Una bandada te vislumbra desde la distancia. Tan sólo una y nada más.
Ah, el aroma de esas rosas labra los caminos de galaxias mudas entre nosotros.
¿Quién si no un par que pueda abrirte las entrañas y captar los matices de tu interior? Ellas, en este delicado ahora y retorno a la vida de tu vida, este día te disecan. Te someten a un calvario, ofrenda que tú mismo, en tu inocencia, te atreviste a rociar. Pasadas un doceavo de justas campanadas.
Esas rosas, delineadas con indeleble tinta, son tan oscuras que pecan de sosiego; tan cenizas que humedecen tus lágrimas de oro; puestas de sol y gratas alegrías, son besos de benevolente amor.
Despiertas de tu propia realidad, veneras al universo de la fantasía. Tu magnánima suerte.
Renaces en el ritual al que te someten, esta vez. Ahí encuentras al mismo enjambre de rosas; dulces niñas; te han acompañado derramadas en el candor de tus mejillas. Hasta la punta de tus ejes cardinales. Reflejan en el espejo de la espera de la realidad, como desde el nacimiento te pintaron con rasgos de humo y carboncillo.
Ciegas un par de ellas con el retoque de tus dedos. Aleteas apenas en un repaso del tiempo que no es tiempo. Un sino de instante merecido. Sometes a sus sombras. Sesgos de cristales de canicas; susurras a sus orejas que no son orejas, una oración de corazones durmientes que bailotean al compás de un acordeón de huesos, compuestos de otros como tú.
Tus otros tú.
Buscas su despertar. Lo has buscado como a esos tesoros, de ese corazón a corazón. Sentimientos, emociones, crayolas y juguetes que desde el origen de los tres tiempos, escudan la lluvia de tus almas, pero es en este pero, ninguna de ellas abre sus ojos. Como tú; a los secretos que les cantas.
Tus lágrimas ascienden, como lacónicas luces dolientes, a ese firmamento sin final en el que pretendes ignorar la horda que eres.
Otros te han temido. En este cielo de hierros ardientes y herraduras de arcos de triunfo. Demandan la montura de tu nocturnal Destino. La parada de fantasmas que esas rosas, tras bambalinas, dominan a los sueños de ecos despiertos, murallas de susurros.
Te disecan.
Abren.
Retuercen tu existencia con montura de llamarada de almas.
Un tormento real.
Uno en el que pereces como la luna en una noche de invierno de verano.
Y para todos que ascienden a la paz del existir.
Futuro regalo.
Paraíso.
Escalas monotonías.
Tocas.
Tocas.
Tocas.
El fondo de un abismo.
Es.
Un verano de invierno.
Que derrite el hielo.
Es tu.
Tu reencarnación.
Un nuevo amanecer.
AUTORA: VANESSA SOSA (VENEZUELA)
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Vanessa Sosa. Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Actualmente, ejerce como Docente en una institución. Es una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.
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