Pálido Velo; Onírico Rosa – (Acto Uno * Segunda Parte)
T:
Impulsado por un deseo puro nacido del corazón, mordió su labio inferior con las palabras prodigadas por aquel rey que se decantaba con ser suyo en el cielo y en la tierra, estaba más que claro que le habían brindado permiso para continuar con sus maniobras y su estrategia, tan ingenua que sólo en el momento en que se consumara se apreciaría la intención prodigada con todos sus sentidos a juego. Así con un movimiento exuberante de sus dedos, abarcó ahora con los colores de la noche, la lluvia y la luna los rasgos que conformaban el hermoso rostro de quién le hacía compañía en esos preciosos momentos; dejaba líneas en cada espacio que veía de manera dulce y esmerada, formando nuevas figuras.
Delineó sus dedos, desde la frente, pasando el puente de su nariz, descendiendo por sus labios hasta detenerse en su mentón, siendo equilibrado en lo que ejecutaba con mucha dedicación perpetua; y cuando culminó dio suave besos a esos labios encantados, preso de ellos, con un vaivén lento y virtuoso con el que atrapó parte de su aliento antes de separarse de él al tiempo que apegó su cabeza contra la contraria, generando así una conexión profunda entre ellos, abrazando su rostro con ambas manos.
Las mismas descendieron hasta el resto de la indumentaria que vestía a ese poderoso pintor de otro mundo, para finalmente con un movimiento aguerrido y atrevido de su parte, el remover la misma para revelar la piel desnuda que componía el resto de su cuerpo esculturalmente bien formado, esbozando una sonrisa traviesa al ejecutar ese movimiento repentino. Sus dedos volvieron a remojarse en la pintura, para así continuar con su arte deslizándose por sus muslos así como por los costados que quedaron impresos con la grandeza de su imaginación. Sonreía ampliamente ante esto admirando como iba cobrando forma su obra de arte, deslizándose por cada recoveco que podía tocar.
Después de esto enlazó sus manos con las del contrario de manera cuidadosa, invitándolo a tocar la carne que albergaba su alma al apegar su mano contra el área central de su pecho, ahí donde asomaban latidos desbocados ante ese despliegue de sensualidad. Volvió a enfocar sus ojos de colores sobre los azules, a quiénes admiró profundamente tratando de leer lo que en su alma se había escrito desde su nacimiento, eran ojos que relataban sus historias a su manera. Su voz manó de forma sutil, tratando de hacer esa petición que estaba siendo albergada de modo inocente en su interior al tiempo que sonreía con calma, más con una emoción de poder hacer realidad un sueño que había vivido sólo en su imaginación. Le pediría a aquel ser entregarse de forma ilusionada, componer una canción juntos.
—Déjame ser uno contigo, mi rey, excelso poeta de otro universo vivificado, conviértete en el verdugo de mi carne y de mi alma, hazme estremecerme, quiero renacer entre tus brazos; conviérteme en tu instrumento más amado. En el amante que herede tu mundo, deseo compartir mi vida inmortal contigo, guardando tus sueños, y velando todo cuanto nace de tu corazón.
*
P:
La dulzura de esos labios como la infinita calidez de esas caricias que le brinda y siente como cada instante se cuela en lo profundo de su ser, estremeciéndose de un gran goce que va en aumento. Mantenía esa profunda mirada que lo hechiza más y sintiendo como plasma ese arte en su cuerpo que ahora es más expuesto, estando a su completa merced y mostrando la entrega antes dicha.
No sabía cómo reaccionar ante esas pinceladas que propicia los dedos ajenos y que se vuelven más osadas, avivándose un calor diferente desde otro plano que no espero resultara ahora, pero era aceptado ante esas palabras que le sacan más suspiros. ¿Era un sueño? Era tan perfecto para ser cierto, sorprendido sus manos acaricias las opuestas, presionándolas por un momento.
—Quieres llevarme a la gloria. Siento que moriré si toco esa alma tan pura. Sabes que si acaricio completamente tu ser no te soltare más. — Subió sus caricias ese torso donde los latidos de su ajeno eran galopantes y ahora de nuevo su frente en la opuesta para unos suspiros dar, besando la pequeña nariz de ese maravilloso ser que lo hace vibrar como nunca, que lo hace sentir tan vivo.
