#TerrorRebelde
RONQUIDOS
AUTOR: FERNANDO VANEGAS MORENO (COLOMBIA)
Se sentía asqueada, como si toda la podredumbre de la ciudad se hubiera pegado a su piel.

La noche anterior, buscando algo de diversión, decidió obligada acompañar a su compinche a un bar muy visitado por ellas dos. No era la primera vez, problema no existía…, llevaba mucho tiempo sin salir, por eso, y ante una perdida cercana que le ahorcaba el alma, vistió su blusa favorita, se enfundó en su jean azul, el más viejo pero el más preciado, calzó sus botas, agarró su chaqueta y salió. Diana, una mujer joven con experiencia en mil andadas, conocedora profunda de los secretos de la noche, abstemia por decisión y rockera de corazón, se despidió entonces de su perro, observó con rapidez la entrada de su casa y la calle donde esta se ubicaba, y saludo con un abrazo a Liliana, la compañera de aventuras esa lunada; no demoró mucho un taxi en recogerlas y entre la actualización de chismes de esa semana, las canciones de Ismael Rivera que se escapaban del radio del vehículo, y las carcajadas presentes en esos instantes de frescura, no tardaron en llegar a CIRROSIS, nombre muy diciente para los amantes del género en la ciudad. La promesa de esa noche era conocer a alguien; Liliana le había hablado maravillas del tipo: que muy inteligente, interesante a morir, un caballero, y di-vi-nooo (en sus propias palabras).
El tiempo que siguió, desmentiría todo lo dicho.
Tan solo entrar y la máscara empezó a decolorar. Un grupo de cuatro especímenes que se hallaban conversando al fondo del lugar, tan pronto las vieron llegar y ante la seña de Liliana que eufórica levantaba los brazos llamando su atención, fueron suficientes para que nuestros mareados protagonistas se acercaran con prisa cual piara enloquecida a donde las chicas trataban de ubicarse. Por el tufillo delator y ese olor penetrante a tabaco, era claro que ya llevaban tiempo ahí…, Diana, nunca acostumbrada (menos en una primera reunión) a manifestaciones que pasaran más allá de un “hola”, no pudo evitar, aunque trató, la lluvia de abrazos y besos a la mejilla procedentes de ese cuadro de llevados que, a Liliana, por el contrario, le pareciera de lo más normal. Procuró conservar la calma, no pensaba arruinar la noche por sus arranques de puritana, tal vez era solo una equivocada percepción del momento -pensó-
En esa escena un tanto tragicómica, resaltaba Camilo, el más audaz (¿o atrevido?) de ese combo. Una mirada de Liliana, le bastó para entender que “ese” era su adonis prometido. Alto, de cabello largo, nada fuera de lo común, la inteligencia y lo interesante no aparecía por más que buscara y lo bonito, bueno, eso se ocultaba bien, muy bien, tras la borrachera tan marcada que el “divino” mostraba a esa hora.
Intentaba disfrutar la música y el lugar, pero era imposible. Desde el saludo se convirtió en su sombra, el acoso era más que fastidioso; la seguía a todas partes, no le apartaba la vista a donde ella se moviera, no entró al baño de damas con ella solo por que era prohibido, de lo contrario…, incluso trataba insistentemente que bebiera del mismo vaso lleno de licor barato que él como poseído, encadenara a su mano. Era sin lugar a duda, una de las peores noches de su vida. Llegada la media noche buscó a Liliana y en un descuido miccional del beodo aquel, le rogó para ausentarse, pero no, ella estaba en su ambiente, nada ni nadie lograría apartarla del desenfreno en que se fundía en ese momento.
Trató de sobrellevar la situación, acudiendo a los servicios con mayor frecuencia, simulando conocer y saludar a alguien e incluso, usando el viejo truco de hacerse la dormida, pero que va, Camilo era un reflejo no deseado que siempre estaba allí. La cosa se puso peor: en esa algarabía y buscando tomar aire en medio de esa macabra obra teatral, salió a la calle y buscó la soledad de alguna esquina cercana, cerró los ojos y aspiró profundamente buscando el aliento que hasta esa hora le faltara. Al abrir los ojos él estaba ahí, parado frente a ella, el terror fue más grande que cualquier reacción, quedó paralizada, nada pudo hacer. El ebrio aquel la tomó fuertemente por los hombros, la sacudió en medio de frases que ni la soledad entendió y, con culpa más no con intensión, su cigarro quemó una de las mangas de la chaqueta que ella tanto apreciara.
Sin saber como y luego de reponerse al primer susto, gritó con fuerza y logró zafarse de algún modo, sus alaridos llamaron la atención de los amantes de la oscuridad y una carrera sin pausa hacia el antro aquel, dieron fin a ese momento fatídico de una mala novela gótica.
En vano busco a su compañera, la había abandonado a su suerte, la furia la invadió y un cargado hijueputazo, bastó para bautizar a Liliana de ahí en adelante…,
Ahora ya en la ducha, con las luces y el sol de la mañana, armaba la película en su cabeza con todas esas imágenes que se agolpaban de repente, el agua y el jabón, aunque abundantes, no lograban quitar esa sensación de suciedad que la atormentaban; tomó de la misma ducha, varios tragos de agua para quitar el sinsabor. Descubrió que ya poco quedaba de ese frasco de loción corporal y que ni un rio sería suficiente para limpiar sus vacíos, ahora entre sollozos, volvía a insultar mentalmente a la barragana aquella que la pudriera en olvido, no le hablaría nunca más.
Cerró la llave con cuidado, tomo la toalla en silencio y en un mutismo aún más grande, se secó despacio. Envolvió su cuerpo en una bata e igual, sin hacer el más mínimo ruido, se miró al espejo…, unas ojeras enormes y un cansancio reflejado era lo único que percibía. No, no podía, alborotar la calma…, podría interrumpir los ronquidos de Camilo, que cómodamente reposaba en su cama.
AUTOR: FERNANDO VANEGAS MORENO (COLOMBIA)
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Fernando Vanegas Moreno, Nació en Bogotá (Colombia). Periodista egresado de la Universidad Los Libertadores. Escritor y consumado estudioso de la historia de Colombia. Fundador de la Revista Literadura. Asesor y colaborador permanente del Blog Idiota Inútil y de Escritores Rebeldes.
