SEMILLAS DOMINICALES – Columna del escritor colombiano Luis Alfonso Pérez Puerta – Encuéntrela cada domingo en el portal web (escritoresrebeldes.com) y en las redes sociales de Escritores Rebeldes.
SEMILLAS DOMINICALES
EL ÚLTIMO ESCAPE
Por: Luis Alfonso Pérez Puerta (Colombia)
Correo electrónico: adrianlevi149@gmail.com
Mientras me abría paso por las calles, la basura era lo único que mis ojos veían, una alfombra de desperdicios que se extendía sin fin. ¿De qué servía que los recolectores hubieran pasado? Parecía que a nadie le importaba, ni el barrio, ni la ciudad, ni siquiera nuestra propia tierra. El aire era un asalto constante: olores nauseabundos se mezclaban con el estruendo incesante de la ciudad. Mis sentidos, ya de por sí limitados, se rebelaban. El olfato se contraía, los ojos se cerraban, y mis oídos, que ya no podían más, clamaban por un momento de silencio. No había nada placentero, “nada que ver, nada que oír”, ni saborear o, mucho menos, oler.

De repente, la oscuridad. Cuando volví en sí, me encontré en una clínica, rodeado de rostros desconocidos y el penetrante olor a desinfectante. Unos profesionales vestidos de blanco se acercaron con la intención de ayudarme, pero el hedor químico me invadió, provocando un instinto primitivo de huida. Me levanté de golpe, empujando la silla y corriendo hacia la puerta. Ignoré los gritos y las manos extendidas, mi único objetivo era escapar de ese lugar y de la ciudad que me asfixiaba.
Corrí sin rumbo fijo, las calles cada vez más estrechas y el aire más denso. La desesperación se apoderó de mí, y fue entonces cuando, al doblar una esquina, un resplandor inusual me llamó la atención. Una pequeña puerta de madera, casi oculta entre dos edificios ruinosos, emitía una tenue luz azul. La curiosidad superó al miedo y, sin pensarlo, abrí la puerta.
Lo que encontré al otro lado me dejó sin aliento. No era un callejón, ni un patio trasero, sino un vasto jardín cubierto de un césped de un verde vibrante, salpicado de flores de colores que nunca antes había visto. El aire era fresco y puro, perfumado con la dulce fragancia de las flores. Un río de aguas cristalinas serpenteaba a lo lejos, y el sonido de pájaros cantando reemplazaba el estridente ruido de la ciudad. Era un paraíso, un oasis escondido, la antítesis de todo lo que había conocido.
Me adentré en el jardín, mis pasos lentos, como si temiera romper el hechizo. La sensación de paz y tranquilidad era abrumadora. Las flores, de pétalos aterciopelados y colores imposibles, invitaban a ser tocadas. Inhalé profundamente, y por primera vez en mi vida, el aire no me quemó la garganta, sino que me llenó de una euforia inesperada. Miré hacia atrás, pero la puerta había desaparecido, como si nunca hubiera existido.
No sabía dónde estaba, ni cómo había llegado allí, pero una cosa era segura: había escapado. Había encontrado mi refugio, mi verdadero hogar. Me tendí sobre la hierba suave, el sol acariciando mi piel y la melodía de los pájaros arrullándome. Finalmente, mis sentidos, liberados de la carga, se abrieron por completo a la belleza que me rodeaba. Ya no había basura, ni olores nauseabundos, ni ruidos ensordecedores. Solo paz. Y supe, con una certeza absoluta, que nunca volvería.
“Nada que decir”.
LUIS ALFONSO PÉREZ PUERTA (COLOMBIA)
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Luis Alfonso Pérez Puerta (Colombia) es Comunicador Social – Periodista, actor y escritor. Ha participado en diversos talleres literarios en Medellín, entre ellos el Taller Literario Aquileo, del Parque Biblioteca Belén y la Biblioteca Comfenalco. Seis poemas publicados en la antología de los talleres literarios Libro Árbol IV (Comfenalco, 2003). Su poesía y narrativa también han aparecido en revistas digitales como Escritores Rebeldes y en medios como El Correo.co y El Espectador. En 2024 participó en el Festival Internacional de Poesía del Valle del Río Grande (Texas, EE.UU.), con la publicación en una antología en PDF del poema: “Con aroma de café”. Autor de relatos breves, columnas de opinión y ensayos, concibe la literatura como un espacio de memoria, sensibilidad y resistencia, donde la palabra ilumina el instante y proyecta la esperanza.