—Tocaré tu piel de tal manera seria como volver a la vida, como darle un sentido más valioso, sentirme único. —
Con lentitud sus labios recorren una de las mejillas y bajar a el fino cuello donde cortos besos fue dejando, aumentando los movimientos de esos labios que estaban en la cúspide del mejor de los placeres, saborea esa dulzura que lo llenaba; sus manos acompañan con lentitud tal hazaña por la zona de esas costillas tocándose la musculatura ideal. La de un esbelto hombre que lo tenía en las nubes, volando como nunca lo ha hecho.
*
El apego de tan cálido ser lo ponía de una manera más osada, sin imaginar el poder llegar a tal punto y menos el pedido del contrario al que con suaves besos abordaba en la piel de ensueño. Sus manos caen por esa cascada tan intensa que llega a una zona no explorada y donde se atrevió a descubrir con leves caricias, como si fueran dos imponentes montañas sobre su regazo.
—Mi bella flor, este no es el jardín donde deseo te muestres ante mí… —susurró en lo que una niebla fue apareciendo, como si lo demás se perdiera. La pureza de una alcoba esta frente a ellos y este sentado en un amplio sillón de estilo victoriano, como su fueran reyes de ese mundo donde solo ellos habitan, donde explorarían lo más íntimo de sus almas.
Tras decir aquello y revelar este nuevo lugar sonrió amplio robando unos besos de esos labios.
— ¿Te gusta?.., ¿te sientes cómodo? —cuestionó.
*
T: Una pequeña estrella danzante nubló sus ojos, haciéndolos parecer más brillantes, más fulgurosos, ante ese despliegue de adrenalina que le invadía, ante esos besos que caían como cascadas por cada lugar toqueteado con inocencia genuina. Le escuchó atento, con el corazón desbocado, y aun abrazado a él, atraído por la grandeza que desprendía su ser hasta verse ubicados en el sillón donde antes se había recostado para ser pintado por aquel ser del otro mundo.
Su belleza no se extravió en esa muestra íntima, por el contrario, se instaló tan tenuemente que duró sólo un parpadeo, como una pequeña gota cayendo desde lo alto de dos pequeñas hojas hasta el riachuelo donde corrían hermosos sus suspiros a través de los ahora labios besados, explorados; correspondiendo a esos besos con vaivenes dulces convertidas en notas de música llenas de placer ya imberbe.
Los dedos se pasearon de manera cuidadosa por ese rostro de manera gentil, teniendo cuidado de explorar cada rincón, cada instante que se le presentaba, al mismo tiempo que le admiró con ojos profundos de colores cuando la pregunta se hizo presente ante ellos. Había ubicado sus manos contra los brazos del otro, que habría acariciado con gestos circulares, empleando sus dedos en el acto. Asintió con un gesto de su cabeza.
—Me emociona mucho ya saberme siendo tuyo, mi guardián del mundo místico. —Acarició y recorrió con sus dedos el puente de su nariz, descendiendo por la misma hasta instalarse en esos labios que colmó con caricias tenues. Hablaba en susurros, admirando largamente a aquel ser ante él. Le sonrió de manera dulce. —Confío en ti, me siento protegido con tu compañía, por tu poderoso ser y tu integra magia, mas admito que siento un poco de miedo, imaginándome para siempre perdido al ser colmado de la belleza que habita en ti; que renaceré siendo otro ser por la gracia de tu alma ahora bondadosa.
*
P: Se desplegaba un viento que hace bailar aquellas telas. Admira lo que cubría, una amplia cama que era adornada por unas rosas, creciendo en sus costados.
Se muestra tan blanca, tan suave, tan pura con almohadones del mismo tono que revelan la delicadeza de ese momento.
Sus labios se volvían tan sensibles ante la dulzura de su ajeno y sus manos tiemblan leve al sentir más la conexión de ese ser en plena entrega. El sonido de su voz, las caricias que le da, como si este fuera algo valioso y estremeciendo lo en su acto, sintiéndose tan importante.
Una sonrisa llena de alegría se mostró en las fauces y con una maniobra ágil de sus fuertes brazos alzó a su rey entre ellos para erguirse y llevarlo al paraíso frente a ellos.
El bailoteo de esas telas los acarició al pasar las mismas y estar la cama ya frente a ellos, dejando con suavidad aquel bendito cuerpo que adorno las purezas de sabanas con una belleza absoluta.
— No imaginas como mi pecho arde al verte de esta manera…— fue hasta el borde de la cama, buscando un mejor plano, admirándolo y se acercó con delicadeza a esos pies que tomó, donde unos besos dejo, en cada dedo mientras las yemas de los propios ascendió por la pantorrilla levemente marcada del ajeno.
—Quiero descubrir…el sabor de la perdición…el sabor de tu piel.
