Un joven estudiante de la carrera de letras llamado Agustín había comenzado sus estudios universitarios el mismo año que empezaba un nuevo gobierno. En los pasillos de la facultad de humanidades se escuchaban todo tipo de rumores sobre el nuevo presidente del país, que tenía sexo con su hermana, con sus perros y muchos disparates más. Se reía Agustín. Lo más incoherente, razonaba Agustín, es que los militantes del centro de estudiantes veían con horror que este nuevo gobierno promulgara como valores máximos la libertad de los individuos, o pretender reestablecer el valor del esfuerzo, la igualdad ante la ley, pagar los costos de tus actos etc.
Pocos meses de iniciado sus estudios, Agustín se entera que habrá una toma en todas las universidades del país, argumentando que el presidente quería el arancelamiento de ellas o peor aún, su cierre.
Agustín no entendía cómo la ideología de estas personas estaba tan peleada con la realidad. Incluso observaba que se comportaban como seres masificados, definidos por ellos mismos como colectivos o colectivistas. Agustín solo veía una masa que era dominada por una sola cabeza, era fácil darse cuenta de que todos repetían lo mismo como máquinas, no parecían humanos.
En definitiva, lo único que pedía el gobierno era que las universidades estatales rindieran cuentas sobre en que gastaban el dinero que les daba el estado, dinero que salía de los impuestos de los argentinos. Algo que a Agustín le pareció más que razonable. La conclusión de este joven fue simple, si no quieren rendir cuentas es porque están robando, principio de revelación le llamaba el presidente a está negativa.
De todas maneras, Agustín decidió ir a la toma, no para avalar una medida que no encajaba en una protesta sino que era un delito. Pero quería ver qué hacían sus compañeros.
Al entrar al edificio de humanidades se le revolvió el estómago, podía olfatear un olor a aire viciado. El hedor era muy fuerte, impregnaba hasta en su ropa. Provenía una mezcla diversa de olores, se decía Agustín para sus adentros, enumerando uno por uno de ellos: desde el aroma a mierda, orín, cuerpos sin bañarse y también a menstruación. Cuando se le acercaba algún estudiante trataba de disimular su asco porque el aliento de sus bocas parecían propios de cadáveres en descomposición.
Cuando se acostumbró a los olores pestilentes comenzó a mirar y observó que estaban cocinando algo un grupo de chicas, parecían trozos de carne sacado de la basura y lo arrojaban a una hoya gigante. Mientras miraba lo sobresaltó unos gritos a coro que simulaban ser una canción o eso intentaban. Las palabras le chocaron: «muerte al macho» no tardó en escuchar eso que los ojos de Agustín se sobre saltaron al ver la barbarie en su máxima expresión. Una feminista que pesaría unos 200 kilos. Con las tetas al aire y su panza rozando el piso, las axilas peludas. Llevaba en cada mano una cabeza humana decapitada chorreando sangre. La feminista con mirada satisfecha por lo que tenía en sus manos gritaba: ¡dos machitos machotes!
Estudiantes y profesores aplaudían y gritaban sonidos guturales a esta asesina en señal de aprobación. Luego se acercaron a ella y decían: «el amor vence al odio compañeros» y continuaron gritando: «¡viva el Che!» “¡viva Nicolás Maduro!”
Agustín perplejo, aturdido y asustado trataba de disimular su horror para no correr la misma suerte.
Más tarde cantaron canciones, algunas les alteraban la letra y a otras las inventaban:
«Los libertarios pueden desaparecer, pero los libertarios los vamos a desaparecer»
Continuaron: «Nicolás Maduro nuestro maestro, mata a los animales de derecha, los tortura y viola”. Sí, sí, sí… ¡biennnn! Para hacer valer los derechos humanos, de los únicos humanos, los de izquierda”.
Las horas pasaron y comenzó el amanecer. Agustín despierto vio como el sol se filtraba por los pasillos y aulas de la facultad de humanidades dando paso de la noche al día. En ese momento, Agustín, en medio del total silencio pudo observar la dantesca escena: estudiantes y profesores desparramados en el piso completamente vencidos por el sueño y el odio de esa noche.
Alrededor de ellos había miles de botellas de alcohol vacías. Carteles con consignas vacías llenaban todo el techo, paredes, escaleras y el piso, era abrumador a la vista. Las dos cabezas cortadas repletas de moscas y el zumbido de ellas era el único sonido que rompía ese silencio sepulcral.
Agustín comprendió que ahí no reinaba el conocimiento ni el debate de ideas. Para Agustín era el escenario donde Dios y la razón morían allí. Ese lugar se llama universidad.
Agustín salió rápido de ahí, la luz de sol estaba a pleno, el aire afuera era refrescante, era una mañana prometedora para él. Miró al cielo, una nube parecía formar la imagen de un gran león. Todo estaba a pleno. Detrás el edificio estaba en ruinas. La batalla cultural comenzaba.
AUTOR: EZEQUIEL CÁMARA (ARGENTINA)
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Ezequiel Cámara:
Es de Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Comenzó a escribir a los 17 años y su amor por la literatura lo llevó a formarse en la Universidad en Letras y Literatura.
Junto a Franco Píriz formó parte de diversos congresos, netamente con trabajos de tipo académico:
*VI Jornadas Michel Foucault (Universidad Nacional de Mar del Plata)
*VII Congreso Internacional Orbis Tertius (Universidad Nacional de La Plata)
*IX Congreso Argentino de Hispanistas (Universidad Nacional de La Plata)
*II Congreso Internacional Literatura y Cultura Españolas Contemporáneas (Universidad Nacional de La Plata)
*VII Jornadas de Investigación del Departamento de Filosofía (Universidad Nacional de La Plata)
*VIII Congreso Internacional Orbis Tertius (Universidad Nacional de La Plata)
*III Jornadas Internacionales sobre Medioambiente y Lenguajes (Universidad Nacional de Córdoba)
*IV Congreso Internacional de Letras (Universidad de Buenos Aires).
Destaca sus Premios de Finalista en el “3 Internacional de Micro Poesía”, el “14 Internacional de Poesía”, el «7 Certamen Nacional» y el «2 Certamen Internacional de Literatura Infantil», organizados por la Editorial “Ediciones Mis Escritos”, en los años 2015 y 2017 (Argentina).
Es Fundador de Aventuras de Papel Infantil Juvenil, un proyecto netamente integrativo que promueve la literatura en todas sus formas e impulsa a niños y jóvenes a cultivar sus talentos, premiado por UPF (con Ecosoc en ONU), Fundación “Algo por Colombia” de UNILETRAS, Reina del Plata y Gaviota de Plata.
Publicó dos libros, “El ombú y sus colores” (Con Justina Cabral) y “Un día de infancia” (Este a través de una selección en Editorial de Colombia).