SOLOS ENTRE LA MULTITUD
Por: Mónica Miquel Nieto (Barcelona – España)
Correo electrónico: mmiquelnieto@gmail.com
La soledad, el hecho de sentirse solo y la exclusión de las relaciones sociales o aislamiento social son circunstancias que afectan a numerosas personas adultas y, especialmente, a personas mayores de 65 años. Algo habrá que hacer al respecto, ya que supone un problema psicológico, social y de salud pública.
La soledad se define como la carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Es curioso que, personas que viven rodeadas de gente, por ejemplo, en las grandes ciudades, puedan llegar a sentirse tan solas y desamparadas.
“Tanto la percepción de soledad (en su dimensión emocional) como el riesgo de aislamiento social (la falta de amigos) afectan a una de cuatro personas adultas en España. Si se combinan ambos aspectos, vemos que un 43,6% de los participantes en el estudio se encontraban en riesgo de aislamiento social o bien se sentían solos.” “La soledad no afecta por igual a todos los estratos de la población. Tanto los sentimientos de soledad como el aislamiento social crecen con la edad, sobre todo entre las personas mayores jubiladas, y suele ser más frecuente en hombres que en mujeres. Son también fenómenos más presentes entre las personas con menor nivel de estudios.”(Datos obtenidos de un estudio realizado por el Observatorio Social de la Fundación La Caixa en diciembre del año 2019).
Podemos encontrar dos tipos de soledad: la soledad social, en la que las personas que se sienten abandonadas o echan de menos la compañía de los demás y la soledad emocional, que se da en las personas que no tienen suficiente apoyo, carecen de personas a las que puedan recurrir o en las que puedan confiar plenamente en caso de necesidad. En nuestras sociedades actuales encontramos gran número de personas que sufren uno u otro tipo de soledad, incluso ambos.
Como podéis observar, se trata de un problema generalizado y común en la mayoría de países del llamado primer mundo.
Sería interesante conocer el origen del problema de la soledad. Mi opinión es que la sociedad capitalista y acelerada en la que vivimos potencia el egocentrismo, básicamente por motivos económicos. Anima a las personas a pensar más en sus propias necesidades, a mimarse más y a concederse caprichos que, en otra época, hubieran sido inconcebibles.
Nuestras “necesidades básicas” se han ampliado y se han convertido en falsas necesidades. Hoy en día todos debemos tener móvil, ordenador, plataformas donde ver series en la televisión, ropa nueva cada temporada… El que más o el que menos gusta de salir a tomar algo en un bar o ir a comer fuera el fin de semana. Después están los que viajan a menudo o cuando les es posible. Todo está enfocado al consumo.
Nuestras vidas consisten en trabajar y consumir, consumir y trabajar. Nuestros horarios laborales no favorecen la conciliación familiar ni el cuidado de las personas vulnerables o enfermas. Esos temas no interesan demasiado a los gobiernos de turno, ni a las empresas, ni a las grandes fortunas.
Para algunos, el cuidado de los mayores, de las personas dependientes, se ha convertido en un grave problema. No todo el mundo dispone de recursos económicos para hacer frente a una situación así. En algunos países, como España, se ha creado una ley para apoyar a las personas dependientes. La realidad es que las ayudas llegan tarde o no llegan nunca. Las listas de espera son interminables y los trámites burocráticos largos y complicados.
Pongamos el ejemplo de una familia en la que el abuelo enferma de gravedad, hasta el punto de necesitar asistencia domiciliaria diaria. La abuela está ya mayor y no puede hacerse cargo. Los hijos solicitan la ayuda correspondiente. El tiempo pasa y la ayuda no llega. Los dos miembros del matrimonio, con hijos, deben trabajar para poder llegar a fin de mes. Es muy complicado poder atender casos así. El cuidador o cuidadora, normalmente uno de los hijos del anciano, debe ocuparse de su higiene, ayudarle a ducharse, cuidar su alimentación, administrar su medicación, evitar accidentes domésticos, llevarle de paseo si tiene problemas de movilidad. La situación se agrava si, por ejemplo, la persona dependiente padece una enfermedad complicada, como la demencia senil o el temible Alzheimer, todo se complica mucho más. No en todos los trabajos conceden permisos de forma regular para poder atender a un familiar cercano. La idea de que uno de los miembros de la pareja cuidadora deje de trabajar es insostenible a nivel económico. No es que no se quiera, es que es inviable.
Por otro lado, una persona cuidadora puede acabar manifestando problemas psicológicos o de salud, que el sistema sanitario no suele atender, al menos, no con la celeridad que debería hacerlo.
Todo esto sucede mayormente en las grandes urbes. El sistema sanitario no está lo suficientemente preparado como para poder atender a tiempo todos los casos que se presentan. Tampoco suele invertirse lo suficiente a nivel gubernamental. El problema persiste y se enquista y es de difícil solución si no se dedican más recursos para intentar solventarlo.
