#MaratonDiaDeLaMujer
CUENTO – ESTRELLA INDÓMITA
POR: FRANCISCO ARAYA PIZARRO (CHILE)

La luz de Selennia se alzaba sobre la ciudad flotante de Aurim, reflejando su fulgor en las torres de cúpulas con forma de bulbos dorados que se elevaban como lanzas hacia el firmamento. Era el corazón de un mundo gobernado por la sabiduría de los Oráculos del Alba y protegido por los Guardianes Celestiales. Entre ellos, solo una guerrera destacaba como una estrella: Velmara, la veloz e indomable protectora de la ciudad. Dotada de una agilidad que desafiaba la realidad misma, Velmara podía moverse entre los pliegues del tiempo con una rapidez que la hacía parecer un destello en el aire. Sus sentidos agudos percibían lo invisible, y su voluntad era tan firme como el acero de los cielos que adornaba sus brazales. Pero más allá de su destreza física, era su temple lo que la hacía conocida entre todos. No se doblegaba ante la adversidad, y su compromiso con su gente era absoluto. En el día de la Gran Ceremonia Estelar, cuando los cielos debían iluminarse con el resplandor de la diosa que guiaba su destino, una sombra antinatural cubrió la ciudad. Los cielos, antaño con noches cuyas estrellas danzantes con constelaciones vibrantes, se oscurecieron como si un manto oscuro hubiera caído sobre ellos. El corazón de Velmara se tensó cuando percibió lo que otros no podían ver: la amenaza latente, el peligro oculto tras la penumbra. criaturas de la oscuridad surgieron de las sombras, atacando sin previo aviso. Eran seres sin rostro, entidades que parecían absorber la luz misma. La ciudad estalló en caos, pero Velmara no dudó. Se lanzó al combate con la seguridad de quien ha entrenado toda su vida, y de hecho es así, para ese momento. Cada movimiento suyo era una danza calculada entre la línea del tiempo, anticipando los golpes y respondiendo con una velocidad imposible.
Pero la amenaza no era solo física. Los invasores se dirigieron a los Oráculos del Alba, y en un instante de distracción, Ziyel, la más joven de ellos, fue arrebatada por las sombras. Velmara corrió tras ellos, pero el velo del eclipse ocultó su rastro. Cuando la luz regresó, los atacantes habían desaparecido, y con ello Ziyel y los oráculos. Las miradas de quienes fueron testigos de los sucedido se posaron sobre ella. No necesitaban palabras; su silente clamor en sus rostros pedía que los protegiera, que trajera de vuelta a su hermana perdida. La maestra Ithera, líder de los Oráculos, se acercó con el semblante sombrío.
—“Ha regresado, Velmara. Lord Nyxar”.
El nombre resonó en su mente como un eco de tiempos olvidados. Lord Nyxar, el desterrado, aquel que antaño fue un oráculo y que ahora se erguía como la antítesis de su pueblo. Había sido confinado a la Oscuridad por desafiar el equilibrio, y su regreso solo podía significar una cosa: quería apoderarse del Corazón de Selennia.
Sin vacilar, Velmara partió en su búsqueda. Siguieron el rastro de los invasores hasta la Gran Grieta, el límite entre la luz y la sombra. Allí, su aliado más inesperado la esperaba: Rhyos, un mercenario con una extraña lealtad hacia los oráculos.
—“No puedes ir sola, Velmara” —dijo él, ajustándose los guanteletes de obsidiana—. “Este no es un enemigo como cualquiera otro”.
—“Nunca lo son” —respondió ella, con la convicción de quien antes ha enfrentado el abismo y ha emergido sin miedo.
Juntos se infiltraron en la fortaleza de Nyxar, una ciudad en ruinas donde la luz se fragmentaba en mil reflejos de desesperanza, en la misma oscuridad. Pero cuando encontraron a Ziyel, la verdad golpeó como una daga con su hoja fría: la joven no estaba cautiva. Estaba al lado del señor oscuro; se había unido a Nyxar por voluntad propia.
—“La luz nos ha engañado” —dice ella, sus ojos resplandeciendo con un brillo siniestro—. “La verdad está en la sombra”.
Velmara sintió el peso de la traición, pero no permitió que la conmoviera. Sabía que la oscuridad susurraba falsedades a quienes se dejaban tentar. Pero en ese momento, Nyxar apareció, una figura de puro vacío envuelto en una capa de sombras vivientes.
—“Guardiana de la Estela Lunar” —su voz era un eco antiguo, cargado de poder—. “Has venido a cumplir la profecía”.
Y en ese instante, Velmara comprendió la verdad que los oráculos habían ocultado: el Corazón de Selennia no era un artefacto, no era una joya, era una persona, era ella misma. Su esencia era la fuente de la luz que mantenía el equilibrio. Si Nyxar lograba destruirla, la ciudad caería en la oscuridad para siempre como parte de su reino.
No podía permitirlo.
Con la determinación de una guerrera y la sabiduría de una líder, Velmara se lanzó al combate final. Su velocidad se intensificó hasta que su figura se convirtió en un torbellino de luz y movimiento. Cada golpe suyo era una estela de fuego que quemaba la sombra misma de Nyxar. Pero él era poderoso, y con cada embate, la oscuridad intentaba envolverla para sofocar su esencia.
Rhyos luchaba a su lado, manteniendo a raya a los esbirros de Nyxar. Sin embargo, la batalla no podía durar mucho. Velmara sabía que solo había una forma de detenerlo.
Cerró los ojos. Sintiendo el flujo del tiempo a su alrededor, se dejó llevar por la energía que siempre la había impulsado. Y entonces, se convirtió en luz pura. Un destello cegador iluminó la fortaleza, quebrando las sombras y disipando a Nyxar con un grito de agonía que lo desintegraba como ácido. La fortaleza resplandeció y la ciudad flotante también.
Cuando el resplandor se desvaneció, Velmara había desaparecido. No quedaba rastro de ella, salvo en el brillo de las estrellas que danzaban sobre la ciudad flotante.
El silencio que siguió fue solemne. Rhyos se puso de pie con dificultad y miró hacia el cielo, sabiendo que su amiga había salvado su mundo. En la distancia, Ziyel cegada por el evento, cayó de rodillas, sintiendo el peso de su error.
Selennia había sido salvada, pero la ausencia de Velmara dejaba un eco imborrable. Y, sin embargo, su esencia permanecía en cada destello de luz que guiaba a su pueblo.
La guerrera se había sacrificado, pero seguía siendo eterna.
AUTOR: FRANCISCO ARAYA PIZARRO (CHILE)
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Francisco Araya Pizarro. Nacido en 1977 en Santiago de Chile, Artista Digital, Diseñador Gráfico Web, Asesor en Marketing Digital y Community Manager para empresas privadas y ONGs asesoras de las Naciones Unidas, Crítico de Arte, Cine, Literatura, además de Investigador. Y Escritor de Ciencia Ficción, donde en su blog comparte sus relatos cortos en: www.tumblr.com/franciscoarayapizarro