Laura escribió en un papel un resumen de su vida:
“Chica de 25 años, licenciada en Periodismo y periodista vocacional. Escritora en la intimidad.
Estado civil: soltera y sin compromiso. Experiencia amorosa: reducida.
Intereses: Investigación periodística y lectura.
Sueños: Ganar un distinguido premio literario, publicar un superventas, llegar a ser conocida.
Miedos: Muchos, demasiados.
Experiencia laboral: Escasa. Nuevo trabajo como periodista en un modesto periódico local.”
Laura releyó lo que acababa de escribir y decidió añadir algo:
“Objetivos cercanos: Descubrir algo interesante, la próxima noticia bomba. Escribir una nueva novela, esta vez con más confianza y menos miedo e intentar colocarla en alguna editorial.”
Decidió tachar la última frase y modificarla por:
—“Escribir y publicar una novela en el plazo máximo de un año.”
Laura pensó que sería mejor poner una fecha límite. Así no volvería a procrastinar y a posponer sus planes como escritora.
Se sentía cansada, así que apagó la luz de la pequeña habitación que tenía alquilada en un humilde barrio de Barcelona y se entregó al mundo onírico de los sueños. Laura jamás recordaba lo que soñaba, pero solía despertarse sudando y asustada. Siempre se sentía intranquila y no conocía el motivo de su constante desasosiego.
Era cierto que había perdido a su padre hacía menos de un año, pero antes de eso, también le sucedía lo mismo.
Laura era una chica tímida, algo apocada y sensible. Era capaz de sentir empatía muy fácilmente. Eso la ayudaba a escribir mejor. Era capaz de ponerse en la piel de cualquier personaje.
En su última novela, se transformó en Milena, una mujer de mediana edad que podía comunicarse con los espíritus. Mientras escribía la novela, ella sintió como si también fuera capaz de hacerlo.
Laura dormía, de forma tranquila y relajada, cuando algo cayó al suelo. La chica despertó, sobresaltada. A los pies de su cama encontró el marco de fotos con la foto de sus padres, completamente destrozado. Le extrañó encontrarlo allí. Estaba colocado en el único mueble, aparte de la silla y el armario que había en la habitación. Era imposible. Ella lo había colocado en la cómoda que estaba en el lado opuesto del cuarto. ¿Cómo había podido llegar hasta allí?
Decidió volver a la cama y olvidar el tema, pero al dirigirse hacia ella se encontró la cama ocupada. Un bulto cubierto con su edredón estampado favorito ocupaba su lugar. Pensó en abandonar el dormitorio de inmediato, pero la curiosidad que sentía le permitió acercarse y levantar el edredón con suavidad y mucha cautela. Lo que vio la dejó atónita. Allí estaba ella, durmiendo tan feliz. Quiso creer que era un sueño, pero no se atrevió a meterse de nuevo en el lecho junto a ella misma.
Meditó bien su próximo paso. Se vistió y salió a la calle. Miró su móvil. Eran las cinco y todavía no había amanecido. Se le ocurrió la idea de llamar a Sonia, pero lo descartó, no quería asustar a su amiga ni despertarla de su sueño. Al bajar a la calle grabó un audio:
—Soy yo, grabo este audio para comprobar si todo esto es o no un sueño.
Paseó por la calle desierta, sin rumbo, sin saber qué hacer. Alguien se dirigía a la portería de enfrente. Era una chica joven, morena y muy exuberante. Iba vestida de cuero negro y llevaba los ojos muy pintados. Cruzó la calle y se dirigió hacia ella. Necesitaba hablar con alguien, pero no sabía que excusa poner para hacerlo.
— Perdona, ¿me podrías decir qué hora es? Mi móvil se ha quedado sin batería y no llevo reloj.
La chica se volvió hacia ella. De cerca, pudo comprobar que estaba muy pálida. Su piel era blanca como la nieve y en su cuello destacaba un tatuaje de un dragón rojo y dorado muy brillante.
