En 1957, en medio de la Guerra Fría, la paranoia nuclear y el temor al comunismo dominan las mentes de los líderes mundiales. Estados Unidos y la Unión Soviética compiten ferozmente por la supremacía en la carrera espacial, desafiando las leyes de la física y la cordura humana. El Gobierno de Estados Unidos lanza una misión secreta bajo el nombre en código «Horizon», dirigida por el excéntrico y brillante Dr. Chandler Cooper. Su objetivo: hacer primeros los misterios del espacio profundo, más allá de lo que cualquier ser humano haya visto jamás. El Dr. Cooper, obsesionado con la idea de que el espacio no es solo un vasto vacío, sino una fuente de energía desconocida que ha llamado «Energía Exótica», ha diseñado una nave espacial experimental capaz de viajar más allá del sistema solar. Acompañado por un equipo selecto, compuesto por la Dra. Evelyn Harting, científica experta en astrofísica con una mente aguda y un enfoque racional, estaba allí para proporcionar una segunda perspectiva a la misión. El capitán Jack Harrier, un veterano piloto con un pasado oscuro en la II Guerra Mundial, tiene la tarea de llevar la nave a su destino y, con suerte, traerla de vuelta. La enfermera Margot Kind, asignada para cuidar de la salud mental y física de la tripulación. Cooper se embarca en un viaje hacia lo desconocido, donde pronto descubrirán los inimaginables entrelazos de la realidad y la locura. La estación de lanzamiento estaba envuelta en un aura de secretismo y tensión. Rodeada por vastas extensiones de desierto, se erigía como una fortaleza aislada del resto del mundo, un lugar donde se jugaba con los límites permitidos por la ciencia. El Dr. Chandler Cooper, con su pelo canoso y su mirada inquietante, observaba cómo los ingenieros ultimaban los preparativos para el despegue. La nave, una estructura metálica y angular, se elevaba como un monolito amenazante bajo el cielo despejado.
—»Todo está listo, Dr. Cooper» —informó uno de los técnicos con su voz llena de nerviosismo.
Cooper asintió, pero su mente estaba en otra parte. Desde hacía años, su vida giraba en torno a una única obsesión: la teoría de la energía cósmica. Estaba convencido de que el espacio profundo ocultaba una fuente de poder que podía cambiar el destino de la humanidad. Sin embargo, no podía ignorar los riesgos; sabía que lo que estaban a punto de hacer era cruzar una línea que podría no tener retorno.
—»Es hora de abordar, dentro de poco vamos a despegar» —ordenó Cooper, y el equipo se dirigió a la nave.
En el momento que la cuenta regresiva se acercaba a cero, un silencio inquietante cayó sobre la estación. Todos sabían que lo que estaba a punto de suceder era un salto al vacío, un acto de fe en la ciencia y en la teoría del Dr. Cooper. Cuando los motores rugieron, la nave despegó, dejando rápidamente atrás la Tierra.
Durante semanas de incursión en el espacio, la nave Horizon atraviesa el sistema solar, adentrándose en lo desconocido. La tripulación se mantenía ocupada con una rutina de deberes, pero había una creciente sensación de inquietud. El vasto espacio, parecía ejercer una presión invisible sobre sus mentes. La Dra. Harting pasaba horas en el observatorio, analizando datos y ajustando los instrumentos, mientras Jack Harrier se mantenía en la cabina de mando, revisando los sistemas de navegación. Sin embargo, fue Margot Kind quien comenzó que algo no estaba bien. La tripulación empezó a tener pesadillas, sueños en los que se enfrentaban a versiones distorsionadas de sí mismos, atrapados en un laberinto sin salida. Cooper, en particular, parecía cada vez más agitado. Pasaba horas en su laboratorio, murmurando para sí mismo mientras trabajaba en cálculos incomprensibles.
—»¿Has notado algo extraño, Evelyn?» —preguntó Margot una noche, mientras la Dra. Harting revisaba unos gráficos en la sala de control.
Evelyn levantó la vista, sorprendida por la pregunta.
—»¿A qué te refieres?»
—»A las pesadillas… todos las estamos teniendo. Y Cooper… no sé, parece como si estuviera perdiendo la cabeza».