*
Aquel aroma y la presencia ajena, penetraron cada uno de sus sentidos, volviendo tan real y vívida la imagen propia del alma que se encontraba con él que un suspiro profundo se dejó escuchar en toda la habitación, uno embelesado y de anhelo cuando cayó en el lecho donde lo habían dejado reposar. No había inexpresión en su rostro, al contrario, un tenue matiz se hacía con sus pómulos haciéndoles parecer como un par de cerezas en proceso de maduración y sin que fuera posible el ocultarlo, mas la seriedad no le abandonaba del todo, aunque apenas había un rastro de ella. Se estremeció ante sus acciones y palabras, con un ardoroso candor instalado en sus pupilas dejándole hacer mientras la cascada de sus cabellos oscuros se desparramaba en esa cámara donde se rendirían ante su pasión desmesurada y genuina, ingenua como volátil. Al ver las rosas decidió tomar una de ellas y llevarla hasta su nariz para percibir el aroma que poseía, para después repasarla por una parte de su rostro.
Incorporándose levemente, ahora atendía con cada poro de su ser el poema que el escribían sobre él, haciéndole despertar del eterno letargo en el cual la mayor parte del tiempo se encontraba flotando; los mordiscos pincelaban su piel de alabastro dejaban diminutos lunares purpúreos siendo que su piel era bastante sensible a los toques ajenos. Y ante todo lo que allí acontecía, en esa habitación que inanimada les observaba, ambos intercambiaban secretos en silencio, pronunció con un suave susurro.
—Todo en ti es mágico, mi caballero de otro mundo, no dejes de colmarme de lo que arde en ti, deseo conocerte en todas las formas posibles, tu magia, tu ternura, todo lo que en ti acontece, todo lo que en ti nace, todo lo que en ti mana con el fuego intenso en el que fuiste labrado.
Dijo atreviéndose ahora, con su pie libre, a tocar la carne de su ser, extendiéndola por el área de su abdomen.Continuando con aquellos gestos, ascendió hasta casi el torso de su compañero, brindando una cálida lluvia de pequeños y suaves retoques tras los cuales su aroma quedaba grabado en la piel ajena. Y así, levantó su rostro unos momentos para mirarle de nueva cuenta, sonriendo traviesamente para él, leyendo su expresión con cautela y buscando signos de aprobación.
*
Admiraba esa fruta prohibida que se muestra de un color esplendido, un rojo que tentaba a la gula y la cual mostró al morder sutil la pantorrilla de su ajeno para así marcarlo con ese deseo a flor de piel. Su mirada se llenó de un fuego azul que fija se posó en cada expresión. Esas tentadoras facciones que se muestran más y más excitantes, descubriendo el goce de su accionar que va en aumento por esa piel. Descubría no sólo un nuevo sabor, que lo volvía más loco, si no el gusto de su ajeno por esas marcas que sus labios sedientos dejan en tan perfecto lienzo; lienzo expuesto completamente para volcar su arte.
Su rey no se quedaba atrás al sentir como lo acaricia y busca de él, sin negarse a aquello y aligerando su acción sube hasta quedar a su merced con esos labios que se curva de placer. Ese canto que entre ese lo más hondo de su ser.
—Un fuego que aviva tu voz…un fuego que siento desbordar ante tu sabor, sabor del cual me volveré adicto y ni hablar de tu aroma con el que me siento entumecido. Descubre todo de mí…me tienes desnudo del alma de una manera que nunca antes mostré…— su pecho latía con fuerza y sus labios acechan los impropios. —No hagas esperar a esta alma que buscó por tanto el verdadero sentimiento…ese que dices es amor. —susurró contra los rojos frutos que son esas carnosidades. —.Si exploras el fondo de mi mar, tú vives mi sueño. Y si miras mi corazón, te tomaré en mis brazos.
“¿Cómo quieres que te diga que por ti yo moriría? Mi vida te daría, finalmente y comenzando todo eres tú”. pensó
Continuara
Pálido Velo; Onírico Rosa – (Acto Dos * Segunda Parte)
AUTORA: VANESSA SOSA (VENEZUELA)
© DERECHOS RESERVADOS AUTOR (A)

Vanessa Sosa. Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Actualmente, ejerce como Docente en una institución. Es una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.
Correo Electrónico: sosa.Children.Of.The.Elder.God@gmail.com
Instagram: sinfonia.universal8
X (Antiguo Twitter): @SinfonaUnivers1
Blog: elcantardelaimaginacion.blogspot.com