Hay ocasiones en la que buscamos el cielo en la calle, con tanta suerte que lo encontramos personificado en una solterita. Parecen más apetitosas en esta versión de la Feria de las Flores de Medellín. Son como elixir para los tropiezos y días inciertos. Después de ondear sus pétalos al aire libre con la concupiscencia y beneplácito del sol, la primavera se tongonea vanidosa en medio de flores y silletas.
No puede haber tanta suavidad en esa lecherita y en esa crema vainilla amarillosa que las recubre. Son irresistibles. Una dulce espada que se degusta plácidamente en el parque o en la esquina del barrio. Las galanterías y los requiebros de orquídeas, claveles y heliconias hacen que todo sea color de rosa. Mi particular vínculo con las solteritas nació en la puerta de la escuela cuando por las comisuras de mis labios escurría el néctar. No habrá por qué sentir sonrojo alguno si seguimos agotando sus natas, más aún cuando con este vocablo se denomina “solteritas” a un postre clásico de mi Colombia. Galletas dulces y crocantes con tono naranja que se pavonean con su crema encima, al paso de hortensias, crisantemos y girasoles.
Ellas se convirtieron en protagonistas de mi infancia. Estos “rosettes”, nombre original de las solteritas, según reposteros expertos, salieron desde los hornos escandinavos para embadurnar de cremosidad otros labios en el mundo.
Apurando sus tacones de vainilla han intentado poblar las reposterías haciendo alarde de lo meloso de sus caderas. No sé cuál sea el grado de protagonismo de las solteritas en la dinámica de la economía informal, de la venta ambulante o de la macroeconomía. En cualquier caso, podrían ocupar un mejor lugar al lado de lirios y tulipanes. Las estanterías de la alta glotonería se convertirían en un ramillete con manojos de embrujo como guardianes.
El alboroto pueril de esta columna obedece a la curiosidad por saber si los “rosettes” sorprendan descubriendo algo que no sabemos sobre la forma como al país lo marchitan a quemarropa. La gente de los caseríos y de los edificios seguirá escondiendo sus flores para atragantarse de “rosettes” por miedo al desgobierno y al mierdero de las violetas y las camelias ajadas. En tanto que las orgías políticas se comen olímpicamente sus propios “rosettes”, en París o en cualquier lugar del mundo, brillará una dalia, una camelia o una violeta. Fue a la salida del colegio cuando compré mi primera felicidad: una flor, una solterita.
AUTOR: JOSÉ LUIS RENDÓN (COLOMBIA)
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José Luís Rendón C. Nació en el Municipio de Argelia (Antioquia) – Colombia. Titulado como Profesional en Comunicación Social. Ha sido corresponsal de prensa alternativa independiente, cronista, periodista y locutor de radio. Cuentos: LEOCADIA, obra ganadora del primer puesto del concurso de cuento “Carrasquilla Íntimo” convocado por El Colegio de Jueces y Fiscales del departamento de Antioquia-Colombia y publicado en la revista Berbiquí. Cuento: EL MONSTRUO DE LA PLATANERA (inédito).
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