La humanidad había colonizado muchos mundos lejanos y oscuros. Pero los rumores hablaban de un asesino solitario, un ser que vagaba por los confines del universo conocido, dejando tras de sí nada más que muerte. Su nombre, apenas susurrado, era Kaiden. Nadie sabía de dónde venía, ni por qué asesinaba a sus víctimas con una precisión tan inhumana.
Pero todos temían que, si lo encontraban, sería el fin de sus vidas. Kaiden no era un hombre común. Había sido entrenado en los caminos de una antigua orden de guerreros monásticos, una orden que había desaparecido hace siglos. Él, sin embargo, había sido el último en sobrevivir. Su ambición y sed de poder lo llevaron a aprender una técnica prohibida conocida como la Vacuosis, un arte que le permitía canalizar energía oscura. Con el tiempo, esa energía lo corrompió, transformándolo en algo más que humano, algo que no sentía piedad, ni remordimiento. Los cuerpos de sus víctimas eran hallados sin vida en estaciones espaciales, naves abandonadas o en las colonias más remotas. Kaiden era metódico. No dejaba rastros de su presencia, salvo los cadáveres mutilados y los susurros que resonaban en las mentes de los sobrevivientes. Siempre se movía en silencio, sin ser visto. Nadie lo escuchaba llegar; solo sentían una presencia abrumadora, como si la misma oscuridad hubiera tomado forma.
En su última cacería, Kaiden había llegado a un planeta conocido como Zenithus, un lugar rodeado de leyendas oscuras. El destacamento militar que estaba destinado en ese mundo había encontrado algo perturbador: el Ojo del Vacío, un artefacto antiguo con un poder inimaginable. Lo mantenían sellado en una base subterránea, sin saber que su descubrimiento los había condenado. Kaiden sintió el llamado del Ojo del Vacío, un poder que resonaba con la energía oscura. Sabía que lo necesitaba, que con este poder sería imparable. Pero algo más estaba en juego. Aeryn, una oficial de la flota militar que había oído hablar de las leyendas del Asesino Solitario, sabía que algo siniestro estaba en marcha. Ella estaba dispuesta a todo para detener al asesino. Los asesinatos comenzaron poco después de que Kaiden llegara al planeta. La primera noche, dos soldados fueron encontrados sin vida en sus habitaciones. La sangre cubría las paredes de sus habitaciones, y sus cuerpos estaban desfigurados de maneras que los médicos de la base no podían dar una explicación racional. La siguiente noche, cinco más fueron asesinados, pero esta vez el terror se extendió, ya que los sobrevivientes afirmaban haber visto una figura en las sombras, moviéndose a una velocidad inverosímil.
Aeryn sabía que tenía que actuar. Se adentra en los túneles subterráneos de la base, donde el Ojo del Vacío estaba sellado, esperando que Kaiden no la encontrara primero. Pero el asesino ya estaba cerca; podía sentir la energía del Ojo envolviéndolo, dándole aún más poder. Aeryn, guiada por su intuición, sigue el rastro de muerte hasta las profundidades. En el centro de la base, frente al Ojo, Kaiden espera. Su rostro, oculto tras una máscara, apenas dejaba ver sus ojos, vacíos y oscuros como el mismo cosmos. Aeryn lo encara con valentía, sabiendo que estaba frente a un ser que había dejado de ser humano hacía mucho tiempo.
—»Has venido a morir, como todos los demás» —dice Kaiden, con su voz baja y amenazante.
—»Tú no eres invencible» —responde Aeryn, empuñando su arma—. «Todavía hay algo en ti que puede ser asesinado».
Kaiden sonríe, una sonrisa fría y vacía. En un movimiento rápido, se abalanza hacia ella, su velocidad apenas perceptible al ojo humano. Aeryn apenas tiene tiempo de reaccionar. Esquiva por poco el golpe con el que habría acabado con su vida. Sabe que no podía vencerlo directamente. Pero tenía una ventaja: el Ojo del Vacío. El artefacto pulsaba con una energía oscura, y aunque Aeryn lo temía, sabía que era su única oportunidad. Corre hacia él, intentando llegar antes de que Kaiden la alcance. Pero el asesino estaba demasiado cerca, su presencia era una sombra envolvente, sofocante. En un último acto desesperado, Aeryn toca el Ojo. Una oleada de poder recorre su cuerpo, pero también una oscuridad insidiosa. Siente como si algo dentro de ella estuviera siendo consumido, pero no se detiene. Usa esa energía para canalizar un ataque final, uno que envuelve a Kaiden con su propia oscuridad. El asesino, sorprendido por la fuerza inesperada, intentó resistir, pero la energía que había buscado durante tanto se volvía en su contra. El Ojo del Vacío lo atrapa, absorbiéndolo en un torbellino de oscuridad y poder. El silencio cayó sobre la base. Aeryn, debilitada, se desploma frente al Ojo, viendo cómo la figura de Kaiden desaparecía en la nada. El asesino había sido consumido por aquello que más deseaba. El Ojo del Vacío se apaga lentamente, sellando de nuevo su poder.
Aeryn cayó de rodillas, exhausta. Lo había hecho. El poder del Ojo ya no la ataba, y Kaiden, el Guerrero del Vacío, había sido destruido para siempre. Por primera vez desde que tocó el Ojo, sintió paz.
Al levantarse, Aeryn supo que este era el fin de su conexión con la oscuridad. Caminó fuera de la base, respirando profundamente el aire frío de Zenithus, sabiendo que la batalla más importante que había librado no fue contra Kaiden, sino contra su propio miedo a la oscuridad que llevaba dentro.
La humanidad estaba a salvo, al menos por ahora, pero Aeryn sabía que siempre habría más oscuridad por enfrentar. Pero esta vez, estaba lista
AUTOR: FRANCISCO ARAYA PIZARRO (CHILE)
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Francisco Araya Pizarro. Nacido en 1977 en Santiago de Chile, Artista Digital, Diseñador Gráfico Web, Asesor en Marketing Digital y Community Manager para empresas privadas y ONGs asesoras de las Naciones Unidas, Crítico de Arte, Cine, Literatura, además de Investigador. Y Escritor de Ciencia Ficción, donde en su blog comparte sus relatos cortos en: www.tumblr.com/franciscoarayapizarro