—Yo tampoco sé qué hora es. Creo que he perdido el móvil. No sé dónde ni cuándo. Hace mucho tiempo que intento volver a casa, pero no consigo recordar dónde está. ¿Tú me conoces, sabes por casualidad dónde vivo?
— No, no te conozco. Pensaba que vivías aquí, en esta portería.
—No estoy segura, pero no tengo la llave, así que no puedo entrar.
La chica le explicó que no recordaba su nombre ni si tenía o no familia. Era como si le hubieran borrado la memoria. Se sentía sola y desamparada.
Laura se apiadó de la chica y la invitó a quedarse en su cuarto. Quizás fue una insensata, pero pudo más su empatía y regresaron juntas.
Al volver a su cuarto, Laura le comentó a la pobre chica pálida:
—No sé qué vamos a hacer para poder dormir esta noche. En mi cama no caben
tres personas.
— ¿Tres? — Preguntó la chica—. Pero si la cama está vacía.
Laura no entendía nada. Optó por decirle a la chica que durmiera ella en su cama y ella se tumbó en el suelo sobre su colchoneta de yoga.
Las dos chicas no hablaron demasiado. Una de ellas no recordaba nada de su pasado y Laura estaba atónita con toda la extraña situación que estaba viviendo.
Al día siguiente, Laura despertó en su cama y la extraña muchacha que había conocido la noche anterior había desaparecido. Pensó que todo había sido un sueño y retomó su rutina normal.
A llegar a la portería, revisó su móvil, y allí encontró el mensaje que había grabado la noche anterior. Pensó que quizás era sonámbula. Al fin y al cabo, eso no era algo tan raro. Había mucha gente sonámbula. Ella, seguramente, sería una más.
Al llegar a la redacción, le encomendaron una investigación sobre la violencia machista. Una chica había sido asesinada por su novio hacía tres días y su jefe pensó que escribir un artículo sobre ella atraería la atención de sus lectores.
Laura se dirigió a la dirección que le habían dado en el periódico, para visitar a los padres de la chica e intentar hablar con ellos sobre el tema. No sabía si la iban a querer recibir. Era todo demasiado reciente y doloroso.
Se dirigió a la portería treinta y dos B, que estaba en la misma calle donde ella vivía. Dio la casualidad de que era la misma en la que conoció, en sueños, claro está, a la chica con amnesia. Los padres de la chica aceptaron dejar que subiera y les hiciera algunas preguntas.
La madre de la chica estaba destrozada. El padre no quiso salir al comedor para hablar con ella.
— No quiere salir de la cama. Lleva así desde el entierro, hace ya tres días. Apenas come. No sé qué hacer— le comentó la mujer.
—Si es mal momento, puedo volver otro día— se disculpó Laura.
—No, no, no lo es. Quiero que a ese malnacido le caiga la mayor pena posible.
La publicidad ayudará. Pregúntame lo que quieras y escribe un artículo que ayude a la gente a comprender nuestro sufrimiento. Esto no se lo deseo a nadie. Esto ya no debería pasar. Vivimos en una sociedad enferma, los machistas asesinos andan sueltos por las calles. No quiero que le pase lo mismo a otra chica. Nuestra Marina era maravillosa y estaba en la flor de la vida, pero tuvo la mala suerte de enamorarse de un mal hombre, un celoso empedernido que le hizo la vida imposible. Ella intentó dejarle, pero él la perseguía, le pedía perdón una y mil veces, le regalaba flores, joyas, le decía que quería que fuese su mujer y que tuviesen hijos juntos.
La madre de la chica se levantó y cogió un álbum de fotos de la estantería del mueble del comedor. Empezó a enseñarle fotos de su niña: Un bebé en sus brazos, una niña morenita muy sonriente, la niña de excursión con sus amigos del cole, las fotos de la comunión, su décimo cumpleaños, una foto con sus amigas del instituto…
Laura se quedó sin respiración, a medida que las fotos mostraban a una Marina más mayor, se iba pareciendo más y más la chica amnésica. Hasta que apareció la misma chica de la noche anterior, vestida de cuero, con su tatuaje del dragón en el cuello. No cabía duda. Era ella.
