En la víspera de Navidad, Tony Calderón, dueño de la pizzería «Planeta Pizza», miraba desde la ventana cómo la nieve caía sobre las calles vacías de la ciudad. El frío parecía haberse colado también en su negocio, que estaba casi vacío como su esperanza de salvarlo. Durante años, «Planeta Pizza» había sido un lugar de encuentro, pero el brillo de antaño se había apagado. Ahora, las mesas estaban vacías, el horno funcionaba a medias, y su único ayudante, un viejo al que llamaba «El Pepperoni», quemaba una masa tras otra mientras tarareaba una desafinada versión de «Jingle Bells». Con un suspiro, Tony apaga el horno. Era inútil seguir intentando. La ciudad ya no necesitaba de su pizzería, y pronto tendría que cerrar permanentemente. Pero justo cuando estaba a punto de rendirse, un ruido extraño resonó desde la parte trasera del local. Al principio, lo ignoró, pensando que el viento había golpeado alguna puerta suelta. Sin embargo, el ruido se repitió, esta vez con más intensidad. Intrigado, y con una creciente sensación de inquietud, Tony se dirigió a la cocina. Las sombras danzaban en los rincones oscuros, y el viejo Pepperoni levantó su cabeza al escuchar el sonido. Al abrir la puerta trasera, Tony se encontró cara a cara con una mujer alta, de ojos penetrantes y un sencillo vestido blanco. Se asemejaba a un fantasma, bien podía moverse con vida propia. Su piel era tan pálida que contrastaba con la oscuridad de la noche.
“Tony Calderón, ¿verdad?», dijo con una voz suave pero llena de poder. “He venido a hacerte una proposición incontestable».
Tony levanto una ceja al escuchar estas palabras y a la vez sintió un escalofrío recorriendo su espalda, pero su curiosidad superó toda posibilidad de miedo. «¿Qué clase de oferta?».
La mujer, se presentó como “Galaxia Mozzarilla”, le explicó que podría salvar su negocio si creaba la pizza perfecta. No una pizza común, sino una que atrajera a unos invitados muy especiales. “Si lo lograba, su pizzería será el éxito de la Navidad”, dijo con una sonrisa afilada. “Si fallas, bueno… ya no tendrás que preocuparse por nada”.
El tiempo se detuvo por un instante mientras Tony sopesaba estas opciones. Finalmente, con un nudo en el estómago, aceptó la propuesta, sabiendo que no tenía nada más que perder. Tony y el viejo Pepperoni se pusieron manos a la obra, pero no sabían que la preparación de la pizza sería cualquier cosa menos normal. Galaxia había dejado tras de sí una serie de ingredientes extraños: frascos polvorientos y bolsas con sustancias de colores oscuros y brillantes.
A pesar de las advertencias del viejo pizzero, Tony decidió utilizarlos. Ya no tenía otra opción. Uno de los frascos contenía una salsa de tomate que despedía un olor indescriptible, una mezcla entre pino navideño y algo más raro, algo que no podía identificar. El queso, que parecía normal, comenzó a emitir un leve zumbido al esparcirlo sobre la masa. Las carnes y vegetales también eran inusuales. Cada ingrediente brillaba con una luz propia, como si estuvieran vivos. Mientras la pizza se cocinaba en el horno, Tony notaba cómo la tensión en el ambiente aumentaba. Afuera, la tormenta de nieve se intensificaba, y dentro de su local, algo más se agitaba.
«Está lista», dijo Tony, con un temblor en su voz. La pizza era hermosa, pero extraña. Algo en su interior le decía que había creado algo que no debía existir.
Galaxia apareció nuevamente desde las sombras; su sonrisa se amplió al ver la obra maestra de Tony. Ahora, querido Tony, prepárate para tus invitados», dijo con una risita malévola.
El reloj marcaba la medianoche cuando se escuchó un golpe en la puerta principal. Tony, con el corazón en la garganta, se acercó a abrir. Afuera no había nadie, solo el viento helado que azotaba afuera de la pizzería. Pero entonces, una presencia extraña se filtró en el ambiente, y lo que antes parecía una noche tranquila, de repente se tornó inquietante. Poco a poco, comenzaron a aparecer figuras en la puerta. Al principio eran siluetas borrosas, pero a medida que se acercaban, Tony pudo ver que no eran humanos. Eran espectros, seres de épocas antiguas, de ropas desgarradas y rostros demacrados. Cada uno con una mirada hambrienta y fija en la pizza que Tony había preparado. Los seres entraron en silencio, rodeando la mesa donde la pizza reposaba, sin dejar de mirarla. Tony retrocedió, aterrado. Sabía que esos no eran clientes comunes, y que algo horrible estaba a punto de suceder.
Los espectros comenzaron a acercarse a la pizza. Uno de ellos, con ropas de un soldado antiguo, tomó la primera rebanada. Al morderla, emitió un sonido gutural, como si su alma estuviera siendo liberada. Luego, otro espectro hizo lo mismo, y otro más. Con cada mordisco, la luz en la pizzería parecía disminuir, como si estuvieran robando la energía misma del lugar. Tony intentó detenerlos, pero sus manos atravesaban a las figuras espectrales como si fueran humo. Desesperado, miró a Galaxia, pero ella observaba, divertida, disfrutando del espectáculo.
«¿Qué… qué son?», logró preguntar Tony con voz entrecortada.
«Son las almas de aquellos que jamás disfrutaron de su última cena», respondió Galaxia con una sonrisa siniestra. «Y ahora, gracias a ti, pueden disfrutarla por fin».
Uno a uno, los espectros devoraron la pizza, y a medida que lo hacían, Tony sentía cómo su energía vital se desvanecía. Era como si estuvieran absorbiendo su alma junto con cada mordisco. Su cuerpo se debilitaba, sus piernas temblaban, y su visión comenzaba a oscurecerse.
Pepperoni intentó intervenir, pero fue inútil. Las figuras espectrales no podían ser detenidas. Cuando la última porción de pizza fue devorada, los espectros comenzaron a desaparecer, llevándose con ellos la calidez de la pizzería y la vida de Tony. Galaxia, aún sonriendo, se acercó al cuerpo caído de Tony. “Has hecho un trabajo excelente, querido. Gracias por esta deliciosa Navidad». Y con esas palabras, salió de la pizzería, dejando atrás un vacío absoluto. Las luces navideñas seguían parpadeando, pero el alma de Tony ya no estaba allí para verlas.
AUTOR: FRANCISCO ARAYA PIZARRO (CHILE)
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Francisco Araya Pizarro. Nacido en 1977 en Santiago de Chile, Artista Digital, Diseñador Gráfico Web, Asesor en Marketing Digital y Community Manager para empresas privadas y ONGs asesoras de las Naciones Unidas, Crítico de Arte, Cine, Literatura, además de Investigador. Y Escritor de Ciencia Ficción, donde en su blog comparte sus relatos cortos en: www.tumblr.com/franciscoarayapizarro