Evelyn frunció el ceño. Aunque no quería admitirlo, ella también había estado experimentando aquellos extraños sueños, pero lo había atribuido al estrés de la misión.
—»Es posible que sea solo la presión del viaje»—respondió, tratando de sonar convincente—. «Pero mantendré un ojo en Cooper».
Los días se convirtieron en semanas, y la tensión aumenta. La nave continuaba su camino hacia las coordenadas que Cooper había fijado, un punto más allá del sistema solar, pero cuanto más se acercaban, más inestables se volvían las mentes de la tripulación. Un día, la nave detectó una anomalía en el espacio, un fenómeno en un lugar que debería existir según las leyes de la física. Era un agujero negro, pero diferente a cualquiera que se hubiera registrado antes. Parecía irradiar una energía que perturbaba los instrumentos de la nave y afectaba a la tripulación de maneras inexplicables, ¿Era la causa del comportamiento de la tensión de los tripulantes?
—“Es aquí” —murmuró Cooper, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y fascinación. —“Aquí es donde encontraremos lo que buscamos”.
La nave Horizon es absorbida por la anomalía, llevándolos a una dimensión donde las leyes de la física parecían no aplicarse. El espacio exterior, que antes era un vacío oscuro, se convirtió en un paisaje distorsionado, con colores imposibles y formas que desafían la lógica.
El descenso es abrupto y aterrador. Las alarmas sonaron en toda la nave mientras los sistemas fallaban uno tras otro. Jack Harrier lucha por mantener el control de la nave y de sí mismo, pero la gravedad fluctuante y los campos magnéticos impredecibles hacen que las maniobras de la nave fueran casi incontrolables.
—»¡Estamos entrando en una tormenta gravitacional!» —gritó Harrier, mientras la nave era sacudida violentamente.
Margot, aferrándose a su asiento, sintió un terror primitivo apoderándose de ella. Las paredes de la nave parecían cerrarse sobre ellos, y por un momento creyó escuchar un susurro, una voz que provenía de algún lugar más allá del tiempo y el espacio.
—»¡No podemos mantener esta trayectoria!» —gritó Evelyn desde su estación.
Cooper, sin embargo, parecía extrañamente calmado. Sus ojos estaban fijos en la pantalla frente a él, donde una imagen borrosa mostraba lo que parecía ser el centro de la anomalía: una estructura gigantesca, una especie de constructo artificial flotando en el vacío.
—»Ahí está» —murmuró, como si hablara consigo mismo—. «La fuente de todo».
La nave finalmente se estabiliza, pero al mirar por las ventanas, se encontraron con un panorama surrealista. Estaban flotando en lo que parecía ser un océano de luz líquida, con ondas de energía que se extendían en todas direcciones.
En el horizonte, la estructura que Cooper había visto se alzaba como una catedral alienígena, con torres retorcidas y un resplandor que emanaba desde su núcleo.
—»Tenemos que acercarnos» —dijo Cooper, decidido—. Eso es lo que hemos estado buscando.
Evelyn y Jack intercambiaron miradas de preocupación, pero sabían que no tenían otra opción. Con cautela, maniobra la nave para aproximarse a la estructura; ajustaron sus sistemas para adaptarse a las extrañas condiciones de esta dimensión. Al acercarse a la estructura, la tripulación experimentó una sensación de déjà vu, como si hubieran estado allí antes, aunque sabían que era imposible. La nave se posó en una plataforma que parecía estar hecha de una sustancia que cambiaba de textura constantemente.
—»Esto no puede ser real» —murmuró Margot, mientras los cuatro descendían por la rampa de la nave.
El interior de la estructura era aún más desconcertante. Los pasillos se retorcían como serpientes, las paredes pulsaban con una energía oscura, y extrañas runas brillaban con una luz intermitente. A medida que avanzaban, los miembros de la tripulación comenzaron a experimentar alucinaciones. Vieron a personas que conocían, seres queridos que habían perdido, pero deformados de maneras grotescas. Cooper, sin embargo, parecía cada vez más fascinado. Para él, cada experiencia vivida en ese momento confirmaba su teoría.
—»Esto es lo que hemos estado buscando» —dijo, mientras se adentraban más en la estructura—. «Aquí está la clave…».