Laura le dijo a su madre que ya había recopilado suficiente información. Le aseguró que escribiría un artículo que llamaría la atención de los lectores, que intentaría ayudar en la medida de sus posibilidades a que se hiciera justicia.
Esa no fue la única vez que le sucedió algo así. Muchas noches vivía la misma experiencia y conocía personas que ya no pertenecían al mundo de los vivos.
Al principio tuvo miedo, pero con el paso del tiempo acabó acostumbrándose a ello.
Pensó que podría serle útil en su trabajo de investigación, mas, ninguna de las personas, o más bien, fantasmas que conoció, recordaban nada de su vida anterior.
En menos de un año cumplió su propósito. Escribió una novela sobre sus experiencias nocturnas, la llamó, Mis noches sin luna, ya que en sus salidas nocturnas, jamás había podido verla. La novela fue publicada por una editorial muy solvente. Consiguieron vender miles, incluso millones de ejemplares y fue traducida a cinco idiomas.
En una de sus presentaciones de libros conoció a Julián, un hombre de 35 años enamorado de su novela. Se enamoraron y decidieron irse a vivir juntos. Ahora, en sus noches sin luna, Laura se veía dormida al lado de su amado, justo antes de lanzarse a la aventura de las calles y sus almas en pena. Quizás un día ella sería una de ellas, un fantasma perdido en las sombras, buscando son encontrar, tratando de recordar. Pero, ese día, todavía no había llegado. Laura decidió disfrutar de su vida, de su nuevo amor, de su trabajo y de sus amistades. La noche era su secreto. A nadie jamás le confesaría que su libro estaba basado en hechos reales y que ella era su protagonista, la que podía viajar en sueños al mundo de los espíritus, la que vivía en dos mundos paralelos.
— ¿Cómo has dormido esta noche, cariño? Anoche parecías inquieta. ¿Has tenido alguna pesadilla? – preguntó Julián, con curiosidad y algo preocupado.
—No lo sé, cielo, nunca recuerdo lo que sueño-mintió ella—. En realidad, he dormido como una bendita.
AUTORA: MÓNICA MIQUEL NIETO (BARCELONA – ESPAÑA)
© DERECHOS RESERVADOS AUTORA
Mi nombre es Mónica Miquel Nieto, mujer de 53 años, residente en Barcelona, escritora y poetisa.
Toda mi vida he sido una lectora empedernida, de todo tipo de libros, pero sobre todo de novela histórica, novela fantástica y poesía.
De pequeña gané algunos certámenes literarios y ahí quedó todo. No he dejado de escribir nunca, pero no fue hasta el confinamiento causado por la pandemia de Covid-19, cuando decidí intentar publicar mis obras.
Escribí a algunas editoriales hasta que, finalmente, la Editorial Alvi Books confió en mis posibilidades y se arriesgó a publicar 5 de mis obras. Al ser una persona absolutamente desconocida, es algo que les agradeceré siempre.
Participo en algunos grupos literarios de Facebook y he publicado en algunas revistas (Escritores Rebeldes, Las Alas del Cóndor, CLIVAR, Netrazol Literary Magazine…).
He colaborado con algunos poemas en el canal de meditación de Youtube e Instagram Medita i Respira.
También se han escuchado mis poemas y fragmentos de mis obras en programas radiofónicos, como por ejemplo en La hora de la verdad de TuradioValencia.com, La Enamorada Radio o Radio Alfa Omega de Mexico.
Mi intención es darme a conocer y conseguir lectores para mis obras publicadas. Hay una sexta obra en proyecto.
No dejaré de escribir, porque para mí el hecho de hacerlo, es tanto una necesidad como un placer.