¿SE PUEDE AMAR A UN PAÍS COMO A UNA MUJER?
Por: Julián David Rincón Rivera (Colombia)
Correo electrónico: rinconriverajulian@gmail.com
Ante la pregunta de Albert Camus:
¿Se puede amar a un país como a una mujer?
Ciertamente, se puede, pero dicha mujer es una sola, única e irremplazable: Mamá.
El mismo Camus lo responde a lo largo de su trabajo literario:
“Quería a mi madre con desesperación. Siempre la he querido con desesperación…”
“Si en las horas dolorosas de la vida me fuera dado ver una vez más, siquiera por un instante, esa sonrisa (la de su madre) no conocería el dolor…”
“…su madre: la única criatura por quien hubiera sentido alguna vez lo que podría llamarse, si no amor, una especie de lealtad del corazón…”
“Ante mi madre, siento que pertenezco a una raza noble: la que no envidia nada.”
Claramente, esta forma desgarrada, descontrolada de amor de Camus a su madre pone en duda, inevitablemente, la veracidad, poder y autenticidad de mis sentimientos hacia mamá. No digo entonces que no la ame, la amo, pero lo hago a mi manera que, si se compara con la forma narrada de amor de Camus, mi amor parece una ingenuidad simple, vacía y barata. Aunque, claro, es un completo e insensato error pretender comparar estas formas de amor a la figura materna, por el simple y razonable hecho de que somos dos personas diferentes, dos mundos diferentes, dos circunstancias alejadas no sólo por la brecha histórica.
¿Es posible poner en consideración la ausencia del rol paterno en la vida de Camus y qué, de alguna forma, altera el nivel y percepción de amor de Camus hacia su madre?
Claro que sí. La señora Catherine tuvo que adoptar el rol paterno, que se vio ausente a causa de caer éste durante la primera guerra mundial. Aunque recibió el apoyo y ayuda de su madre, la abuela materna de Camus, es claro que Catherine se vio obligada, dadas las circunstancias, a ocupar ese vacío que la muerte del padre había dejado. Sin embargo, el presunto aprecio, cariño e inigualable amor que Camus expresa a su madre en su narrativa responde, muy probablemente, a las circunstancias en las cuales el pequeño Camus creció. Se sabe que lo hizo en un barrio muy pobre de Argelia, donde su madre cumplió con la heroica labor de sacar adelante a sus hijos siendo analfabeta y sorda. Es esta la desgarrada, loca y, en ocasiones, dolorosa forma de amor de Camus a su madre, ese reconocimiento por ese sacrificio monumental que solo el amor materno logra explicar y, aún así, da la sensación de que el propio Camus se queda corto. Todo su poder narrativo, toda su contundencia, claridad y clarividencia gramatical no le alcanza para desahogar todo ese sentimiento que se acumula en su corazón, en su alma.
De igual forma, el sentimiento patrio tiende acentuarse cuando la nación cae en algún tipo de desgracia o desfavorabilidad. Un ejemplo claro de ello son todos aquellos venezolanos que se han movilizado fuera de su país. Los venezolanos parecen mucho más orgullosos y honrados de su país que nosotros al nuestro. A su vez, hay una diferencia muy grande entre una persona que dice “soy colombiano” en el territorio nacional, a una persona que lo dice estando fuera del país. Es como si el alejamiento, la separación, la ausencia de esa madre patria pronunciara su aprecio, cariño y amor sobre ese ausente. Sí Camus pone en relevancia estas dos clases de amor es porque son, de cierta forma, parecidas y complementarias. Este vínculo queda muy claro en una de las composiciones musicales del artista puertorriqueño René Pérez Joglar, más conocido como Residente: “El que no quiere a su patria, no quiera a su madre…”. Dos esencias vitales que acogen al individuo, lo crían, lo forman, lo transforman en esa forma elemental de ser humano en la que se convierte. Es así como estas dos fuerzas maternas se complementan.
Claro que un hombre puede amar a una mujer tanto y más que a su propia nación. De igual forma, ninguna otra mujer puede reemplazar ese amor tan descomunal que Camus sentía como hijo hacia su madre. Como ya lo mencioné, la evidencia en su creación narrativa así lo demuestra. No existe ninguna otra persona que se presente con tanta insistencia en su forma de amor narrativa como lo hace con su madre, ni siquiera la certeza de aprecio y cariño que sentía por Francia y por su Argelia francesa (Camus no conoció Argelia independiente). Y digo que esta es una clara y contundente evidencia, ya que un hombre no puede ser hipócrita o mentiroso en la palabra escrita, o no al nivel de Camus.
Finalmente, la certeza de respuesta a esta pregunta que él mismo plantea se evidencia en la conferencia de prensa en Estocolmo después de recibir el Nobel, cuando un joven argelino lo increpó por su falta de compromiso a la causa independentista. Como respuesta, Camus argumentó:
“Creo en la justicia, pero defendería a mi madre antes que a esa justicia.”
Esta respuesta tiene como contexto una Argelia dividida, que pretende en la fuerza nacionalista de sus hijos desprenderse del control francés y las sombras de las consecuencias colonialistas. Son especialmente los jóvenes argelinos, los que Camus pretendía mantener bajo la Argelia francesa con el fin de garantizar la nacionalidad también francesa, los que ya empezaban a implementar la violencia como motor de impulso para buscar la independencia. Camus quería mantener la relación de sus dos naciones de forma cordial y pacífica, cosa que parecía un deseo de carácter utópico. A su vez, rechazaba contundentemente los actos violentos que se estaban implementando por parte de los movimientos independentistas en Argelia. Al parecer, para Camus, este no era el camino, y lo especificó en su respuesta al joven argelino que lo increpó en Estocolmo.
Camus prioriza así su amor de hijo hacia su madre antes que el deseo de mantener, de manera casi utópica, esa Argelia francesa donde él mismo creció.
La perspectiva de Camus invita entonces a la reflexión no solo como hijos de nuestra madre biológica, sino también con respecto a nuestra madre patria, entendiendo que estas dos formas maternas son complementarias e igualmente fundamentales de cualquier hijo.
AUTOR: JULIÁN DAVID RINCÓN RIVERA (COLOMBIA)
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Julián David Rincón Rivera, segundo de dos hijos, nacido en Bogotá, Colombia el 7 de abril de 1994. Profesional de Cultura Física, Deporte y Recreación.
Lector apasionado, escritor por elección, músico por diversión.
Cuenta con tres publicaciones antológicas con la editorial ITA, además de dos publicaciones en proceso, también de carácter antológico, con factor literario y la editorial mítico.
Con varias publicaciones en revistas de américa latina, encuentra en la escritura el mejor sustento para su vida.
Instagram: @relatero_literal