Pero para los demás, el lugar se sentía como una trampa, diseñada para confundir y atrapar. Evelyn comenzó a dudar de todo, incluso de sus propios recuerdos.
¿Estaban realmente en una misión espacial, o todo era una ilusión creada por la estructura? Harrier, por su parte, sentía una creciente paranoia. Cada sombra parecía moverse; cada sonido era un susurro que se dirigía directamente a su mente. En un momento, llegaron al centro de la estructura, una cámara vasta y oscura, iluminada solo por el resplandor de una esfera gigante que flotaba en el aire. La esfera pulsaba con una energía palpable, y su superficie reflejaba imágenes distorsionadas de la tripulación.
—»Es hermoso» —susurra Cooper, acercándose a la esfera—. «Este es el poder del cosmos».
Pero cuando extendió la mano para tocarla, la esfera se volvió negra, y una ola de energía lo golpeó, empujándolo al suelo. De repente, la estructura comenzó a temblar, y las paredes parecieron cerrarse sobre ellas.
—»¡Tenemos que salir de aquí!» —gritó Evelyn con pánico, mientras la esfera comenzaba a emitir un zumbido ensordecedor.
Harrier ayudó a Cooper a levantarse, pero el científico estaba inconsciente. Margot corrió hacia la salida, pero el pasillo en el que habían ingresado desapareció.
—»¡No hay salida!» —gritó, llena de desesperación.
En la confusión, Evelyn tuvo una visión clara: vio cómo un ser vivo, un organismo se adentraban en ella… Comprendió que la única manera de escapar era enfrentarse a sus propios miedos y no dejarse dominar por ellos.
—»¡No es real!» —gritó ella, mientras las sombras intentaban envolverla—. «¡Nada de esto es real!».
Su grito pareció tener un efecto en la estructura, que comenzó a retroceder. Las sombras se disipaban. Harrier, hace lo mismo, cierra sus ojos y se concentra en su fuerza de voluntad, empujando las imágenes aterradoras fuera de su mente. Margot, en cambio, no pudo resistir; el terror la abrumó, y fue consumida por las sombras. Su grito de agonía resuena en la cámara.
Evelyn y Harrier, luchan contra su desesperación. Finalmente encuentran un camino hacia la nave. Cooper, despertando de su inconsciencia, parecía haber perdido la razón. Murmuraba incoherencias sobre el conocimiento absoluto y la verdad del cosmos; sus ojos vidriosos y sin vida.
—»Tenemos que irnos» —dijo Harrier, mientras los sistemas de la nave volvían a la vida.
La nave despega, alejándose de la estructura, que comienza a colapsar sobre sí misma, como si fuera una ilusión desvaneciéndose en el aire. Pero mientras se alejaban, la dimensión en la que están se desmorona, y un vacío negro y sin fondo los rodea. Evelyn, desesperada trata de ajustar los controles de la nave. Con un último esfuerzo, Harrier activa los motores de la nave, que se lanza hacia el borde de la dimensión, atravesando el vacío en un destello de luz. La nave se estremece en la fuga y, de repente, todo queda en silencio… Horas después, la nave Horizon aparece en el espacio normal, acuatizada en la Tierra. Un equipo de rescate es enviado para recuperar a la tripulación. Evelyn y Harrier son los únicos sobrevivientes. Cooper había sucumbido a su locura, murmurando incoherencias. Cuando el equipo de rescate aborda la nave, los encuentran en estado de shock. Posteriormente, la misión Horizon termina clasificada como un experimento fallido. Pero Evelyn sabía que habían tocado algo que no debía ser descubierto. Mientras miraba por la ventana en un edificio en la Tierra, reflexionaba: “La humanidad había cruzado una terrible línea”.
AUTOR: FRANCISCO ARAYA PIZARRO (CHILE)
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Francisco Araya Pizarro. Nacido en 1977 en Santiago de Chile, Artista Digital, Diseñador Gráfico Web, Asesor en Marketing Digital y Community Manager para empresas privadas y ONGs asesoras de las Naciones Unidas, Crítico de Arte, Cine, Literatura, además de Investigador. Y Escritor de Ciencia Ficción, donde en su blog comparte sus relatos cortos en: www.tumblr.com/franciscoarayapizarro