El bamboleo de la brisa alarga una y otra vez las hojas lisas de las bananeras. Estas aprovechan para besuquearse. Son de las hojas más grandes y tiernas del reino vegetal. Muy cerca de allí el mar y la arena se funden en unas relaciones más libidinosas. Es la particular forma de calentura de la naturaleza que no hace tanto daño como la libido desbocada de la montonera humana.
Inspirada entre ese paraíso de playa, brisa y mar, está Irene que, con su sonrisa insistente y hechicera, no para de cocinar sancochos de mulata pasiadora. Es el signo característico con el que alumbra su semblante. Me acerqué, siguiendo un camino serpenteante diseñado ordenadamente entre la hojarasca por las hormigas cortadoras de hojas. De inmediato advertí el exquisito bruno que emana su piel.
El gran litoral alardea con su presencia. No solo cuida y susurra sentimientos ribereños sino que los enriquece con la cultura de los platos que tanto la excitan. Se enorgullece de su léxico, de su particular hablaíto de morena. El fogón le alcahuetea sopas de queso, atollaos, clavaos, tumba-catres y tapaos de chere, que es como le llaman por aquí a los platos del pacífico.
Cuando habla de la gastronomía del Chocó, en Colombia, su tierra natal, traga saliva. Perpetúa la tradición culinaria de su pueblo con los primitivos sudaos, los sancochos de mulata–pasiadora, las tortas de chontaduro y el arroz endiablao. A esta orgullosa cortesana de irresistible sazón no le falta su anisao. Lo bebe doble, sabe a coñac. Adora el tambo y el bongo por el que cruza una y otra vez el río Atrato pescando bocachicos, dentones y guacucos.
Cuenta que se crió a ritmo de anzuelos, bullarangas y chirimías. Las cadencias de Irene son para repasar. Aquí en este paraíso no hay contrastes. La pizza, el Macallans y los anisaos recorren las mismas gargantas. No hay mierda social, no hay arroz sin endiablar, no hay riberas opuestas.
Todo lo que Irene luce es galantería, hasta esa forma como entorna los ojos al hablar. Hoy la vi. Reluce bulliciosa disimulando el meneo cadencioso de sus caderas con un lino clásico de verano. Se pasa todo el día bailando currulaos y se atrinchera en un fogón como pedestal donde le da caderazos a las fantasías y cocina sueños de liberación. Canta música de chirimías y mira con insistencia al interior de los rescoldos refulgentes del fogón.
Mientras mira los rescoldos, no olvida lo regañona que es: –Este es el único lugar del mundo donde se puede achicharrar la parte degenerada de este puto enjambre humano.*
AUTOR: JOSÉ LUIS RENDÓN (COLOMBIA)
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FUENTE – AGRADECIMIENTO
Fotografía Soporte
Revista Semana – Foto: Juan Guillermo Peña
José Luís Rendón C. Nació en el Municipio de Argelia (Antioquia) – Colombia. Titulado como Profesional en Comunicación Social. Ha sido corresponsal de prensa alternativa independiente, cronista, periodista y locutor de radio. Cuentos: LEOCADIA, obra ganadora del primer puesto del concurso de cuento “Carrasquilla Íntimo” convocado por El Colegio de Jueces y Fiscales del departamento de Antioquia-Colombia y publicado en la revista Berbiquí. Cuento: EL MONSTRUO DE LA PLATANERA (inédito).
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