Existe una isla en las cercanías de Puerto Aztur llamada Costa Bermeja. Un pequeño pedacito de tierra paradisíaco y soleado donde miles de turistas vacacionan cada año; no era de extrañarse que algunos peces gordos del crimen organizado, también fueran a tomar el sol en Costa Bermeja. Con una superficie de 211,2 km², la isla tenía entre sus habitantes (la gran mayoría), a holandeses y algunos jamaiquinos. Posiblemente, una de las islas más tranquilas de todo el Mar Caribe y eso el detective Hokusai lo sabía muy bien. Buscando un poco de tranquilidad, alejándose de la nublada ciudad de Puerto Aztur, el detective decidió tomarse unos días de descanso en aquella deliciosa tortilla caribeña.
Lactancio Lugo accedió a darle unos días a Hokusai para que refrescara su mente y tomara nuevas fuerzas ¿y qué mejor lugar que Costa Bermeja? Su rutina era muy mecánica pero efectiva: trotar muy temprano en las mañanas, desayunar, explorar la isla en las tardes, meditar en las noches para luego dormir. Cada noche desde su ventana, Hokusai observaba a uno que otro ricachón celebrar sus excesos junto a la orilla de la playa. Alcohol, sexo desenfrenado y música a alto volumen; cosa que cuando el detective no era atacado por el insomnio, buscaba dar caminar por los alrededores del cabo mirando la noche estrellada.
En una de esas tantas noches, el detective miraba a una silueta en la noche vagando cerca de unas enormes rocas a la orilla de la playa. El detective miró su reloj que marcaban las diez de la noche; alrededor no estaban los ricachones organizando sus holgorios. La silueta estaba un poco lejos, casi podía detallar que se trataba de un hombre de color pero la poca luz nocturna no le ayudaba. Se le veía errático ¿estaría ebrio? Es entonces cuando a lo lejos, el enorme faro del puerto es encendido y la luz giratoria comienza a hacerse visible; muy extraño que hayan encendido tarde el faro ¿no? el cuerpo cae al suelo y Ken Hokusai, que caminaba a paso lento por la arena decide correr hasta allá para auxiliar al sujeto.
-¡Oiga, oiga!-se acerca y observa un hombre de raza negra, vestido como turista. Su camisa desabotonada muestra una enorme herida de bala. El sujeto lucha por respirar hasta que finalmente muere.
Hokusai llama a la ambulancia. Minutos después se presenta la Policía Civil de Costa Bermeja. Un leve interrogatorio al detective. Es levantado el cuerpo y, así comienza otra vez otro caso fuera de Puerto Aztur; el fallecido respondía al nombre de Aduke Davies, un vendedor de bebidas tropicales muy conocido en la playa; esa misma noche el detective solicitó permiso al regente de la isla para que le permitiera ayudar en el caso. Lactancio Lugo se enteraría de esto: telefoneó a Hokusai para insistirle que tomara vacaciones tranquilas pero el japonés no le obedeció. Debes entender que la justicia debe actuar a tiempo y fiera de tiempo. Soy un hombre de acción, Lactancio. Al siguiente día el cuerpo de Aduke Davies fue cremado según los rituales de la religión autóctona de la isla, mientras Hokusai realizaba sus pesquisas en la playa. De día era común verlo hacerle preguntas a cada turista específicamente a los más adinerados.
En algunos casos recibió insultos o comentarios denigrantes por lo que Hokusai tuvo que hacer uso de sus puños para exigirles respeto; entre los interrogados estuvieron dos dueños de bares, algunas caras conocidas del crimen organizado de Puerto Aztur que vacacionaban en Costa Bermeja y un amigo cercano de Aduke Davies. El sujeto vendía productos afrodisiacos en la isla. Un amistoso hombre de raza negra llamado Van Jansen, de treinta y tres años.
-Aun puedo recordar cómo se esforzaba el buen Aduke por llevar comida a la casa,-agrega el negro mientras es interrogado en las cercanías al faro.-Pero ya sabe que cuando uno no es blanco y de ojos azules lo miran con desprecio. Fíjese que incluso Aduke no tenía problemas con nadie en Costa Bermeja, salvo los holandeses del bar Ámsterdam.
Ken Hokusai anota en una libreta mientras oye la declaración.
-¿Holandeses?
-Sí. Esos señores del bar Ámsterdam siempre le insultaban por su raza y Aduke Davies como era vendedor ambulante de bebidas no tenía un lugar fijo. Casi siempre lo echaban de algunas zonas cercanas a los bares donde algunos turistas de Puerto Aztur también vacacionaban.
Ken Hokusai recordó que todavía se respiraba el ambiente racista en el mundo. De hecho, los turistas todavía veían con inferioridad a los habitantes negros de Costa Bermeja; caso parecido sucedía con los holandeses adinerados.
-¿Dónde está ubicado ese bar Ámsterdam? Me pareció haber visto al dueño en una de las fiestas que organizaban los turistas.
