Miriam Saldaña se encontraba sola en la vieja casa que había compartido con su esposo Ricardo, un hombre que había fallecido de manera abrupta en su última expedición arqueológica al África. Ricardo siempre había estado obsesionado con las culturas tribales del llamado continente negro, y su estudio lo llevó a recolectar piezas exóticas, muchas de las cuales ahora decoraban la vivienda. Pero lo que más le inquietaba a Miriam era una colección particular que él había adquirido justo antes de morir: máscaras africanas de un aspecto muy perturbador. Una noche, mientras revisaba el ático en busca de objetos para deshacerse de ellos, Miriam tropieza con una caja sellada. La abre y allí están, esas máscaras. Entre todas, una le llamó particularmente la atención: una máscara tallada en madera oscura, con ojos profundamente hundidos y extraños grabados. Había algo en ella que le resultaba curioso, como si algo le hablase… Junto a la máscara, encuentra un libro enmohecido que Ricardo había guardado celosamente en secreto: «Enciclopedia de la Ciencia Sagrada» deRené Carter. Miriam pasó meses buscando respuestas, cualquier cosa que pudiera ayudarla a comprender las últimas acciones de su difunto esposo. Comenzó a leer el libro, intrigada por su contenido, que hablaba de símbolos arcaicos, portales místicos y conexiones entre el mundo terrenal y lo divino. No eran meras teorías, sino un camino hacia un conocimiento prohibido. Con cada página que pasaba, Miriam sentía que una verdad oculta se le revelaba lentamente ante ella.
Esa misma noche del día que encontró aquella extraña máscara y ese curioso libro, fue incapaz de dormir. Bajó la máscara de Nyambe al salón principal. El viento que azotaba las ventanas parecía susurrar su nombre, como si la misma máscara estuviera viva. Se levantó de la cama y la observó durante un largo rato, y sintió una tentación que recorría su cuerpo y se apoderó de ella: ¿y si me la pongo?.
Con las manos temblorosas, levanta la máscara y la coloca sobre su rostro. En ese preciso instante, algo cambia. Una oleada de energía pasó por su cuerpo, y de repente, las arrugas que marcaban su piel comenzaron a desaparecer. Su reflejo en el espejo era el de una mujer más joven, más vibrante. Por un momento, sentía que había regresado a sus mejores años.
A la mañana siguiente, el cambio era más evidente. No solo su rostro parecía más joven, sino también su cuerpo. Sentía una energía renovada, un deseo ardiente de continuar explorando los secretos de la máscara. Al principio, pensó que tal vez era solo una coincidencia, un juego psicológico. Pero cuanto más usaba la máscara, más la envolvía esa vitalidad juvenil.
No pasó mucho tiempo antes de que pudiera conciliar su tiempo de vigilia de manera natural y empezaran los extraños sueños. En ellos, veía a Ricardo, no como lo recordaba, sino como un ser deformado y grotesco. Atrapado en un lugar oscuro, una especie de inframundo, y le pedía que lo liberara. Decía que la máscara de Nyambe era la clave. Al principio, Elena los desestimó como meras pesadillas, un juego fantasioso por pasar mucho tiempo con la máscara, pero las visiones se volvían cada vez más recurrentes, más reales, más urgentes. Una tarde, mientras lee la enciclopedia, se topa con un capítulo que hablaba de las máscaras rituales africanas. Decía que algunas máscaras no solo eran objetos ceremoniales, sino también puertas a otros mundos. “Nyambe”, según el libro, era un dios antiguo que ofrecía poder y juventud a cambio de un sacrificio. Al principio, Miriam se rió de la coincidencia, pero en el fondo de su mente, el miedo empezó a crecer. Para los vecinos los cambios en Miriam ya eran muy evidentes. Algunas vecinas le preguntaban por qué «tratamiento de belleza” se hacía, pero otras la miraban con recelo. Nadie entendía lo que realmente estaba ocurriendo. Solo Elena, su amiga de toda la vida, la confrontó directamente.
—»¿Qué está pasando contigo, Miriam?» —le preguntó una tarde, mientras ambas tomaban café en el jardín trasero de la pueblo—. “Desde la muerte de Ricardo, algo no está bien».
Miriam sonríe, ocultando la verdad. Pero Elena insiste, preocupada por los rumores que se extendían por el pueblo sobre los gritos que se escuchaban en su casa durante la noche.
—»No pasa nada, Elena» —respondió Miriam, pero su voz tembló.
Llegado la noche, mientras se volvía poner la máscara una vez más, algo dentro de ella finalmente se rompió. Escuchó la voz de Ricardo, más clara que nunca. Esta vez no estaba en un sueño. Lo vio en el espejo, de pie detrás de ella, observándola con ojos oscuros.
—»Sabes lo que debes hacer, cariño» —susurra Ricardo—. “Solo un sacrificio más y estaré contigo para siempre».
Miriam retrocede horrorizada. En ese momento, comprendió lo que la máscara le exigía.
Cada vez que la usaba, alguien más sufría. Las extrañas desapariciones en el pueblo, los gritos en la noche… Todo estaba conectado. La máscara no solo la hacía joven; también la estaba transformando en algo completamente antinatural.
AUTOR: FRANCISCO ARAYA PIZARRO (CHILE)
© DERECHOS RESERVADOS AUTOR (A)
Francisco Araya Pizarro. Nacido en 1977 en Santiago de Chile, Artista Digital, Diseñador Gráfico Web, Asesor en Marketing Digital y Community Manager para empresas privadas y ONGs asesoras de las Naciones Unidas, Crítico de Arte, Cine, Literatura, además de Investigador. Y Escritor de Ciencia Ficción, donde en su blog comparte sus relatos cortos en: www.tumblr.com/franciscoarayapizarro