A medida que la luz del sol se desvanece las chicharras empiezan con sus zumbidos hechiceramente ensordecedores. Me parecen sinfónicos y me embelesan por lo atronadores y puntuales. Todos los días a la misma hora en el mismo árbol.
En cada ocaso haraganeo entre la floresta para escucharlas. Intrepidez murmurante de las cigarras que, quién sabe si lo que están haciendo, es protestar por la podredura bravucona de la imaginación. Quienes están dotados de un sentido coherentemente biológico de las cosas comentan que el objetivo de esos silbidos es el de anunciar la lluvia o rogarle al cielo para que esta caiga.
He asistido durante horas prolongadas a estos conciertos apoltronado sobre las raíces del árbol más tupido. Es el escenario propicio. Aquí, en medio de ese sosiego, retoñan los encontronazos con la locura mientras llueve. El sol se disipa y el corazón zapatea al escuchar la coral de las chicharras retumbando por toda la espesura.
Canto vivificante de cotorras que se afina desde los copos de los árboles. Sus “parlanchinadas” son un privilegio que riñe con la lengua bífida de los viperinos hablantes del mundo. –Lárgate ahora mismo. Ella, sin pensarlo, hace caso a la rabieta de su compañero, da media vuelta y se larga. Reconoce lo bífida de su lengua y lo imparable y agresiva que es al hablar, aunque ella no cambia. Pareciera que tuviera dos lenguas en una. Él también se esfuma. Coge camino de las faldas, macizo arriba acompañado de los aullidos de su bulldog, única voz que soporta.
Heriberto ya conoce esos montículos donde ni los gritos más fuertes del mundo saquean la paz de la sierra. El rancho permanece igual. La única que había entrado sigilosamente era la yerba, creció y se quedó. El viento con su roce suave y silbante de swish, swish, también entró.
Solo las voces de las cotorras, la de todos los pájaros y la frecuencia ladradora del bulldog son las que se escuchan en el macizo. Estos cánticos se desperdigan entre los árboles. El guau-guau, el swish–swish de la brisa y el trino de las aves son las únicas melodías solmenes que no debiera acallar el hombre, de quienes dice el pensador dizque somos la cloaca del universo. No nos dejemos agraviar del pensador. Invocar a gritos el canto al vuelo podría hacer que el alma entera del mundo sea como el grito enternecedor y retributivo de lobo
AUTOR: JOSÉ LUIS RENDÓN (COLOMBIA)
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José Luís Rendón C. Nació en el Municipio de Argelia (Antioquia) – Colombia. Titulado como Profesional en Comunicación Social. Ha sido corresponsal de prensa alternativa independiente, cronista, periodista y locutor de radio. Cuentos: LEOCADIA, obra ganadora del primer puesto del concurso de cuento “Carrasquilla Íntimo” convocado por El Colegio de Jueces y Fiscales del departamento de Antioquia-Colombia y publicado en la revista Berbiquí. Cuento: EL MONSTRUO DE LA PLATANERA (inédito).
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