegaron ahí, gracias a que Lía aprovechó los sistemas del laboratorio para crear una señal de teleportación que las sacó del laboratorio.
Gideon y sus soldados rastrearon la señal teleportadora y encontraron una cueva, listos para asaltar el lugar. Pero antes, Lía se da cuenta y encara a Gideon. Se miraron fijamente.
Lía habló primero: «Gideon, esto no es una guerra para ganar con armas. La tierra está muriendo, y nosotros somos los últimos responsables. ¿No ves que Exodus solo está acelerando nuestra destrucción?».
Gideon, con su revolver apuntado a la muchacha, reflexiona.
«¿Qué necesitas que haga?», preguntó en voz baja.
La mujer aliviada, aliviada, le explica el plan. Luego, con la ayuda de Gideon y sus soldados, María activa las máquinas de terraformación. Los dispositivos emiten una pulsación que se extiende por todo el planeta, comenzando el proceso de regeneración. La tierra, una vez un desierto estéril, comenzó a sanar. Los páramos se convierten en valles verdes, con riachuelos y árboles.
Mientras las máquinas trabajaban, la instalación comenzó a colapsar con la presión de una tierra sanando. Gideon ordena a sus hombres salir del lugar, pero Lía se queda atrás para asegurar que María tuviera el tiempo suficiente para completar el proceso. En su último momento, Gideon, saliendo de la cueva, mira a su antigua enemiga. Se miraron con una comprensión silenciosa. Sabían que habían hecho lo correcto.
Finalmente, María escapa de la cueva justo cuando el techo se derrumba. Cuando lograron emerger a la superficie, el cielo, que antes era gris y opaco, ahora mostraba destellos de azul. El aire, una vez lleno de polvo y cenizas, comenzaba a purificarse. La regeneración del planeta se estaba realizando; ahora, ¿era posible la paz entre Edenia y Exodus? … Yo creo que sí. Solo tenían que ver a María, Lía, Gideon y los soldados viendo absortos por primera vez en sus vidas el milagro de la vida surgiendo; abrazados celebrando ver lo que solo imaginaban o escuchaban de oídas.
AUTOR: FRANCISCO ARAYA PIZARRO (CHILE)
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Francisco Araya Pizarro. Nacido en 1977 en Santiago de Chile, Artista Digital, Diseñador Gráfico Web, Asesor en Marketing Digital y Community Manager para empresas privadas y ONGs asesoras de las Naciones Unidas, Crítico de Arte, Cine, Literatura, además de Investigador. Y Escritor de Ciencia Ficción, donde en su blog comparte sus relatos cortos en: www.tumblr.com/franciscoarayapizarro