Existía un padre amoroso, encantador, bondadoso y compasivo, que amaba, cuidaba y protegía la vida de sus hijos y supuestamente hasta su propia vida daría por su inmenso amor.
Pues bien, ese padre un día cambio.
Tomó a su hijo, lo enclaustro, colocó fuertes cadenas alrededor de su cuerpo y su cabeza condenándolo al más doloroso y aterrador tormento.
Dia y noche, a todo momento le infringía severos castigos, quebraba a golpes sus delicados huesos. Piernas, órganos y cabeza eran el blanco perfecto para golpear. Los gritos, lamentos y súplicas se escuchaban desde lejos.
La madre, esa madre que no entendía lo que sucedía, imploraba de rodillas que parara ese tormento, suplicaba, demandaba, rogaba. Todo era en vano, ese padre no escuchaba, antes bien, con más violencia atacaba a su hijo.
Los primeros días permitía que probara algún tipo de alimento, después se fue volviendo más y más perverso. Ya no aprobaba que tragara ningún alimento y en muy pocas ocasiones dejaba que bebiera cualquier líquido.
Enviaba seres malignos para que lo atormentaran, le aprisionaran las piernas y brazos con muchísima fuerza, le propinaran fuertes golpes en la cabeza, de modo que, esa frágil cabeza continuamente recibía golpes y no dejaba de moverse. Los gritos que se escuchaban eran desgarradores y aterradores.
La madre, su amorosa madre no tenía consuelo, el día y la noche para ella eran iguales, una continua agonía donde las lágrimas no simplemente eran agua salada, sus lágrimas eran vivas, salidas de sus entrañas, de su alma y corazón.
Fueron 67 días de una agonía colectiva, su madre, hermanos, hijos, esposa, familia y cuantos lo conocían, no dejaban de suplicar que ese castigo injusto cesara, que fuera renovado, saneado y limpiado el hijo en cuerpo y alma.
Pero nada hizo cambiar los planes del perverso padre, y luego de ese tiempo ese hijo amado murió.
De ese hombre joven, guapo, amoroso y trabajador nada quedó.
Y para ese padre, asesino, parricida y criminal no hubo condena alguna.
Y sigue en este mundo fingiendo que, si ama, engañando a las gentes, haciéndolas creer que él ama a sus hijos y los cuida también.
Pero esa madre que sin su hijo mayor quedó, nunca olvidará a ese malévolo padre que se complace en infringir castigos sin ningún tipo de razón.
AUTORA: AMPARO ÁLVAREZ, TOTY (COLOMBIA)
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Amparo Álvarez – Toty, colombiana, nacida en Río de Oro departamento del Cesar. Hija de Roberto Álvarez y Victoria Barbosa. Egresada de la Universidad Francisco de Paula Santander, seccional Ocaña. Licenciada en educación Básica con énfasis en Humanidades y lengua castellana. Casada a la edad de 18 años. Tengo escritos cuentos, poemas y relatos, la mayoría basados en anécdotas vividas.