Salvo en algunas zonas rurales de China donde se conserva la tradición de enterrar de pie a los muertos, lo común en mi patria cafetera es que los bajen al sepulcro horizontalmente. Un monje tibetano del budismo con abadía entre el bosque de cemento bogotano, además de contarme sobre esta práctica, me contó que esa posición vertical de enterrar a los ex-vivos en los hipogeos orientales, se considera una postura de meditación.
En todos los cementerios de mi bella granja nacional la gente permanece acostada. Pero en el Cementerio San Pedro de Medellín, el más antiguo de la ciudad, Bien de Interés Cultural y camposanto-museo, hay una catacumba de élite que está vacía, es vertical y se la tienen reservada como si fuera de primera clase al escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal. “No me le arrodillé a nadie en vida, muerto menos”, dijo. Él mismo decidió reposar allí, luego de que el parque cementerio se la ofreciera. La aceptó siempre y cuando lo enterraran parado y fuera devuelto hasta el mismo museo Tomás Carrasquilla, otro hombre de letras. Así quedaría a gusto conformando, junto con Jorge Isaacs, autor de “María”, que ya vive ahí, una especie de triada de escritores. Hay muchos personajes célebres de la literatura y la política nacional descansando aquí.
Por cierto, hubieran quedado bien allí, así fueran de pie, los huesos de mi padre. Tendría certeza de la cueva exacta donde permanecían, distinto del paradero misterioso en que se convirtió la bolsa de basura donde los embutieron. Después de estar inhumados por cuatro años en la capital fueron resucitados para que descansaran en una pared-osario de una iglesia de Medellín, cuyo muro-sepultura fue derribado después. En la parroquia simplemente dijeron que “esos huesos los habían llevado a un coleccionadero mejor”, sin precisar cuál coleccionadero. Algún levita o ayudante de cura los echó en una bolsa negra sin marcar. Según feligreses comunicativos, la talega esa la mandaron a cualquier escombrera.
Volviendo al nicho del maestro Gardeazabal, ese aposento es un mimado cenotafio, “una tumba sin muerto”. Mi predecesor, en cambio, se quedó sin columbario, los huesos vagabundean, como él lo hizo en vida. Su sala de justicia debió haber sido el bosque después del soplo de sus pavesas al viento. Dejar parados a muchos ex-vivos en sus hipogeos deber ser chévere. Pero que los fémures y los peronés de los malos los pongan apuntando hacia el averno, que no sigan por ahí muertos de la risa, crujiendo y destruyendo nación y sueños. El infierno también podría resultarles divertido.
AUTOR: JOSÉ LUIS RENDÓN (COLOMBIA)
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José Luís Rendón C. Nació en el Municipio de Argelia (Antioquia) – Colombia. Titulado como Profesional en Comunicación Social. Ha sido corresponsal de prensa alternativa independiente, cronista, periodista y locutor de radio. Cuentos: LEOCADIA, obra ganadora del primer puesto del concurso de cuento “Carrasquilla Íntimo” convocado por El Colegio de Jueces y Fiscales del departamento de Antioquia-Colombia y publicado en la revista Berbiquí. Cuento: EL MONSTRUO DE LA PLATANERA (inédito).
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