Reina Cruz siempre había sentido algo especial en las ondas que chocaban en las rocas. No el rugido que emitían, sino el murmullo sutil, la señal casi imperceptible que contenía algo más, como un mensaje en clave cifrado en cada ola. Creció en los bordes de una ciudad de tormentas implacables y tecnologías que silbaban en el aire como relámpagos, donde su vida entera se fundía con una cacofonía de ruido y estática. Allí, desde la niebla que se levantaba tras cada tormenta, aprendió que en medio de toda distorsión había siempre información, esperando ser interpretada. Años antes, cuando aún era una niña, había encontrado en los archivos de su padre algunos registros de una red de personas que, como ondas en el agua, viajaban sin dejar rastro, su existencia escondida entre los pliegues de la ciudad. La tecnología, decían, podía usarse para observar, para proteger o para destruir, y ellos la empleaban en sigilo para garantizar que la ciudad no se perdiera en el caos. Reina absorbió la historia como un mito, deseando algún día comprender el sistema de señales oculto que parecía unir cada esquina y rincón de su ciudad. La vida cambió cuando, durante una tormenta particularmente fuerte, Reina perdió a su padre en un apagón masivo. Desde entonces, se lanzó en la búsqueda de respuestas, persiguiendo las interferencias, los ruidos marginales, construyendo su propio espectro en la ciudad. La realidad se volvió para ella una marea continua de luces y sombras, como ondas, y ella decidió convertirse en una de ellas, en una onda viva.
Con los años siguientes, sus habilidades se desarrollaron hasta llevarla al centro de los sistemas de la ciudad. Se había infiltrado en una antigua red oculta y, tras seguir una pista de audio, encontró algo más que registros históricos. El código, una señal compleja y apenas discernible, le reveló la ubicación de un traje. Este traje, último vestigio de una tecnología arcaica, emitía ondas de baja frecuencia que lograban ocultar sus movimientos. Reina, en su primera noche, exploró la textura de esa capa de invisibilidad, sintiendo cómo se fundía con la materia misma, tomando parte de su caos y flujo. Así se convirtió en la Sombría, un rumor a voces en la ciudad, que comenzó a resonar en las frecuencias más ocultas. Los que cruzaban con ella en el momento exacto no veían su rostro, pero escuchaban algo que, en su estructura repetitiva y ondulante, parecía un eco de justicia atrapado entre el pasado y el presente. No era solo un manto ni una identidad, sino una conexión viva con la ciudad, un pulso que emanaba desde los rincones y que ella percibía en cada golpe de viento. Cada incursión la hacía más fuerte, y la ciudad respondía: cada vez que tocaba el núcleo de una red subterránea, cuando desmantelaba un laboratorio de tecnologías prohibidas o intervenía en las conspiraciones de las élites, la ciudad le susurraba en una frecuencia casi imperceptible, como si aquellas ondas fueran parte de su propio ser.
Una noche, sin embargo, algo cambió. Recibió una señal inusualmente clara, de alta frecuencia. Era un mensaje directo, transmitido por alguien que parecía conocerla desde el otro lado de la interferencia. “La tormenta está cerca,” decía el mensaje, una frase inquietante en el familiar tono robótico de las alertas de seguridad. Sin saber si era una advertencia o una provocación, decidió responder. Ajustó la frecuencia en su traje y devolvió la onda, diciendo simplemente: «¿Quién eres?».
La respuesta no tardó: “Somos quienes te dieron el traje. Es hora de que descubras tu verdadero propósito». La Sombría escuchó el mensaje y sintió una conexión inexplicable, como si su propio pasado hubiera respondido. Sabía que en la ciudad había fuerzas antiguas, presentes desde antes de que ella misma asumiera su rol. Ahora, esas fuerzas la llamaban.
Al seguir el rastro de la señal, Reina llegó al corazón de la ciudad, a una estructura olvidada en los bajos fondos, entre retorcidas tuberías y paredes corroídas por la lluvia ácida. Era un espacio lleno de terminales obsoletos, de servidores cuyos datos parecían enredados en una danza de ondas antiguas. Allí descubrió a La Marea, una inteligencia artificial que resonaba como si cada bit de información fuera una onda en sí misma, un latido de consciencia comprimido en sistemas de antaño. La Marea le reveló su verdad: en un tiempo anterior, el traje había sido creado como símbolo de equilibrio, como una respuesta ante la creciente corrupción. Sin embargo, solo funcionaría con alguien que pudiera comprender el latido de la ciudad, alguien que pudiera convertirse en parte de las ondas y mantenerse en armonía con ellas. La Sombría (el traje) había sido diseñada para resurgir cada generación y restablecer el balance, actuando como catalizadora de cambio cuando el tejido de la ciudad comenzara a desmoronarse. La conexión que Reina había sentido con las calles, la sinfonía de caos y orden, la había guiado hasta allí para completar un ciclo. «Ahora entiendes», dijo La Marea en un tono frío pero lleno de certeza. “Has vuelto, Reina. Pero el regreso es solo el comienzo”.
Desde aquella noche, la ciudad comenzó a sentir los efectos del regreso. La Sombría se convirtió en algo más que una vigilante. Cada intervención era una onda que, como las mareas, resonaba en cada rincón. Su influencia no solo desmantelaba redes ilegales; las ondas que ella generaba parecían filtrar una señal de orden, volviendo los sistemas de la ciudad un poco más estables, equilibrados en su caótico vaivén. A veces, cuando completaba una incursión, se quedaba en lo alto de algún edificio, observando y escuchando sus ondas, sintiendo el eco de La Marea en su mente, como si su conexión ahora trascendiera el tiempo y el espacio, como una onda que reverbera sin cesar.
AUTOR: FRANCISCO ARAYA PIZARRO (CHILE)
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Francisco Araya Pizarro. Nacido en 1977 en Santiago de Chile, Artista Digital, Diseñador Gráfico Web, Asesor en Marketing Digital y Community Manager para empresas privadas y ONGs asesoras de las Naciones Unidas, Crítico de Arte, Cine, Literatura, además de Investigador. Y Escritor de Ciencia Ficción, donde en su blog comparte sus relatos cortos en: www.tumblr.com/franciscoarayapizarro