Bautista siendo un hombre relegado por la podredumbre de la maldad , no hacía más que enviar plegarias al altísimo por cada uno de los suyos. En las calles del pueblo se le veía rezando cualquier cosa que se le viniera a la mente, mientras era acompañado por una vieja trompeta que su abuelo le había obsequiado hacía algunos años antes de morir.
Su rutina, sutil y tranquila se mantenía a través de melodías suaves al tiempo que su sonrisa irradiaba una tranquilidad absoluta; en medio del ambiente que pájaros y palomas solían entonar. Varias personas solían saludarle cuando armonizaba melodías del famoso Beethoven emitidas por la rechinante trompeta vieja. Siempre se mostraba como un joven poco corrompido por la idoneidad y la fragilidad de aquel tiempo. Pues en realidad se decía que los jóvenes del pueblo un embrujo los embarcaba para cometer maldades hasta el punto de perder sus almas en el infinito.
Una vez terminada la rutina en el parque, se dirigía hacía su casa para dar continuidad a los quehaceres del día. Sus convicciones se mostraban certeras tal vez a la versión de un monje del Siglo XV, lleno y venerado por una simple verdad absoluta.
Con el tiempo, Bautista dejó de aparecerse en las calles junto a su trompeta; esfumándose por completo. Los jóvenes del pueblo arraigados a la sutil muerte de la nada, veían en Bau, una oportunidad para salir de sus pensamientos negativos no encontrando al final del túnel la respuesta de aquel hombre visto por todo el mundo como el monje de la verdad.
Entre tanto, los jóvenes del pueblo iban siendo hallados sin vida en varias partes, con la lengua cortada y los dedos fracturados como un sinónimo de violencia sistemática.
-¡Hola Bautista hace rato no te veía¡ – le dijo algo alegre el viejo Lucio al joven, mientras éste caminaba algo rápido y sin siquiera saludarle como lo hacía comúnmente.
-Hola Don Lucio, un placer saludarle – le respondió de manera estrepitosa alejándose por completo.
Con el tiempo varias personas cansadas de ver como sus jóvenes eran masacrados decidieron poner una estrategia para contener las muertes. Para esto, Don Lucio se encaminó en ayudar; esto debido a las guerras como combatiente que tuvo durante medio Siglo.
Jóvenes que normalmente acostumbraban a avistarse tarde de la noche fueron advertidos uno a uno, por Lucio y sus acompañantes.
Así transcurrieron varias semanas y aunque las muertes fueron menguando, los viejos cazadores no bajaban la guardia.
La última noche en la cual se pensaba decretar por terminada la cacería, Lucio escuchó unos fuertes gritos de alguien pidiendo auxilio. Al darse cuenta de que estaba cerca, no dudó en buscar el horizonte de aquel suceso, dando claramente con un hecho poco visto.
Halló un hombre encapuchado atravesando con un sable la boca de una joven; tal vez, la más hermosa de la ciudad.
Lucio no dudó en tomar su viejo revolver y propinarle varios disparos a éste.
-¡Bautista!-¡ Qué vida llevabas hijo¡- dijo el viejo mientras arrugaba con tristeza su cara.
AUTOR: FRANKLIN ARISTIZÁBAL YUSTES (COLOMBIA)
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FRANKLIN ARISTIZÁBAL YUSTES, Nacido en Florencia Caquetá, Colombia el 21 de enero de 1994. Profesional en Ciencias Sociales, egresado de la Universidad de la Amazonia. Desde que estaba en la institución educativa La Salle de su ciudad natal, mostró gran pasión por la escritura apoyando en varias ocasiones el periódico El Futuro de este claustro educativo. Ha sido partícipe de varias antologías entre poesía y cuento infantil; destacándose en Editoriales colombianas, tales como Komala Ediciones y Mi máquina de Escribir.
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