En cambio, en los pueblos la gente suele conocerse mejor, se relacionan asiduamente, se apoyan, se ayudan. La dinámica social de los pueblos es totalmente diferente.
Por otro lado, desde mi humilde punto de vista, los valores universales se han ido perdiendo, poco a poco, disolviéndose en la marea capitalista que nos rodea y nos domina.
Se habla mucho de la empatía, pero pocos la llevan a cabo. Se habla mucho de la paz y la solidaridad, pero tan solo hay que mirar un telediario para ver que lo que se predica no se cumple.
Pienso que todo ello, desemboca en problemas como el que ahora nos ocupa. Muchas personas, no solo ancianos, se sienten solas. Suele sucederles a personas sin familia, pero también les ocurre lo mismo a personas con familiares que no quieren o no pueden hacerse cargo de ellos.
Planteado el problema y la posible causa, tan solo nos queda buscar soluciones. Podría enumerar un listado exhaustivo, todos estaríais de acuerdo, pero enumerarlas y no llevarlas a cabo no solucionará el problema. Aún y así, intentémoslo, no perdemos nada.
Si investigamos sobre el tema, podemos encontrar una serie de recomendaciones, más o menos útiles, para lograr vencer el problema de la soledad, concretamente en las personas ancianas. Se recomienda a las personas mayores mantenerse activas y ocupadas. Una posible actividad sería la de realizar viajes o excursiones, si es que su economía lo permite. La precaria situación económica de muchas personas mayores agrava el problema.
Otras recomendaciones que pueden resultar útiles son: realizar terapias asistidas con animales, incentivar la educación y el ejercicio, incorporarse a plataformas de concienciación contra la soledad de los mayores.
Suele aconsejarse a las personas mayores apuntarse a actividades grupales en centros de la tercera edad, por ejemplo, asistir a un Centro de Día, en el que un grupo de ancianos puede realizar actividades creativas y ejercitar su cuerpo. Eso, si es que se encuentra alguna plaza disponible, claro está. Otra opción es la de solicitar la figura de algún voluntario para hacer compañía a la persona que se sienta sola.
Existen infinidad de posibles soluciones, aunque yo primaría la de intentar que se dé una verdadera conciliación familiar que permita a los hijos hacerse cargo de sus padres, sin excluir el resto de ayudas posibles. Una combinación de todas ellas facilitaría la vida de estas personas.
Con un poco de suerte, todos llegaremos a ser mayores, y nos podemos encontrar en la misma situación. Algún día seremos cuidadores o ancianos con necesidad de ayuda y compañía. No es algo que podamos esquivar, la vejez llegará, es ley de vida.
Espero y deseo que, llegado el momento, la situación haya mejorado y no persista el grave problema al que nuestra sociedad debe enfrentarse, esa terrible soledad que hace que nuestros últimos años sean tristes, que nos hace sentir inútiles, inservibles, una carga para nuestros seres queridos. No es justo. Deberíamos dar valor a nuestros ancianos, valorar su experiencia, escuchar sus consejos, amarles y darles todo nuestro apoyo, como ellos hicieron con nosotros en su momento, cuando éramos niños y dependíamos de ellos por completo. Una sociedad que no tiene en cuenta a sus ancianos es una sociedad enferma, carente de humanidad y de valores.
Quiero ser positiva y creer que llegará el día en que este problema desaparezca, en que nadie deba terminar su vida sintiéndose solo, solo entre la multitud. Ese día, nuestra sociedad será más justa, más saludable y humana.
AUTORA: MÓNICA MIQUEL NIETO (BARCELONA – ESPAÑA)
© DERECHOS RESERVADOS AUTORA
Mi nombre es Mónica Miquel Nieto, mujer de 53 años, residente en Barcelona, escritora y poetisa.
Toda mi vida he sido una lectora empedernida, de todo tipo de libros, pero sobre todo de novela histórica, novela fantástica y poesía.
De pequeña gané algunos certámenes literarios y ahí quedó todo. No he dejado de escribir nunca, pero no fue hasta el confinamiento causado por la pandemia de Covid-19, cuando decidí intentar publicar mis obras.
Escribí a algunas editoriales hasta que, finalmente, la Editorial Alvi Books confió en mis posibilidades y se arriesgó a publicar 5 de mis obras. Al ser una persona absolutamente desconocida, es algo que les agradeceré siempre.
Participo en algunos grupos literarios de Facebook y he publicado en algunas revistas (Escritores Rebeldes, Las Alas del Cóndor, CLIVAR, Netrazol Literary Magazine…).
He colaborado con algunos poemas en el canal de meditación de Youtube e Instagram Medita i Respira.
También se han escuchado mis poemas y fragmentos de mis obras en programas radiofónicos, como por ejemplo en La hora de la verdad de TuradioValencia.com, La Enamorada Radio o Radio Alfa Omega de Mexico.
Mi intención es darme a conocer y conseguir lectores para mis obras publicadas. Hay una sexta obra en proyecto.
No dejaré de escribir, porque para mí el hecho de hacerlo, es tanto una necesidad como un placer.