SERENDIPIA DOMINICAL – Columna de la escritora española Mónica Miquel Nieto – Encuéntrala cada domingo en el portal web (escritoresrebeldes.com) y en las redes sociales de Escritores Rebeldes.
SERENDIPIA DOMINICAL
RECUPEREMOS LA CULTURA DEL ESFUERZO
Por: Mónica Miquel Nieto (Barcelona – España)
Correo electrónico: mmiquelnieto@gmail.com
Desde el concepto arcaico y erróneo “La letra con sangre entra” hasta la situación actual, en la que podemos encontrarnos con muchas personas intolerantes a la frustración y prácticamente incapaces de esforzarse y luchar para conseguir sus propósitos, existe un mundo. Mi opinión es que deberíamos hallar un término medio. Acostumbrar a las personas a trabajar y esforzarse para conseguir las cosas es positivo y saber que no siempre se puede conseguir lo que uno quiere, al menos no sin esfuerzo, es muy necesario y nos ayuda a ser felices.

La cultura del esfuerzo hace referencia a que las cosas, objetivos o metas se consiguen esforzándose y trabajando. La cultura del esfuerzo nos ayuda a ser responsables, a ser adaptativos, a tomar los errores de forma positiva y tolerar la frustración y a desarrollar la constancia. La virtud propia del esfuerzo es la excelencia y eso es algo que, desde mi punto de vista, se está perdiendo en nuestra actual sociedad. Deberíamos reflexionar y recuperar, al menos un poco, esa cultura del esfuerzo.
Centrémonos, por poner un ejemplo, en las escuelas españolas. Se intenta evitar que los alumnos de las escuelas e institutos se sientan frustrados debido a sus malos resultados académicos o a sus dificultades de aprendizaje. Aquí se ha optado por cambiar el sistema de evaluación a uno más flexible y comprensivo. Pocos alumnos suspenden y casi ninguno repite curso. Se realizan unos planes individuales adaptados que ayudan a cada alumno a progresar en función de sus capacidades.
Para conocer el estado del sistema educativo actual deberíamos estudiar la evolución de las distintas leyes educativas y la aceptación de teorías pedagógicas modernas y novedosas, aunque, no siempre basadas en evidencias científicas demostradas. Pongo el caso de la cuestión de la memorización de contenidos. Muchas de estas teorías denostaron el valor de la memorización, hasta el punto de que si un maestro hacía que sus alumnos memorizaran algo, eso era visto como algo anticuado e innecesario. Lamento deciros que yo no concuerdo con esta idea. No veo nada perjudicial en que los alumnos aprendan de memoria un poema, una canción, una norma ortográfica o las tablas de multiplicar. No lo veo perjudicial, si se hace en su justa medida y si el alumno comprende lo que está memorizando. Muchos se escudan en que en Internet está todo y que, si quieres, por ejemplo, saber cuánto es 7 por 8, puedes encontrarlo fácilmente. Otros dicen que lo importante es comprender el concepto de multiplicación y no aprender las tablas de multiplicar. Según mi punto de vista, una cosa no excluye la otra. Se puede entender el concepto de multiplicación y saber aplicarlo en problemas de la vida real y además saberse las tablas de memoria. No podemos crear personas tan dependientes de la tecnología para todo e incapaces de pensar.
En cuanto a los deberes, se les ha demonizado, cuando, en realidad, no dejan de ser una práctica que sirve para afianzar y consolidar aprendizajes. Todo ello, claro está, en su justa medida. Demasiados deberes serían contraproducentes. Al fin y al cabo, los niños son niños y necesitan tiempo para jugar, incluso para aburrirse, aunque muchos de ellos tienen una semana repleta de actividades extraescolares y deportivas que les impiden esa tan deseable desconexión y tiempo de ocio. Las familias se ven obligadas a apuntar a sus hijos a innumerables actividades fuera del horario escolar debido al problema de la conciliación familiar.
Este sistema educativo que prima la felicidad del alumno tiene su parte positiva, pero también negativa. A los alumnos les cuesta más esforzarse y trabajar en clase o en casa. Pienso que el concepto de felicidad del alumno debería tenerse más claro. Para mí un alumno feliz es un alumno motivado, apoyado y ayudado por su familia, sus maestros y sus compañeros, un alumno que aprende y es consciente de sus progresos, lo cual le permite sentirse orgulloso de sí mismo y mejorar su autoestima. Esa es la felicidad real. La idea de ser feliz por no tener que esforzarse o por no reconocer sus propias dificultades o lo que se debe trabajar más para poder mejorar, es falsa. Es una falsa felicidad que se derrumba cuando el alumno crece y debe enfrentarse al mundo real para el cual quizás no esté lo suficientemente preparado.
Otro de los problemas con los que se encuentra la educación es la cada vez mayor dispersión y dificultad de atención y concentración de los alumnos. Se encuentran hiperestimulados, saturados de estímulos exteriores, no siempre positivos, que dificultan que se puedan centrar en el aprendizaje.
