En un pequeño y olvidado pueblo , se susurraba una leyenda aterradora sobre una mujer maldita que aparecía en las noches más oscuras.
La historia hablaba de una joven alta, delgada y muy hermosa llamada Isabel, a quien habían maldecido, envenenado y embrujado el día de su cumpleaños número 20 por un hechicero despechado, quien, enamorado de su belleza y al sentirse rechazado, preparó una poción con hierbas venenosas y realizó un hechizo sobre ella, la cual le condenaba a estar por los siglos errante y sin descanso.
La maldición la condenó a vagar eternamente por las calles de ese, su pueblo natal, vestida con un elegante vestido largo, con mangas anchas y largas terminadas en encaje, cuello alto, con un corpiño que delineada su cuerpo hasta la cintura y de ahí para abajo, lucía una exuberante falda campana, todo de color rosa, hecho en satín, seda y tul, que ella arrastraba por el suelo con cada paso que daba.
Isabel aparecía siempre a la medianoche, con su elegante vestido y con su cabello rubio, largo y liso .
Con cada paso que daba, su larga cabellera se movía lentamente, igual que sus caderas.
Cierta noche en que caía una fuerte tormenta , Martín, un joven de escasos 20 años, guapo, curioso y escéptico, recién llegado al pueblo, escuchó hablar de la leyenda de la mujer del vestido rosa en el bar local.
Por varios días estuvo pensando en esa bella dama y en la leyenda.
Fue así que tres días después y luego de beber con un conocido, ya casi a la media noche, resolvió salir sin importarle que estuviera cayendo un torrencial aguacero.
Armado con una linterna y con ansias locas por conocerla, se fue a recorrer las calles desiertas en busca de la mujer del vestido rosa.
A medida que avanzaba, su ropa y su cuerpo se empapaban por la lluvia, pero eso no lo detuvo. Continuó por las calles vacías, la tormenta al fin comenzaba a amainar, dejando un aire fresco y una niebla ligera que se deslizaba entre los callejones. Martín, con el frío colándose hasta su alma, miraba con atención cada sombra y esquina, todo era inspeccionado cuidadosamente con la esperanza de encontrar lo que por tantas noches había deseado.
Las calles estaban en completo silencio, interrumpido solo por el ocasional retumbar de un trueno distante.
De repente, Martín la vio. Su corazón comenzó a latir apresuradamente.
Sentía una gran emoción, un poco de temor y hasta llegó a sentir amor.
Isabel apareció en la distancia, caminando lentamente, un relámpago lejano alumbró su figura, su vestido rosa y su hermosa cabellera resplandecieron con un brillo sobrenatural.
La imagen de su figura solitaria y su caminar melancólico hacía que la piel de Martín se erizara. Pero estaba decidido a seguirla, manteniéndose a una distancia prudente para no asustarla ni perderla de vista.
Isabel avanzaba sin prisa, como si el tiempo no tuviera poder sobre ella. Los relámpagos en la distancia iluminaban su esbelta silueta. Martín la siguió durante un rato, cada vez más intrigado y nervioso. Estaba seguro de que se trataba de la misma mujer de la leyenda del pueblo, de esa con la que las últimas noches había soñado y deseado, sentía un embrujo arrollador en su interior que despertaron su pasión y admiración.
La mujer, a pesar de su elegante vestido rosa, tenía un aire inquietante, parecía que no tocaba el piso, que en vez de caminar flotara.
Finalmente, Isabel dobló una esquina.
Martín apresuró el paso, ansioso por ver a dónde se dirigía. Al llegar a la esquina, la encontró vacía. No había rastro de Isabel. En ese instante un relámpago seguido de un fuerte trueno lo asustó causando que la linterna resbalara de sus sudorosas manos.
La linterna de Martín en el piso encendida iluminó la calle desierta, y un escalofrío recorrió toda su espalda.
Miró a su alrededor, buscando alguna señal, pero todo estaba en calma, sin rastro de la mujer, pero una niebla espesa y oscura se acercaba a él rápidamente.
Al querer recuperar su linterna para continuar su búsqueda, de repente, sintió un tirón en el aire, como si una presencia invisible lo estuviera arrastrando y alejando.
Martín intentó retroceder, pero su cuerpo no le respondía, antes por el contrario parecía moverse por su cuenta y no respondía a sus gritos internos que le gritaban: corre, corre.
La sensación de ser observado y atrapado lo invadió. Escuchó una voz suave y triste que resonó en el aire: » Me buscabas a mi? Aquí estoy para ti…»
El pánico hizo que Martín se estremeciera, quiso girarse, necesitaba cerciorarse de que esa voz malévola salida de ultratumba fuera de ella, de la mujer del vestido rosa, pero no pudo, sus ojos no alcanzaban a vislumbrar al propietario de esa voz que se encontraba a su espalda.
La niebla espesa cubrió todo el espacio del callejón donde él estaba atrapado y un silencio abrumador rodeó todo a su alrededor.
Intentó gritar, pero su voz se ahogó en un murmullo inaudible. La sensación de ser arrastrado se intensificó, como si una fuerza invisible lo envolviera.
De repente, todo se desvaneció. Martín ya no estaba en el callejón; estaba en un lugar oscuro y frío, con un ligero resplandor rosa a su alrededor. Isabel apareció ante él, su rostro reflejaba una tristeza infinita. La mujer se acercó lentamente, y Martín pudo ver sus ojos vacíos, las cuencas donde deberían brillar unos hermosos ojos, eran dos profundidades negras y malignas.
Antes de que pudiera reaccionar, Martín sintió como si el suelo bajo sus pies se desvaneciera. El vestuario rosa de Isabel comenzó a envolverlo, y una sensación de opresión lo envolvió.
Poco a poco sentía como su Interior explotaba.
Todo se desintegró en una oscuridad aterradora.
Cuando los primeros rayos del sol empezaron a iluminar el pueblo, los habitantes encontraron el cuerpo de Martín en medio de la calle, pálido, con los ojos abiertos y rojos que reflejaban el terror que había padecido, su boca estaba abierta y su cuerpo frío y sin vida.
Tenía signos de que había sido asfixiado, su cuerpo estaba cubierto de moretones y en su cuello permanecía un trozo de encaje color rosa.
La leyenda de Isabel se reforzó ese día.
La mujer del vestido rosa seguía deambulando por las calles desiertas después de la medianoche, esperando al siguiente desafortunado que se atreviera a cruzarse en su camino.
Es así como en ese pueblo, todos sabían que si veías a Isabel doblar la esquina, lo mejor era no seguirla y huir a toda prisa, pues si lo hacías, ya nunca más regresarías.
AUTORA: AMPARO ÁLVAREZ, TOTY (COLOMBIA)
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Amparo Álvarez – Toty, colombiana, nacida en Río de Oro departamento del Cesar. Hija de Roberto Álvarez y Victoria Barbosa. Egresada de la Universidad Francisco de Paula Santander, seccional Ocaña. Licenciada en educación Básica con énfasis en Humanidades y lengua castellana. Casada a la edad de 18 años. Tengo escritos cuentos, poemas y relatos, la mayoría basados en anécdotas vividas.