Van Jansen, con su mirada triste a través de esos grandes ojos, señaló hacia la enorme masa de tierra que sobresalía de la isla. Un cabo más allá del puerto. Cuando Ken Hokusai se llegó hasta allá e intentó hablar con el dueño del bar, apenas hubo respuesta. Con mostrar la placa de policía, el hombre le dio una larga confesión de casi media hora. Entre otras cosas que Aduke Davies solía estar enredado con una mujer de la isla, esposa de un mafioso de Puerto Aztur. Posiblemente Aduke Davies complacía cada noche a la esposa del mafioso mientras este se iba de juerga con sus amigos en la playa. Tenemos un posible crimen pasional. Un enredo de amantes mezclado con algún personaje conocido de la mafia. Ese día en la tarde Hokusai se paseó por el puerto donde vio el oficio de vendedor de bebidas tropicales; un negocio muy informal que pagaba muy poco y, que al igual que Aduke Davies generaba el poco sustento de otras personas de color.
Fue a la oficina del regente de la isla para solicitar acceso a los datos de cuanto turista entraba a la isla. Hurgando en una inmensa carpeta, revisó cada apellido de las familias adineradas de Puerto Aztur; alguno que otro nombre relacionado con la mafia pero nada confiable. El apellido Parmigiani. Vico Parmigiani, o como le decía en Puerto Aztur Heliogábalo; un hombre gordo de nariz aguileña y típico rostro de italiano triste. Cada año vacacionaba en Costa Bermeja. Por medio de unas llamadas telefónicas al hotel donde se hospedaba Heliogábalo, Ken Hokusai se llegó al único resort fastuoso de Costa Bermeja; la imponente estructura de diez pisos con vista al infinito mar, rodeado de palmeras y espesa vegetación caribeña. La tarde se iba convirtiendo poco a poco en noche pero, había algo que tenía en incertidumbre al detective: el faro se encendía muy tarde. El silencioso japonés mostraba su placa a un lujurioso hombre que se bañaba en una piscina junto a dos voluptuosas mujeres. Un tabaco en su mano derecha, una botella en su mano izquierda.
-Detective Arquímedes…
-Ken Hokusai. Departamento de Policía de Puerto Aztur.
El hombre mostraba una sonrisa burlona mientras ordenaba en italiano a sus damas de compañía a que se fueran:
-No viene de visita muy a menudo, mi amigo japonés. La isla le parece bien…Dolce far niente ¿no?
-Veo que su esposa no está muy a gusto con su vida sexual.
-¡Cállese, maldito! No le incumbe mi vida…
-Claro que incumbe, señor Vico Parmigiani o como le llaman sus amigos matones Heliogábalo. Su esposa está en la recepción del hotel. Ya me habló de todas sus infidelidades (y vaya que son muchas), pero en el mejor de los casos, si usted no puede complacerle pues ha de ser fácil que se haya buscado a un sustituto.
Heliogábalo sale de la piscina para luego ajustarse una toalla a su obesa figura. Conduce a Hokusai hacia un enorme palco donde se mostraba el cabo completo de la isla; sobresalía el enorme faro como un gigante enterrado en la arena.
-Creo que puede interrogar al hombre del faro, detective. Si los de la playa le han dicho que Aduke era un buen hombre, el del faro podría decirle que era un ladrón al que le gustaba hurgar en la oficina del puerto. Chi la dura la vince?
Ken Hokusai recordó ver a Aduke venir desde el sendero que conducía hacia el puerto, en línea directa hacia el faro. Podría asegurase que en realidad Aduke Davies fue muerto por un balazo que le dio el dueño del faro. Tal vez el hombre entró a hurgar en la caja fuerte y se llevó la sorpresa pero… ¿No se dice que Aduke tuvo amoríos con alguien además de la mujer de Heliogábalo?
En ese momento entra una morena semidesnuda, de ojos azules, senos grandes y enorme trasero. Era la esposa de Heliogábalo; la mujer enfurecida trae un pote de pintura en sus manos y se lo arroja al mafioso. Heliogábalo solo se echaba a reír mientras la esposa le insultaba. Ken Hokusai supo de inmediato que ya su trabajo allí había terminado y no estaba para presenciar escenas de celos.
Pero el dueño del faro no estaba. Era una empresa que respondía al Gobierno de Puerto Aztur y últimamente estaba presentando deficiencias: alguno que otro sistema dañado, insalubridad también poco personal laborando debido a la escasa paga que proporcionaba un puesto allí, el sujeto tenía su día libre esa noche y la guardia le tocó a otro. Ken Hokusai fue a su habitación para meditar, escuchar un poco de jazz y limpiar la katana de su padre. Un acto tan religioso, tan místico como comulgar en misa pero Hokusai lo hacía con tanta devoción a la memoria de su padre.
AUTOR: DIONY SCANDELA (VENEZUELA)
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Diony Scandela, 30 años. Diseñador Gráfico y escritor nacido el 3 de Julio de 1993 en el Estado de Apure. Actualmente residenciado en el Táchira. (Venezuela). Iniciado formalmente en el mundo de la escritura en 2017, con la publicación de su novela Perros de la Prehistoria. Tiene entre sus influencias las obras de Edgar Allan Poe, Jorge Luis Borges, Horacio Quiroga, Lovecraft, Arthur Schopenhauer, la temática bíblica y Julio Cortázar.
Correo: dionyscandela@gmail.com
Instagram: @dionyscandela
Esta buena la historia, esta emocionante la trama, te felicito !!!….haces un mejor policial que yo 😉
Muchas gracias Francisco. Sólo soy escritor aficionado je je. La historia le falta la otra parte; por ahí tengo otra protagonizada por el mismo detective. Saludos desde Venezuela 👋🏼😊
Ya veremos al detective Ken Hokusai en otra increible aventura policial…:-D