En el reflejo del espejo, un perro se contemplaba cada día, sin entender del todo lo que veía. Hasta que un día, atravesó el cristal y se encontró del otro lado. Allí, presenció a su ama, gimiendo y susurrando en un dolor profundo. Movido por un impulso compasivo, decidió acercarse para calmar el sufrimiento que la envolvía desde hacía años.
Caminaba junto a la joven que solía cuidarlo, una chiquilla frágil a la que su padre solía dedicar una canción. El perro exploraba el entorno, dejando su marca aquí y allá, mientras que la dueña recogía tras él, pero su atención fue capturada por una dama que reconocía del otro lado del espejo. Sin dudarlo, se liberó de la correa y corrió hacia ella.
La mujer, entre lágrimas y susurros, temió ser lastimada por el perro, sin comprender que él solo buscaba consolarla con sus caricias y besos. Al acercarse, ella aceptó sus muestras de afecto, y el perro, con la correa en la boca, se la ofreció como símbolo de unión.
Mientras tanto, la joven observaba la escena con incredulidad. Intentó llamar al perro, pero su voz no resonaba, como si hubiera sido silenciada. Intentó avanzar hacia ellos, pero algo invisible la detenía. La dama de cabellos blancos y el perro se alejaron de su vista, y de repente, todo a su alrededor desapareció, y la “pequeña y frágil” quedó flotando en la oscuridad. Una voz resonó en el vacío, recordándole que, en el vasto universo, “todos somos nada”.
AUTORA: MARGARITA MARÍA PÉREZ PUERTA (COLOMBIA)
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Margarita María Pérez Puerta. Medellín, 20 de junio de 1964. Bachiller. He publicado en el Periódico el correo.co.