Respecto al tema de la inversión educativa en mi país, lamentablemente continúa estando muy por debajo de lo que se necesitaría para poder mejorar el sistema. Con una mayor inversión, por ejemplo, se podrían disminuir las ratios y los profesores podrían atender mucho mejor las crecientes dificultades de los alumnos. Se nos ha querido hacer creer que si la educación tiene problemas es culpa de la mala preparación de los docentes, o de que se precisa cambiar y renovar la metodología, disponer de más tecnología en las aulas o aumentar las horas lectivas globales de los alumnos. Mi opinión es que a veces la solución más sencilla es la más lógica. Os aseguro que una disminución de ratios, o sea, menos alumnos por clase, ayudaría mucho a mejorar la calidad de la educación en mi país.
Por otro lado, al menos en mi comunidad autónoma, Cataluña, las clases se realizan en horario de mañana y tarde, cuando está demostrado que la capacidad de atención de los alumnos por las tardes es todavía más reducida. Opino que los resultados mejorarían si se llevara a cabo una jornada intensiva, o sea, si se concentraran las horas lectivas por las mañanas y se dejaran las tardes para realizar actividades extraescolares o algún deporte y no todos los días de la semana. Los niños necesitan tiempo de juego libre, relax y reflexión.
Por otro lado, las familias han relajado, en general, sus funciones y delegan más en la escuela un trabajo que debería ser compartido. Suelen dar más importancia a la felicidad de sus hijos que a sus progresos académicos, cuando, desde mi punto de vista, no son conceptos opuestos. Se puede ser feliz aprendiendo o gracias al aprendizaje.
Pienso que la idea de fondo del nuevo sistema educativo no es del todo mala, pero que se ha rebajado demasiado la exigencia y el nivel académico ha bajado. Como todo en la vida, ni tanto ni tan calvo, el término medio que todavía no hemos encontrado, sería el ideal.
La tasa de abandono escolar temprano en España se sitúa en el 13,2%— según los últimos datos, correspondientes a la media de los tres primeros trimestres de 2024—, la segunda cifra más alta de la UE, sólo por detrás de Rumanía (16,6%). La tercera peor es la de Alemania, con un 12,8%.
El 59,3 % de los profesores españoles apunta a la pérdida de la cultura del esfuerzo y la baja tolerancia ante las frustraciones como las principales causas del abandono escolar en nuestro país entre los jóvenes de 14 a 18 años.
Siguiendo con el tema, me gustaría poner el ejemplo de la ortografía. En estos últimos tiempos, los jóvenes cada vez escriben peor. Lo mal que se escribe en redes, en WhatsApp o en otros medios que usamos para comunicarnos, no ayuda demasiado. Yo he llegado a pensar que, quizás en un futuro, no importe escribir bien o mal. No digo que esté de acuerdo con ello, ni mucho menos, pero parece que todo nos encamina a eso. Quien quiera escribir bien tendrá que utilizar Inteligencia Artificial. Francamente, sería una pena que acabáramos así. Una de las cosas que nos hace humanos es nuestra capacidad para leer y escribir. Para mí es básico que cualquier persona aprenda a leer y escribir correctamente.
El porqué de esta debacle creo que está en aceptar que se ha perdido, y muy mucho, la cultura del esfuerzo. Aprender es algo maravilloso, pero requiere, sí o sí, un esfuerzo y eso no es negativo. Todo en esta vida cuesta, nadie te regala nada. Opino que es mejor que los niños lo descubran ya de pequeños, que no se hundan ante el primer problema o dificultad importante que encuentren en su vida. No podemos educar a personas débiles y lanzarlas a un mundo tan duro como el nuestro. No les estamos haciendo ningún favor. Se puede enseñar con amor y dedicación y se puede aprender con esfuerzo y constancia sin que ello provoque infelicidad.
Como suelo hacer en mis columnas de opinión, no quiero plantear un problema sin intentar aportar ideas de posibles soluciones. Para fomentar o favorecer la cultura del esfuerzo, podemos:
-Dar a las personas motivos para esforzarse, sin considerar los errores como fracasos, sino como parte del proceso de aprendizaje.
-Aceptar los retos como algo positivo que les ayudará a mejorar su autoestima y a tolerar la frustración a lo largo de la consecución de sus sueños.
-Ayudarles a superar sus miedos, a desechar el temor al fracaso, siempre con una actitud positiva y constructiva.
-Entender que la perseverancia, la constancia y la práctica son importantes para conseguir cualquier fin, que todo requiere su tiempo y que la impaciencia no es útil a la hora de aprender.
-Luchar por conseguir el éxito y el triunfo, siendo valientes y apasionados. No es un triunfo o éxito entendidos en términos empresariales, sino vitales. Ser capaces de conseguir sus propósitos mediante su trabajo y su esfuerzo, poder sentirse orgullosos de sus logros.
-Favorecer la motivación. La motivación es el impulso que el ser humano necesita para progresar o autorrealizarse. La motivación sin esfuerzo o conocimiento no puede ser bien encauzada.
Antes de terminar esta columna, me gustaría comentar un tema relacionado con todo lo que he estado comentando anteriormente. Estoy convencida de que habréis oído hablar de la ley del mínimo esfuerzo. Cuando estás en una situación en la que tienes varios caminos disponibles, pero sólo puedes recorrer uno, el camino que escogerás será aquel que implique un menor gasto de energía en términos de esfuerzo físico, tiempo o inversión. La ley del mínimo esfuerzo es la habilidad para destinar los mínimos recursos posibles a obtener un beneficio.
La ley del mínimo esfuerzo no es mala, porque optimiza nuestros esfuerzos hacia los objetivos que nos hemos marcado. Por tanto, no es que predisponga a la inacción, sino que nos lleva a actuar de un modo mucho más inteligente y eficiente. Así pues, utilizar esta ley cuando sea conveniente, desde mi humilde opinión, no va en contra de la cultura del esfuerzo. Uno se esfuerza cuando es necesario; si hay un camino más sencillo y menos exigente para conseguir un mismo propósito, no seré yo quien lo critique.
La cultura del esfuerzo no puede desecharse o dejarse de lado si queremos seguir avanzando como sociedad y como especie. Como concluyó Howard Gardner, después de estudiar a personas extraordinarias por su desempeño: todas ellas habían trabajado duramente al menos diez años. Malcolm Gladwell lo bautiza como la regla de las 10.000 horas de trabajo y Larry Bird, uno de los grandes jugadores de la NBA, lo resumió del siguiente modo: “Es curioso, cuanto más entrenamos, más suerte tenemos”.
Para terminar, como siempre hago, me gustaría compartir algunas frases célebres que nos ayudan a reflexionar sobre el valor del esfuerzo. En este caso he seleccionado cinco. A ver qué os parecen:
«Tus sueños tomarán tiempo. Requerirán esfuerzo, dedicación y sacrificio. Pero al final valdrá la pena» (R. A. Prakash)
«La satisfacción radica en el esfuerzo, no en el logro. El esfuerzo total es la victoria total» (Gandhi)
«La gente finge que no les gustan las uvas cuando las vides están demasiado altas para alcanzarlas» (Margarita de Navarra)
«Cuando era joven observé que nueve de cada diez cosas que hacía eran fracasos. Así que hice diez veces más trabajo» (George Bernard Shaw)
«Aplícate tanto ahora como en la próxima vida. Sin esfuerzo no se puede prosperar. Aunque la tierra sea buena, no se puede tener una cosecha abundante sin cultivo» (Platón)
Deseo que os haya resultado interesante la columna de Serendipia dominical de esta semana. Mi intención es que reflexionemos juntos y que participéis de manera más activa escribiendo algún comentario, si así os place. Lo hagáis o no, no importa. Os espero el próximo domingo y agradezco mucho que hayáis dedicado parte de vuestro valioso tiempo a leer estas reflexiones, con las que podéis o no estar de acuerdo. Eso, al fin y al cabo, no es lo importante. Lo verdaderamente valioso es detenernos a reflexionar un poco en este mundo tan acelerado en el que vivimos.
MÓNICA MIQUEL NIETO (BARCELONA – ESPAÑA)
© DERECHOS RESERVADOS AUTORA

Mi nombre es Mónica Miquel Nieto, mujer de 53 años, residente en Barcelona, escritora y poetisa.
Toda mi vida he sido una lectora empedernida, de todo tipo de libros, pero sobre todo de novela histórica, novela fantástica y poesía.
De pequeña gané algunos certámenes literarios y ahí quedó todo. No he dejado de escribir nunca, pero no fue hasta el confinamiento causado por la pandemia de Covid-19, cuando decidí intentar publicar mis obras.
Escribí a algunas editoriales hasta que, finalmente, la Editorial Alvi Books confió en mis posibilidades y se arriesgó a publicar 5 de mis obras. Al ser una persona absolutamente desconocida, es algo que les agradeceré siempre.
Participo en algunos grupos literarios de Facebook y he publicado en algunas revistas (Escritores Rebeldes, Las Alas del Cóndor, CLIVAR, Netrazol Literary Magazine…).
He colaborado con algunos poemas en el canal de meditación de Youtube e Instagram Medita i Respira.
También se han escuchado mis poemas y fragmentos de mis obras en programas radiofónicos, como por ejemplo en La hora de la verdad de TuradioValencia.com, La Enamorada Radio o Radio Alfa Omega de Mexico.
Mi intención es darme a conocer y conseguir lectores para mis obras publicadas. Hay una sexta obra en proyecto.
No dejaré de escribir, porque para mí el hecho de hacerlo, es tanto una necesidad como un placer.